Pbro. Lic. Leonel Larios/ Rector de la Catedral de Parral
En el recién concluído mes de mayo resaltamos el papel de la mujer, de manera especial, su maternidad. Lo que es una realidad es que el sistema económico y social actual, reclama a la mujer mucho tiempo ser mujer, esposa, madre y tener que salir a trabajar, sea para compartir gastos con el esposo, o porque al verse sola, tiene que sacar a sus hijos adelante. Admiro, por tanto, a todas las mujeres que, ante la adversidad, siguen siendo luchadoras de mil batallas.
Hoy quiero centrar mi atención en las mamás de las mamás, es decir, en las abuelas. Mujeres que vivieron su tiempo, y que les tocó quizá ser amas de casa, tener poca instrucción y dedicarse de lleno a su familia, en las penurias que la situación ofrecía, todo ello, sin merma de felicidad. Su sacrificio para que sus hijos e hijas estudiaran y tuvieran lo que a ellas la sociedad y la época les negó. Y ahí están, ahora educando a sus nietos. Con menos energía y grandes desafíos.
En más de una ocasión he escuchado la queja silenciosa y abnegada de mujeres que dicen no poder más. La paciencia se les ha agotado, las fuerzas no son las mismas y terminan cuidando y criando a sus nietos. Esta situación debe ser bien reflexionada por las parejas modernas donde ambos trabajan. Dejar a los niños temprano, sea en guardería que en la escuela; forzar al horario extendido para poder recogerlos tarde o de plano pedirle a la abuela que vaya por ellos.
Soy consciente que no es tema fácil de resolver. Compaginar la parte productiva, con aquella educadora, pareciera que el sistema no da espacio a una familia normal, y se dedica solo a ofrecer servicios y placeres de fin de semana o viajes, en fin, todo centrado en el gastar y ser cliente, y no en dar la vida por otro. La “dolce vita”, parece ser para uno y no para los pequeños, ni para las abuelas.
Junto a los planes sociales actuales que da apoyos a los adultos mayores sin pensión, se presentan los abusos de hijos ingratos y nietos mal educados, que les vacían la tarjeta, y terminan raspando el plato para ellos cocinado. Es triste ver que la solución no está en dar recursos sin más a cambio de la lealtad electoral, sino en hacer realmente cambios sociales, estructurales.