José Mario Sánchez Soledad/Autor
La expedición de Don Juan de Oñate
En 1597, Don Juan de Oñate recibe el encargo de la Corona para organizar la colonización del Nuevo México. Es nombrado Gobernador, Capitán general y Adelantado de Nuevo México.
Oñate es el primero en asegurar la colonización de estas tierras de una manera permanente. Tenía los medios y la ascendencia para realizar la empresa. Era hijo de Cristóbal de Oñate, descubridor y propietario de las minas de plata de Zacatecas y que había llegado a México en 1524.
Además, la madre de Don Juan de Oñate era bisnieta de Moctezuma. Con el cargo de gobernador y capitán general Oñate organizó una nueva expedición; partió de San Gerónimo con cuatro sobrinos, los Zaldívar, 8 sacerdotes, dos hermanos legos, 400 soldados y130 familias en 83 carretas, indios auxiliares y 7000 cabezas de ganado.
La expedición parte de Santa Bárbara, Chihuahua en 1598 y emprende el primer avance directo por el centro de las praderas chihuahuenses hacia el Paso del Norte. No siguieron las rutas del agua de otras expediciones; al llegar al Conchos, cortaron directamente al norte, llegando a El Paso del Norte por las vastas llanuras rodeando los médanos que están al sur de nuestra hoy Ciudad Juárez.
Oñate tomó posesión formal de la nueva tierra, levanta el acta de posesión en algún lugar cercano a el actual San Elizario, Texas en nombre del rey de España el 30 de abril de 1598, día de la fiesta de la Ascensión del Señor.
El texto completo de los particulares de la hazaña lo escribió Don Gaspar Pérez de Villagrá, relator de la Conquista del Nuevo México y también nos lo relata Cleofas Calleros en sus escritos:
“En el nombre de la Santísima Trinidad y de la eterna Unidad, Deidad, y Majestad, Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Tres personas en una y un solo Dios verdadero quién por su eterna voluntad, poder todopoderoso y sabiduría infinita manda, dirige, y gobierna de mar a mar, de un fin al otro, como el principio y fin de todas las cosas; En cuyas manos está el pontificado eterno, el sacerdocio, imperios, reinos, principados, dinastías, repúblicas, mayores, menores, familias, y todas las personas, como el eterno sacerdote, emperador y rey de todos; rey de emperadores, señor de señores, creador de los cielos y la tierra, los elementos, los pájaros, y los peces, animales y plantas y de todas las criaturas, espiritual y corporal, racional e irracional, desde el más alto querubín hasta la más baja hormiga y la mariposa más pequeña; y en honor de su Santísima y venerable Madre, la Santa Virgen María, Nuestra Señora, puerta del cielo, arca de la alianza, en quien el maná del cielo, la divina vara de la justicia, y el brazo de Dios, y su ley de gracia y amor fue colocado, como madre de Dios, sol, luna, estrella del norte, intercesora y guía de toda la humanidad; y en el nombre de nuestro santísimo Padre, San Francisco, imagen de Cristo, Dios en cuerpo y alma, su Estandarte real y Patriarca de los pobres, a quién adopto como mis patronos, abogados e intercesores para que ellos intercedan con Dios mismo, para que todos mis pensamientos, obras, y acciones puedan ser dirigidas al servicio de su infinita majestad para aumentar el número de los fieles y la extensión de la Santa Madre Iglesia y al servicio del más Cristiano de los reyes Don Felipe, nuestro señor, pilar de la fe católica que Dios le guarde por muchos años para la corona de Castilla, y la prosperidad de sus reinos y provincias.
Sepan que yo, Don Juan de Oñate, gobernador, capitán general, y adelantado de Nuevo México, y de sus reinos y provincias, lo mismo que aquellas en su vecindad y se hallen contiguas, como poblador y conquistador de ellas, por virtud de la autoridad del rey, nuestro señor, por este medio declaro que: Por cuanto por virtud de mi nombramiento y de los títulos que su majestad me ha dado como gobernador, capitán general, y adelantado de dichas provincias, se me ha concedido por ordenanza real y reales órdenes, y por dos subórdenes y por capítulos de cartas del rey, nuestro señor, fechadas en Valencia el día 26 de Enero, en el año mil quinientos ochenta y seis ; fechada en San Lorenzo el día 19 de Julio, en el año de mil quinientos ochenta y nueve; fechada el día 17 de Enero en el año de mil quinientos noventa y tres; fechada el día 21 de Junio, mil quinientos noventa y cinco; y por otra última real orden fechada el día 2 de abril, del año pasado, mil quinientos noventa y siete, en cuya orden, no obstante, de negaciones en contrario, su majestad aprueba mi nombramiento y confirma y continúa mi dicho oficio.
Y ahora, habiendo llegado a demandar y tomar posesión de mis reinos, junto con mis oficiales, mayores, capitanes, alférez, soldados y colonos para poblar y conquistar esta tierra; habiendo venido con todas las tiendas, municiones, armas, carros, carretas, caballos, bueyes, ovejas, y ganado vacuno, trayendo muchas familias, y estando aquí hoy con mi entera expedición y con mayor número que cuando salí de la provincia de Santa Bárbara, y encontrándome yo mismo sobre los márgenes del río del Norte, dentro de poca distancia de los primeros poblados de Nuevo México, que se encuentran a lo largo de este río; habiendo abierto un camino ancho y parejo para mis carros los que otros pueden seguir sin dificultad, y habiendo viajado a pie más de cien leguas a través de terreno despoblado, y, por cuanto, yo deseo tomar posesión de esta tierra hoy día 30 de abril, la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor, en el año mil quinientos noventa y ocho, por medio de la persona de Don Juan Pérez de Donis, escribano de su majestad, secretario de esta expedición, ya el gobierno de dichos reinos y provincias.
Por lo tanto, en el nombre del rey más Cristiano, Don Felipe el segundo de ese nombre, y por sus sucesores (¡que sean muchos!) y con la mayor felicidad, y por la corona de Castilla, y de los reyes que de su gloriosa persona desciendan y reinen en esto y por y para dicho gobierno, por virtud de y bajo la autoridad y de la única y absoluta autoridad y poder del Eterno y Sumo Sacerdote, nuestro Rey, Jesús Cristo, Hijo del Dios vivo, cabeza universal de la Iglesia, primero y único institutor de sus sacramentos, base y piedra angular del antiguo y Nuevo Testamento, y su base y perfección; quien tiene poder en el cielo y en la tierra, no sólo como Dios e igual que su Padre sino como creador de todas las cosas; dueño absoluto y natural y señor de todo; quien tiene el poder de hacer y deshacer, ordenar y disponer a su santa voluntad, lo mismo como Dios que como hombre. Quien, siendo el Hijo de Dios y el hijo del hombre, a través de su dolorosa y afligida muerte y a través de Su triunfante y gloriosa resurrección y ascensión y título especial de redentor universal, dio absoluto poder, Jurisdicción, y dominio, civil y criminal, alto y bajo, en los reinos del cielo y de la tierra, y en cuyas manos Él colocó el peso del castigo, la medida de la Justicia, recompensas y castigos en todo el universo entero, haciéndole no sólo rey y Juez, sino pastor universal lo mismo de los fieles que de los infieles; de aquellos quienes hoy creen en Su voz y le siguen y estaré dentro del verdadero redil, el pueblo Cristiano, y de la misma manera de aquellos que no han oído Su palabra y quienes no Le conocen y a quienes Él hubiera traído dentro de su verdadero redil , porque son de Él y Él es su legítimo y universal pastor.