M.C. Luis Alfredo Romero T./ Comunicólogo
Los sacerdotes encargados de la parroquia El Señor de la Misericordia, Juan Orona y Víctor Pineda organizaron antes de Semana Santa una serie de ejercicios cuaresmales para vivir con mayor intensidad el triduo sacro y la Pascua.
El padre Víctor desarrolló y explicó un nuevo concepto, al menos para mí, que en el campo de la espiritualidad los expertos llaman acedia o la ausencia de sed y deseo de Dios en la vida.
Así como en la vida humana y la naturaleza existe la sequía que nos lleva a la deshidratación, mareo, decaimiento, sed, tristeza y hasta la muerte, como ha sucedido con los migrantes que se aventuran a cruzar el desierto o cuando vemos el cadáver de un árbol seco y de tronco ancho que un día estuvo lleno de vida y de pájaros, lo mismo sucede con la vida espiritual, porque la ausencia de Dios y de la sed de Dios en nuestra vida, nos lleva a una sequía espiritual con sus manifestaciones y síntomas, entre las más conocidas: la angustia, desolación, tristeza, amargura, soledad, depresión, llanto, ira, ansiedad, pérdida de interés en lo que antes nos motivaba, infelicidad.
A veces estamos tan secos que ni cuenta nos damos del problema, no lo percibimos por estar en múltiples afanes o en apegos enraizados, pero alejados de Dios. Sin embargo, algo intuimos, algo escuchamos en nuestro interior que nos dice que no estamos del todo armónicos, porque podemos tener un equilibrio en nuestro físico, estamos sanos y fuertes. Nos emocionamos en la fiesta, en el partido de futbol, en la pelea de box y hasta llevamos buenas relaciones sociales en el trabajo y en el grupo al que pertenecemos, pero el hueco sigue estando allí. No hay una felicidad completa, está ausente la vida espiritual.
La misma ciencia nos lo propone al definir al hombre no únicamente como un ser biopsicosocial, sino que, al agregar la dimensión espiritual, abre todo un campo de estudio e investigación a esta característica de nuestra esencia y naturaleza humana. En algunas escuelas de medicina ya se incluyen cursos de Teoterapia, como una práctica de meditación u oración obteniéndose con ella mejores resultados en los tratamientos terapéuticos.
Tal vez el más destacado aporte científicoteísta lo hace Víctor Frankl, médico de origen judío, quien, desde el campo de concentración nazi, donde todo era muerte física y mental, fundamenta en medio del sufrimiento, su Logoterapia, afirmando que la vida tiene sentido bajo cualquier circunstancia, porque tenemos la libertad para escoger la actitud que más convenga a nuestro equilibrio físico, mental, social y espiritual.
Frankl con principios como el sentido de vida, la libertad, la responsabilidad y los valores, llega a establecer una ley en su teoría considerando al hombre como un ser también espiritual. La espiritualidad frankliana no es exactamente lo que el cristianismo entiende por espiritualidad, como la necesidad, el deseo y la sed de Dios. No obstante Frankl asegura que el hombre en sus más altas manifestaciones humanas como el amor, la justicia, la solidaridad, en su dimensión espiritual, busca la autotrascendencia, anhela salir de sí mismo y se proyecta hacia los demás. Pretende así, alcanzar el Suprasentido o el final que todos buscamos, a Dios.
El padre Pineda en su exposición de la acedia, continuó diciendo “a veces estamos tan secos de lo espiritual que ni siquiera lo percibimos. Pero debemos perder el miedo y con valentía, asomarnos a nuestro interior para conocer nuestra sed espiritual”.
La teoría frankliana dice “…justamente en la capacidad que tiene el hombre de autodistanciarse y apartarse de lo psicofísico, es que se manifiesta su parte espiritual”
El padre Pineda dijo “un requisito para reconocer nuestra sed espiritual, es reconocernos sedientos” A lo que la Logoterapia considerará que estamos experimentando una crisis. “Porque únicamente cuando el hombre entabla un diálogo consigo mismo, se despliega o aparta lo espiritual de lo físico y lo psíquico. El carácter dialógico del hombre, está también dado con la conciencia y con Dios”
El ser humano fue creado por Dios a su imagen y semejanza por lo tanto somos la única criatura que puede relacionarse con Dios, dijo el padre Pineda. Esta potencialidad de relacionarnos con Dios, es un regalo divino, pues por nuestra esencia y naturaleza contamos con inteligencia, voluntad y capacidad de amar.
Tenemos la tendencia de buscar algo superior, de trascender en el tiempo. El deseo natural de trascendencia del hombre es porque Dios nos creó a su imagen y semejanza, terminó diciendo Víctor Pineda.
Este deseo de trascendencia en términos muy humanos lo propone Víctor Frankl al decir “que la persona es un ser que se autotrasciende. Es un ser abierto al mundo y está orientado a no quedarse en sí mismo, sino a salir al encuentro de algo o de alguien, más allá de si mismo, sin que por eso deje de ser él mismo”
El espíritu del hombre, dice la teoría frankliana, tiene la capacidad de salir hacia los demás y darse a sí mismo por Amor, a ellos o a una causa.
Si este deseo de trascendencia no lo canalizamos adecuadamente hacia los demás, hacia nuestros hermanos o hacia Dios, andaremos desorientados en busca de lo material y de los afectos perecederos que nos conducen a una insatisfacción total, desarmonía en nuestras dimensiones humanas, ausencia de felicidad y paz interior.
Sin embargo, cuando somos conscientes de nuestra sed y deseo natural de Dios, y conscientes también de nuestro deseo humano de trascendencia y orientamos las dos necesidades en una sola dirección, la sed consciente se convierte en vínculo entre Dios y nosotros; nuestro deseo humano de trascendencia entre nosotros y los demás, será más lógico, encontrando así nuestro sentido de vida pleno, de trascendencia humana y espiritual: Dios.