Sergio Madero Villanueva/Abogado
El maestro de la ley preguntó a Jesús quién es su prójimo, a lo que éste respondió con una parábola: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo.” (Lc. 10: 30-32)
La respuesta se alarga, pero es de estos tres personajes de quienes quiero hablarle. El primero de ellos es el hombre que baja de Jerusalén, lo que nos hace asumir que es un judío. El segundo es un sacerdote, descendiente de Aarón; y el tercero un levita, tribu que tenía a su cargo las labores del templo; judíos todos pues.
El primero de ellos cae en desgracia, es desposeído, violentado y dejado “medio muerto”; los otros dos advierten su estado, pero pasan de lado. Imagino que el sacerdote y el levita, como buenos judíos, conocían la ley a la perfección, sabían que estaban obligados a prestar auxilio a su hermano caído en desgracia. Al igual que el maestro que interroga a Jesús conocían el mandamiento “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lv. 19: 18). Pero siguen de largo.
Generalmente la lectura nos lleva a reflexionar sobre la actuación de estos personajes y contrastarla con la del samaritano que pasó después y sí le prestó ayuda al desvalido, no obstante que éste último viajante no era judío, sino samaritano. Lo distraigo un poco para voltear a ver al hombre que fue dejado “medio muerto.”
El levita y el maestro lo vieron, vieron sus heridas. Como conocedores de la ley sabían que tocar su sangre los mancharía, rompería su estado de pureza y les impediría presentarse al templo, por lo que prefieren desviarse y seguir su camino.
Los políticos
En un retiro al que acudí hace algunos años escuché a uno de los compañeros decir “los políticos son el diablo”, quizá no sea para tanto, pero ciertamente la política es una de las actividades más desprestigiadas en nuestra sociedad.
Hay la percepción generalizada de que quien se involucra en la política se corrompe. Muchas personas piensan, como los viajantes en el camino de Cafarnaum, que es mejor no involucrarse para no contaminarse. Esa actitud deja a muchos heridos en el camino, y lamentablemente nos encontramos muy lejos de Samaria.
Es cierto, muchos políticos anteponen sus intereses al bien común, pero ¿ debe ello evitarnos participar en busca de la mejora comunitaria?
A nuestra política actual le haría bien una visión cristiana que la oriente al respeto de la dignidad de cada persona y la satisfacción de sus necesidades elementales.
Poco se gana con indignarse por la actuación de las autoridades y comentarlo con los amigos, es necesario tomar acciones que permitan fijar un rumbo correcto.
En Fratelli Tutti el Papa Francisco nos convoca a “comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano.”
La solidaridad es un valor cristiano que nos llama a evitar el dolor evitable, y es desde los órganos de autoridad donde se toman las decisiones que afectan o benefician las vidas de muchos. Evitar lo primero y procurar lo segundo, es una vocación cristiana.
Tal vez quien tiene la posibilidad de ejercer la política y se niega ha hacerlo cometa un pecado de omisión, pero si le parece eso lo platicamos otro día en que nos encontremos hablando de…