Su proceso de discernimiento fue largo y lleno de experiencias

Diana Adriano
La de fray Israel Maldonado es una vocación franciscana que surgió en esta frontera. Desde niño, comenzó a sentir la inquietud por servir en la Iglesia.
“Recuerdo vagamente cuando comencé a sentir el llamado del Señor, era niño cuando en mi comunidad, asistiendo al catecismo, sentía una atracción al servicio en el altar; pero fue hasta después, siendo monaguillo, que experimenté más de lleno el llamado. Sólo sentía el querer participar más de la vida de la Iglesia en mi comunidad; no sabía entonces sobre vida religiosa o diocesana, sólo sentía que quería ser sacerdote”, compartió.
Al llegar a la adolescencia, con 16 años, empezó a informarse y a recibir acompañamiento espiritual. Fue con la guía de su director espiritual que descubrió que su llamado estaba encaminado hacia la vida religiosa. Años después, el padre Benjamín Cadena (q. e. p. d.) lo acompañó en el discernimiento que lo condujo al carisma franciscano capuchino.
Fray Israel reconoce que varias personas y experiencias marcaron su camino vocacional. Entre ellas, su abuela materna, doña Cuquita, a quien recuerda con cariño: “Pienso que ella percibió mi llamado y siempre me apoyó. Hubo momentos en que me desanimé de servir como monaguillo y ella me animaba a no dejar de lado el servicio”.
También destaca la inspiración del diácono permanente Rosalio “Chalío”, de su parroquia Príncipe de Paz, cuya sencillez y entrega lo motivaron a continuar su discernimiento. Asimismo, el testimonio de fray Memo Kraus, fraile capuchino, influyó profundamente en su decisión al mostrarle con su vida de oración y fraternidad el camino de la consagración.
Asimismo, recuerda unas palabras de su madre que resultaron clave durante una crisis vocacional: “Ella me dijo: pida a la Virgen, su madre del cielo, que le diga qué hacer”. Para fray Israel, este consejo fue luz y dirección en medio de la duda.

Un proceso de discernimiento
Por otra parte, compartió lo que lo atrajo particularmente de la espiritualidad de san Francisco de Asís.
“La vida consagrada, nos dice la Iglesia, tiene un carisma propio inspirado por Dios a los fundadores. El carisma de nuestra Orden fue lo que me atrajo: seguir a Cristo en fraternidad y minoridad, servir al pueblo de manera sencilla y cercana”, señaló.
Su proceso de discernimiento fue largo y lleno de experiencias. En el año 2000 ingresó al Seminario Conciliar de Ciudad Juárez, con apenas 15 años. Dos años después conoció la vida franciscana capuchina, una reforma de la Orden de San Francisco.
“Recuerdo que me inquietó mucho la vida del padre Pío y de san Francisco de Asís. Entonces fui acompañado por mi director espiritual, resolviendo perseverar en el Seminario”, explicó.
Durante seis años permaneció en la formación diocesana, disfrutando la formación humana, académica y pastoral, pero la inquietud franciscana seguía viva. “Pensaba que si aún tenía la inquietud de ser sacerdote, ¿por qué seguía sintiendo también el llamado a la vida franciscana?”, compartió.
Fue entonces que pidió el acompañamiento del padre Benjamín Cadena para profundizar en este discernimiento.
Tras dos años de acompañamiento, tomó la decisión de salir del Seminario al término del segundo año de Filosofía y solicitar un periodo de experiencia en la Orden Franciscana Capuchina.
“Recuerdo que me dije: voy nada más por un año para darme cuenta de dónde me llama el Señor y regresar al Seminario. Pero al término de un año en la Orden pedí al padre Héctor Villa otro año más; generosamente me lo concedió y continué hasta que, al término de dos años, solicité entrar al noviciado, un año de prueba en la Orden donde uno se prepara para profesar los votos temporales”, relató.
Desafíos, inspiración y un mensaje a los jóvenes
Fray Israel también compartió los principales retos que enfrentó al iniciar su vida como franciscano.
“La distancia con mi familia, recuerdo volver cada año de vacaciones y eran días de verdadera prueba. Otro fue en los dos primeros años de formación franciscana, pues ese tiempo fue de crisis hasta descubrir qué quiere Dios de mí. Recuerdo que pensaba en regresar al Seminario o continuar como capuchino”, expresó.
Sobre la figura de san Francisco de Asís, fray Israel destacó los rasgos que más lo inspiran en su vocación. “San Francisco lo percibo como un gigante de la vida fraterna, oración, servicio y sencillez. Creo que son esos los rasgos que hasta hoy en día me provocan examinarme como franciscano, si vivo mi vocación con esa entrega total que veo en la vida de Francisco”, señaló.
Al reflexionar sobre cómo ha cambiado su visión de la vida y del servicio a los demás desde que ingresó a la Orden, afirmó: “A Dios se le glorifica sirviendo donde nos pone. Dar la respuesta al llamado es un proyecto que desafía, sin duda, pero que respondiendo en medio de las limitaciones siempre se ha de confiar en Aquel que nos llamó por amor”.
Finalmente, dirigió un mensaje a los jóvenes que hoy sienten inquietud por la vida religiosa.
“Oren, reflexionen, den oportunidad a la inquietud de mover sus miedos y deseos. Vivir en la incertidumbre de las propias limitaciones o proyectos personales nos puede hacer también autorreferenciales. Cristo busca que le escuchemos y confiemos en su llamado. Sirvan, es el proyecto del Señor. No dejen de preguntarle en la oración: ¿qué quieres que haga con el don de mi vida? Él sin duda les responderá, y entonces, si quieren, podrán decir: aquí estoy”.
En frase…
“El carisma de nuestra Orden fue lo que me atrajo: seguir a Cristo en fraternidad y minoridad, servir al pueblo de manera sencilla y cercana”
Fray Israel Maldonado


































































