Y hablando de…
La nacionalización de la Basílica de Guadalupe
Hace unos días surgieron algunas inquietudes por la difusión de una noticia sobre la nacionalización de la Basílica de Guadalupe y la Plaza Mariana. Muchos católicos se asustaron porque pasaría a manos del Estado, pero aquí presentamos una explicación del hecho…
Sergio Madero Villanueva/ abogado
Debo hablarle con claridad: es cierto, el 28 de octubre de 2015 apareció publicado en el Diario Oficial de la Federación por la Secretaría de la Función Pública, una notificación que da a conocer el inicio del procedimiento administrativo para formalizar la nacionalización del Templo Nueva Basílica de Guadalupe, Atrio y Anexos.
Leído así de sopetón hasta escalofrío me dio, parece que hemos vuelto a la época de la persecución religiosa y que el “supremo gobierno” pretende despojarnos del más grande lugar de culto en América: la Basílica de Guadalupe recibe anualmente alrededor de veinte millones de visitantes, sólo la Basílica de San Pedro en el Vaticano la supera como lugar de peregrinación.
Una nota publicada recientemente en el periódico Excelsior que acusa de cierta complicidad a la la Arquidiócesis primada de Ciudad de México y del Cabildo de Guadalupe, por no haber hecho manifestación alguna para oponerse a la nacionalización dentro del término de quince días hábiles que la notificación publicada concedía a cualquier interesado. Entendidas así las cosas, poco me falta para hacer un llamado a la insurrección contra el gobierno y el “alto clero”, no vaya a ser que la sagrada tilma de San Juan Diego termine decorando la estancia de la casa blanca.
Pero como suele suceder, los documentos legales no dicen lo que dicen, o más bien dicho, cuando dicen una cosa en realidad quieren decir otra… bueno a ver si me explico.
Es necesario hacer un poco de historia. El primer templo que se construyó en el Tepeyac para conmemorar las apariciones de Nuestra Señora y el milagro de las flores y la tilma es el que hoy conocemos como la Capilla del Cerrito construida en 1666. En 1695 se inició la construcción de un inmueble de mayores dimensiones para albergar la tilma y a los peregrinos, hoy llamado Templo Expiatorio a Cristo Rey, por la construcción adyacente de la Nueva Basílica. Su construcción se terminó en 1709, y no fue sino hasta 1904 que recibió finalmente el rango de Basílica.
Estamos hablando pues de inmuebles virreinales, construidos en los siglos XVII y XVIII durante la colonia. El México independiente tuvieron vigencia cinco constituciones en un período de treinta y seis años. Finalmente la Constitución de 1857 dio un marco jurídico más duradero, en ella se estableció la separación de la Iglesia y el Estado.
Al amparo de la misma se emitió la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, en 1859, por la cual todos los bienes de la Iglesia Católica pasaron a ser propiedad de la Nación Mexicana. Diócesis y órdenes religiosas fueron despojadas de muchos inmuebles, y el uso de otros muchos para el culto público fue “tolerado” por las autoridades para evitar mayores conflictos. Pero una cosa es clara, bajo la Constitución de 1857, ni en la original de 1917, la Iglesia podía ser propietaria de bienes inmuebles.
El 28 de enero de 1992 se publica la histórica reforma constitucional que reconoce personalidad jurídica a la Iglesia y demás asociaciones religiosas. Ahora sí, a partir de esa fecha, la Iglesia puede ser propietaria de inmuebles como lo puede ser cualquier asociación civil, o en general, cualquier persona. Pero ¿qué pasa con los inmuebles dedicados al culto religioso, y en posesión de la Iglesia, antes de esa fecha?
La reforma constitucional no vario su estatus legal, expresamente señaló que los Templos y demás bienes considerados propiedad de la nación bajo la constitución de 1917, continuarían siéndolo (artículo transitorio decimoséptimo). El quince de julio de ese 1992 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que reglamenta la reforma constitucional, estableciendo las bases para que la Iglesia obtuviera de la autoridad el reconocimiento de su personalidad y determinó que los inmuebles propiedad de la nación que hasta entonces eran son usados para fines religiosos por la Iglesia, continuarán destinados a los mismos. La Iglesia sólo debía obtener el reconocimiento de su personalidad jurídica y hacer el trámite administrativo de registro de dicho bienes.
Entonces ¿cómo está la situación de la Basílica? La Nueva Basílica, construida entre 1974 y 1976, e inaugurada el 12 de diciembre de ese año, está sujeta al régimen de la Constitución original de 1917, es decir, es un inmueble propiedad de la Nación por haberse construido antes de la reforma de 1992, destinada al culto religioso, y conforme a la legislación creada ese año, continuará con ese mismo destino.
La notificación publicada por la Secretaría de la Función Pública es de un procedimiento administrativo, no puede cambiar la ley: la Nueva Basílica de Guadalupe continuará siendo un lugar de culto público de la Iglesia Católica.
La publicación habla de la emisión de una declaratoria para “formalizar” la nacionalización (el estatus de bien de la Nación) que conforme a la legislación vigente tienen y han tenido siempre la Basílica y sus anexos, y que por algún motivo no se encentra registrado así. No estamos pues ante, por citar un caso más reciente, lo que fue la nacionalización de la banca, cuando las instituciones bancarias y sus instalaciones pasaron a ser controladas, y sus funciones ejercidas directamente por el gobierno.
Es pues un procedimiento administrativo para formalizar la situación legal del inmueble, que no varía ni su propiedad ni el destino del mismo. Por ello es comprensible que la Arquidiócesis no realizara manifestación alguna, pues ninguna afectación se sufre. La Basílica de Guadalupe sigue y seguirá siendo la casa de Nuestra Madre, donde podremos refugiarnos los católicos de todo México, América y el mundo entero.
Y es casa también de todos aquellos mexicanos que no queriendo reconocerse católicos, ni siquiera Marianos, se reconocen Guadalupanos, en una aparente incongruencia que ya analizaremos otro día en que nos encontremos hablando de…