Card. Felipe Arizmendi/ Obispo emérito de Ssn Cristóbal de las Casas
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Los obispos mexicanos realizamos (la semana pasada), nuestra asamblea ordinaria, con una modalidad en comparación con las anteriores: Además de tratar asuntos internos de nuestra Conferencia, por las tardes participamos en el Primer Encuentro Eclesial de México, con cerca de mil mujeres y hombres laicos, religiosas y religiosos, diáconos y sacerdotes, invitados de otras religiones y no creyentes, nosotros en forma presencial y los demás en forma virtual. El objetivo general es buscar caminos de sinodalidad para responder como hermanos en comunión, participación y misión, a los grandes desafíos emergentes de nuestra realidad eclesial y nacional a la que estamos llamados a iluminar desde nuestra fe cristiana. Los objetivos específicos son: Animar a los obispos de México a acompañar al Pueblo de Dios en el camino sinodal; generar un espacio nacional de cercanía, diálogo y trabajo pastoral; compartir las preocupaciones y esperanzas respecto de la situación que vivimos en nuestro país y en nuestras diócesis en relación con nuestros ejes transversales: Construcción de la paz ante la violencia, sinodalidad, cultura vocacional, familia y vida, migrantes, jóvenes y adolescentes. De esta forma, tenemos la oportunidad de realizar una escucha y discernimiento sinodal con el pueblo de Dios, inspirados en el Proyecto Global de Pastoral 2031+2036. Los recursos tecnológicos actuales ayudan mucho, aunque no faltan deficiencias técnicas, para un compartir fraterno y abierto entre todos cuantos formamos esta comunidad eclesial. Sin embargo, todo puede quedarse en oír, sin escuchar, y que todo siga igual.
Del 21 al 28 de noviembre pasado, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), organizó la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Participamos 1104 personas: 83 en forma presencial y 1021 lo hicimos en forma virtual. Compartieron 428 laicas y laicos (39%), 169 religiosas y religiosos (15%), 264 sacerdotes y diáconos (24%), 232 obispos (21%) y 11 cardenales (1%). Del total, el 32% eran mujeres (355) y el 68% varones. Entre todos, enunciamos 41 desafíos que se presentan a la Iglesia en nuestros países; por mayoría, acordamos que eran 12 los prioritarios. Todos estos desafíos de han agrupado en siete núcleos temáticos: a) Jesucristo, Palabra, Iglesia; b) jóvenes, mujeres, laicos y laicas; c) familias y fragilidades; d) clamor de los pobres; e) clamor de la tierra; f) pueblos originarios, afrodescendientes, interculturalidad, diversidades; g) violencia, democracia, corrupción e impunidad. Ya se ha diseñado un camino para abordar juntos estos temas y darles un seguimiento para su puesta en práctica. El peligro es que todo este aporte se quede en papeles y poco se refleje en la reestructuración del mismo CELAM.
Se realizó una amplia consulta previa a estos dos eventos; para la Asamblea Eclesial del CELAM, se recibió el aporte de casi a 70 mil personas; para el Encuentro Eclesial de México, se promovió una abierta consulta a todas las diócesis y parroquias del país, con dos preguntas básicas: ¿Cómo ven a nuestra Iglesia ante los retos de la realidad nacional, y qué proponen para que seamos una mejor Iglesia? Hasta la fecha, sin embargo, no se ven claros los pasos siguientes; es decir, ¿hacia dónde lleva esa consulta; para qué sirve?
Estos dos eventos, el latinoamericano y el mexicano, están orientados también al Sínodo Mundial de Obispos, convocado por el Papa Francisco para octubre de 2023, sobre cómo hacer más efectiva la sinodalidad eclesial, teniendo como propósito avanzar en comunión, participación y misión, caminando juntos como Pueblo de Dios.
La sinodalidad no es una utopía, un ideal imposible de realizar; no; es un proyecto, un anhelo, una aspiración, un objetivo a largo plazo, unos pasos hacia el Reino de Dios. Es lo más conforme al proyecto de Jesús. Pero de todos depende que se haga realidad. Es lamentable que muchos clérigos no hayan impulsado estas consultas; las menosprecian y no les dan importancia; no están abiertos a ser iluminados y cuestionados por la comunidad; esto les parece como una moda pasajera, quizá una desviación eclesiológica. Lo más preocupante sería que todo quede en eventos pasajeros, que aparentemos escuchar mucho al pueblo, pero que sigamos haciendo lo que nosotros queremos y que todo siga igual; que todo se reduzca a eventos aislados, a los que no se da seguimiento; que los fieles hablen, cuestionen, propongan, pero que todo quede en el aire, sin que su voz sea realmente tomada en cuenta; que no los consideremos parte viva del cuerpo eclesial. Como dice un refrán popular: “La misma gata, pero revolcada”…
Discernir
El Documento preparatorio de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos advierte con toda lucidez: “Es oportuno tener presente tres planos en los cuales se articula la sinodalidad como «dimensión constitutiva de la Iglesia»:
– el plano del estilo con el cual la Iglesia vive y actúa ordinariamente.
– el plano de las estructuras y de los procesos eclesiales.
– el plano de los procesos y eventos sinodales en los cuales la Iglesia es convocada por la autoridad competente.
Si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica, mientras los procesos y eventos, si no están animados por un estilo adecuado, resultan una formalidad vacía” (27).
Actuar
Cada quien hagamos lo que nos toca para que la sinodalidad no sea una utopía, sino una realidad eclesial. Los clérigos, estemos abiertos de mente y corazón para escuchar la voz del Espíritu en las voces de la comunidad y hacer los cambios que sean compatibles con la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia. El resto del Pueblo de Dios, ofreciéndonos sus luces, sus propuestas, sus reclamos y exigencias, con sus oraciones y su caridad fraternal.