Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Feliz domingo. Les saludo con amor de padre y pastor, deseando que se encuentren muy bien. Estamos en el cuarto domingo del Tiempo Ordinario.
Hemos vivido una semana intensa con los enfermos, amigos, conocidos, sacerdotes, el fallecimiento del padre Benjamín Cadena que nos duele, ya está con Dios, ahora intercede por nosotros desde el cielo.
Escuchamos hoy en el Evangelio de san Lucas: ‘Hoy mismo se cumple este pasaje’. Contemplamos a Jesús que llega a Nazareth, entra en la sinagoga. Yo creo que lo hacía frecuentemente, fue educado en la fe, valga la expresión, por sus padres, acude al templo y proclama la Palabra. Se le entrega el pasaje de Isaías, el ‘hoy mismo se cumple este pasaje’.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, impulsado Él, por eso dice: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí’, me ha ungido. Jesús en este pasaje de Isaías asume la presencia del Espíritu Santo en él y al mismo tiempo la misión.
Jesús está muy consciente de que el Padre, con la fuerza del Espíritu Santo, lo envía a una misión, y en ese sentido mi primera reflexión es que también el Espíritu Santo está en ti, y en mí, por el Bautismo. Y los que ya fuimos confirmados hemos recibido la plenitud del Espíritu Santo y estamos unidos a Cristo. Ya lo escuchábamos el domingo pasado: un solo cuerpo, unidos a Cristo; el mismo Espíritu de Jesús es el que está sobre mí.
Asumir la misión
Pero también tomar conciencia de la misión, así como Jesús fue enviado a una misión, así todos somos enviados.
Dice Jesús, leyendo el pasaje de Isaías: me ha enviado para anunciar la Buena Nueva. Sanar, perdonar, consolar, y concluye lo anterior con la aceptación, con el cumplimiento ‘hoy mismo se ha cumplido’. Que nosotros también hoy asumamos nuestra identidad de cristianos, llenos del Espíritu, y nuestra identidad misionera. Soy misionero enviado a dar testimonio de la Palabra, como decimos también hace ocho días, enseñando, proclamando en todas partes el evangelio, sirviendo a todos, sobre todo a los enfermos y necesitados, haciendo el bien, perdonando.
Dice el texto que todos le daban su aprobación y todos admiraban la sabiduría de sus palabras. Finalmente no esperamos aplausos o reconocimiento, pero tu testimonio de vida, tu compromiso cristiano de anunciar con palabras, con tu vida obras y fe, se verá y los demás, los que estén a tu lado reconocerán que en ti está el Espíritu Santo y que das testimonio de tu fe haciendo el bien, empezando por los más alejados, sin distinción.
Por eso también Lucas habla, en una segunda pare del texto proclamado hoy, cómo los extranjeros fueron los que recibieron el auxilio, la viuda de Sarepta, el leproso de Namaán, es decir, una Iglesia en salida, una iglesia impulsada por el Espíritu que va en busca de todos, sobre todo de los alejados, de los necesitados.
Somos profetas
La primera lectura de Jeremías toca el tema de la vocación a la cual Dios nos llama: “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco, te consagré, te constituí como profeta”. Hemos sido constituidos profetas por nuestro Bautismo, desde siempre. Asumamos ese llamado, Dios me conoce, me llama a anunciar a Dios con la vida y con las obras sobre todo en el amor.
Como nos recomienda san Pablo en la primera lectura de corintios: ‘aspiren a los dones de Dios más excelentes’ y por encima de todos, el amor. Aspirar siempre a vivir en el amor a Dios y al prójimo. Y señala Pablo características de cómo debe ser ese amor: comprensivo, servicial, entero, pleno, justo, generoso, que disculpa todo y que dura para siempre. Así debe ser ese amor al cual debemos aspirar y vivir.
Que Dios nos bendiga y que digamos hoy ‘En mí se cumple este pasaje, la presencia de Dios en nosotros y el envío a la misión con la fuerza de ese mismo Espíritu.
Cuídense mucho. Hay que llevar la vida normal y tranquila, pero ser prudentes, cuidarnos, confiando en Dios. Les abrazo, siempre mi oración con ustedes. La bendición de Dios Todopoderoso esté con ustedes. Los quiero mucho, un abrazo.