MC Luis Alfredo Romero/Comunicólogo
Yo no viví en los siglos XVI ni XVII. Tampoco asistí a las piezas teatrales de los grandes del Siglo de Oro español. Pero al asistir en días pasados a la presentación de “Siete espadas y una Pascua” no pude menos que imaginar lo que fueron los autos sacramentales de Tirso de Molina, Lope de Vega, Calderón de la Barca o nuestra querida Sor Juana Inés de la Cruz.
Les llamaban auto, como un sinónimo de acto, para no confundir el momento preciso del ejercicio sacramental. Los autos sacramentales se estrenaban por lo general en la fiesta de Corpus Christi y hacían alusión al sacramento eucarístico, de allí lo de sacramental.
En sus orígenes los autos sacramentales eran representaciones de pasajes bíblicos o vidas de santos. Momentos destacados de la vida de la Virgen María, también fueron tratados en estas obras populares.
Por lo general todos los autos se desarrollaban en un acto, aunque posteriormente se les fueron agregando más escenas, pero siempre teniendo como objetivo el fortalecimiento de la fe y la conversión del público asistente. Los autos sacramentales eran una forma compleja pero muy efectiva de evangelizar. Se utilizaban todos los recursos teatrales disponibles, teniendo siempre un final de apoteosis.
“Siete espadas y una Pascua” es un performance de poesía, música, canto, actuación, luces y sombras que, sin tener un final festivo, pues termina con la sepultura de Cristo, sumerge al auditorio en un proceso de profunda reflexión meditativa, al contemplar y escuchar cada una de las estaciones del Via Crucis, desde la sentencia en el pretorio, la vía dolorosa y las caídas, la crucifixión y muerte del redentor y finalmente su sepultura. (Se presentó recientemente en la parroquia El Señor de la Misericordia).
Al finalizar la obra todos los asistentes llevamos algo en nuestra mente y en nuestro corazón. Para algunos es un drama terrible y bien logrado, para otros salimos con la esperanza de la resurrección, dada la proximidad de la Semana Santa. Los actores profundizaron personalmente en el texto, despejaron dudas para meterse en el personaje y trasmitir con más fidelidad las emociones de los autores Gerardo Diego y Benjamín Sánchez. Algunos aplaudieron de pie y otros derramaron lágrimas de compasión.
A través de la historia las verdades de nuestra fe siempre habían sido fuente de inspiración para todas las artes y la iglesia, una excelente promotora del quehacer artístico, estando muy consciente de su función evangelizadora y de las herramientas que le arte le proporcionaba para cumplir su objetivo.
Todo parece indicar que con este tipo de obras estamos viendo el nacimiento de un nuevo momento de la expresión artística dentro de la Iglesia, pues se trata de una nueva forma de evangelizar, utilizando todos los recursos expresivos que se tengan a la mano, como sucedía allá por el Siglo XVII con el montaje de los autos sacramentales.
El desarrollo del arte sacro permeó todas las manifestaciones de expresión artística no solamente la pintura, escultura, música y arquitectura, sino que en la expresión literaria abarcó todos los géneros mayores y menores.
“Siete espadas y una pascua” es un destacado acercamiento al auto sacramental.