José Mario Sánchez Soledad/Autor

Los primeros españoles laicos residentes en Paso del Norte
El primer alcalde mayor y capitán asignado al poblado de Paso del Norte fue Andrés López de Grasia, nombrado por el entonces general Bernardo López de Mendizábal. El sucesor de Grasia fue probablemente el Maestre de Campo Diego de Trujillo, ciudadano de Nuevo México y también nombrado por el gobernador.
Los libros de casamientos y bautismos de la Misión de Guadalupe también revelan a los primeros pobladores. El primer casamiento entre españoles fue el 29 de noviembre de 1678, entre Francisco de Archuleta y Doña Bernardina Baca.
Estos nombres de españoles aparecen en los libros de casamientos, bautismos y defunciones de la misión antes de 1680:
– Capitán Francisco Domínguez
– Capitán López de Grasia
– Mariana García Morquez
– Francisco Ramírez
– Joseph López, su esposa y su hija María
– Capitán Andrés de García
– Fabián García
– Don Esteban Xuárez y su esposa
– Catalina Sonora
– Capitán Antonio de Berdiquel
– Sebastián García
– Juan de la Cruz
– Bernabé Bisaro
– Juan del Espíritu Santo
– Cristóbal Ruíz
– Joseph Ramírez
– Cristóbal Baca
– Sesilia de Vitoria, su esposa y María su hija
– Ysabel Baca
– Doña María de Archuleta
– Ynez Domínguez
– Don Francisco de Zebera
– María hija de Teresa Gutiérrez y Joseph López Grasia
– Capitán Cristóbal de Fuentes
– Ana María de Fuentes
– Antonio Rosero
– Martín Zerano
– María Martín Zerano.

El obispo Bartolomé García de Escañuela
El obispo Bartolomé García de Escañuela discrepó en 1677 de la visita del comisario franciscano Antonio de Valdés. Los frailes de la Custodia de San Pablo tampoco recibieron la visita del obispo García a Nuevo México. Por su delicado estado de salud, solo pudo llegar hasta El Paso donde había nombrado a fray Juan Álvarez como cura párroco interino de la jurisdicción de El Paso, para que pudiera administrar sacramentos.
El levantamiento de los indios Pueblo (1680-1692) no suavizaría la polémica entre el clero secular y el regular. A pesar de la guerra desatada contra los españoles en general, ya que en aquella revuelta murieron muchos franciscanos y prácticamente todos los españoles abandonaron el territorio.
El obispo de Durango, a pesar de los acontecimientos, decidió seguir nombrando vicario para Nuevo México, pero para no entrar en conflicto con los frailes designó en 1681 al custodio
fray Francisco de Ayeta.
En esa misma línea estuvo otro prelado duranguense, Manuel de Herrera, que en 1688 nombraba vicario al también custodio fray Francisco de Vargas. Eran tiempos difíciles para relevar a los franciscanos por sacerdotes seculares. El clero secular difícilmente iba a aceptar cargos en un lugar de violencia, en el que ni siquiera podían asentarse. Acabada la sublevación de los indios pueblo, los franciscanos se vieron favorecidos por los nuevos gobernadores con las promesas de apoyo de Diego de Vargas a fray Francisco Corvera, al igual que por las del gobernador Pedro Rodríguez Cubero.
La rebelión de 1680 y el poblado de San Lorenzo
Para 1680 había ya 2,500 colonos de origen español en Nuevo México, ese año el 10 de agosto, los indios se sublevaron bajo el liderazgo del joven Indio Pope y mataron a 400 españoles y a 21 misioneros. La revuelta destruyó casi todo y se perdió casi la totalidad de la Provincia y sus Misiones, excepto la Misión de Guadalupe de Paso del Norte, a donde se retiraron algunos indios fieles sobrevivientes, españoles y el gobernador Don Antonio de Otermín.
San Lorenzo de El Escorial era la residencia del rey de España y el 19 de julio de 1589, allí se firmó una de las órdenes reales recibidas por Don Juan de Oñate, orden que lo autorizaba para realizar la expedición hacia el Nuevo México. Recordando la sede del rey y la fecha de la destrucción de Santa Fe, los sobrevivientes de la rebelión indígena de 1680 fundaron un poblado aguas abajo de Paso del Norte y lo llamaron San Lorenzo. Originalmente se encontraba más cerca del Río Bravo, pero una inundación forzó que se reconstruyera el templo más hacia el sur. En el lugar donde se encuentra actualmente con su pequeña imagen de San Lorenzo, esta es de las pocas posesiones que pudieron rescatar y traer consigo lo sobrevivientes de aquel suceso.
El 20 de diciembre de 1680, fray Ayeta escribe” todo el ejército permanece en el mismo río del Norte, dividido en tres divisiones, a dos leguas cada una de distancia. El gobernador y el cabildo se encuentran en San Lorenzo, (nombre dado para recordar el día de la destrucción que es el mismo cuando se celebra la Iglesia al santo) Con su Señoría se encuentra cinco religiosos, están construyendo con sus propias manos casas con postes y ramas. La segunda se encuentra lleva por nombre Real de San Pedro de Alcántara, donde otros cuatro religiosos se encuentran, la tercera es el Real del Santísimo Sacramento, donde el Predicador, Fray Álvaro de Zavaleta se encuentra como prelado junto con otros religiosos. Los religiosos remanentes se encuentran en el Convento de Nuestra Señora de Guadalupe…”
El 20 de octubre de 1680 Otermín escribía a sus superiores la importancia de reclutar 200 residentes y pagarles para conformar un presidio que vigilara las Misiones de Guadalupe, Nuestra Señora de la Soledad de los Janos, San Francisco Toma, Casas Grandes, Carretas y no perder esas poblaciones cristianizadas.
La Junta General decidió el 17 de enero de 1681, como medida sugerida por Otermín y sus superiores, el proteger a la población de El Paso y así evitar el paso de la rebelión a Parral y Sonora, aprobaron el establecimiento de un presidio con cincuenta hombres pagados. Esa resolución se apoyó en una cédula real anterior con fecha 25 de junio de 1680, esta autorizaba cincuenta hombres para un presidio en Nuevo México, con las mismas prerrogativas que el Presidio de Sinaloa. Esa petición había sido hecha al rey de España por Fray Francisco de Ayeta desde el 28 de mayo de 1679, el virrey la había también hecho el 19 de junio de 1679, antes de la rebelión de 1680.
Habiendo recibido la autorización, el gobernador Otermín enlisto a residentes de la zona para el presidio autorizado y así iniciar la reconquista de Nuevo México, la enfermedad no se lo permitiría. Otermín alcanzó a concentrar a los españoles en San Lorenzo y a la población indígena en la Misión de Guadalupe, en Corpus Christi de Isleta y en Nuestra Señora del Socorro.
Con el auxilio de los pobladores de la Misión de Guadalupe de los Indios Mansos del Paso del Norte y desde el poblado de San Lorenzo, el sucesor del gobernador Otermín, Domingo Girona Petriz de Cruzat dio principio a la restauración del Nuevo México, sin conseguirlo con plenitud,a pesar de su extensa gestión para un equipamiento adecuado. El mismo padre Ayeta asistió a la Junta General en la Ciudad de México el 27 de enero de 1683, apoyando a Girona declaro en su favor y logró regresar con cincuenta soldados montados y cincuenta carabinas para los soldados del presidio, recursos para construir un presidio y un incremento de diez a quince quintales de pólvora.
La recuperación del Nuevo México la consiguió completamente el Marqués de las Navas, Don Diego de Vargas Zapata y Luján, quien había relevado a Girona del gobierno de la provincia. La Misión del Paso del Norte fue capital de Nuevo México de 1681 a 1693.
Fue el 13 de octubre de 1693 cuando el gobernador de Vargas Zapata Luján Ponce de León Contreras partió de Paso del Norte con una colonia de 800 personas, voluntarios de la Nueva Vizcaya, y 17 frailes encabezados por el padre Salvador de San Antonio.
En 1706, se habían restablecido veintidós de las antiguas misiones, con una población de 15,000 habitantes y para 1710 se empadronaron en la Custodia de la Conversión de San Pablo 20,110 personas de todas castas, edades y sexos en las ocho jurisdicciones de que se componía la zona y la capital Santa Fe, estaba guarnecida por una compañía de caballería de 120 hombres.


































































