Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con gran amor de padre y pastor. Domingo Quinto de Cuaresma. También hemos iniciado el mes de abril… Ya llevamos tres meses del año y estamos a una semana de la Semana Santa. Vamos llegando a la meta, como dice el texto, a Jerusalén, a la Pascua del Señor.
Hoy el evangelio de san Juan nos narra un hecho muy especial y significativo. Primero nos dice san Juan que Jesús se retiró al Monte de los Olivos a estar a solas, seguramente en el silencio, en la oración. Con esto nuevamente Jesús nos enseña a orar, que es una de las tareas de toda la vida, pero en particular de la Cuaresma, Jesús ora.
Nosotros durante este tiempo de cuaresma de alguna manera nos retiramos al monte a orar, a fortalecer nuestra fe.
Muy de mañana se presenta con sus discípulos, ante una gran multitud de la gente que lo seguía a escucharlo y para llevarle enfermos que los curara… dice el texto que los fariseos y escribas le llevan a una mujer, no dice el texto cómo, pero suponemos que arrastrando, jalándola… ‘te traemos a esta mujer sorprendida en adulterio’, lo cual es verdad, aquella mujer fue sorprendida en adulterio, pero la actitud de los fariseos es de hipocresía, le quieren poner una trampa, siempre apegados a la ley, y le dicen: ‘maestro, la ley manda apedrear a estas mujeres, -la ley era muy estricta con esto- ¿Tú qué dices?’, -pregunta venenosa. Pero Jesús, entendiendo la trampa de aquellos hombres fariseos no hace caso, guarda silencio.
Era consciente Jesús de aquella falta, Jesús que todo lo sabe, sabe quién es esa mujer, pero no dice nada y se queda pensando, como escribiendo algo en la arena, mirando hacia el suelo. Y los fariseos le insisten. Entonces Jesús dice una frase muy bella y profunda que es para todos nosotros: ‘Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra’. Pues ninguno. Todos aquellos hombres acusadores también son pecadores. Ninguno era libre de culpa y se fueron retirando.
Hermanos, nos podemos convertir en fariseos y acusadores de los demás, ‘aquél hizo esto o lo otro, merece la muerte, el castigo’… jueces implacables al condenar al otro, como a esta mujer, con la ley… la ley, la ley.
Vivimos tiempos donde hay tantas acusaciones que pueden ser ciertas. Pero la intención de aquellos hombres era perversa: buscar solamente el castigo y hacer caer en la trampa a Jesús. Pero Jesús fue sabio, dijo la frase y se fue. Cuando alzó la cabeza, se encuentran solos la mujer y él. Y pregunta ¿No te han condenado? Y aquí la parte hermosa del Evangelio: “Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”…¡Qué hermosas palabras de Jesús a la mujer y qué hermoso que hoy me las dice a mí, que también soy pecador. Todos hemos pecado y el Señor nos perdona.
Así como le dijo a la mujer, Jesús no vino a condenar al mundo, vino a salvarnos y es compasivo y misericordioso, nos perdona, no condena, nos da una nueva oportunidad, nos muestra su amor y misericordia y este tiempo de Cuaresma es de conversión, de cambiar nuestra vida y mejorar ante la misericordia de Dios manifestada en su Hijo. Pero hay que valorar lo que dijo: Vete y ya no vuelvas a pecar.
El perdón implica una conversión, el arrepentimiento, la misericordia recibida de Dios implica un cambio. ‘No vuelvas a pecar’ es lo importante, mejorar, hacer el bien, dejar a ese hombre viejo y comenzar una vida nueva en Cristo, el Señor.
Por eso hermosas son palabras del profeta Isaías en la primera lectura: ‘Yo voy a realizar algo nuevo, ya esta brotando, algo nuevo’. Lo que dice el profeta se realiza en Jesús, que nos renueva y transforma. Y sigue diciendo el profeta, ‘Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran ríos en la tierra árida, es el Señor el que obra el cambio, su amor y misericordia, su gracia…su Pasión, Muerte y Resurrección son vida, son salvación para cada uno de nosotros. Él quiere realizar en nosotros algo nuevo desde ese perdón ‘Yo tampoco te condeno, vete y no vuelvas a pecar’.
Por eso el salmo dice: “Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor”.
Este tiempo de Cuaresma debe ser para conocimiento de Dios, de Cristo, amar a Jesús.
Y San Pablo menciona cinco cosas para conocer a Jesús: 1. Conocerlo, 2. Experimentar la fuerza de su Resurrección, 3. Compartir sus sufrimientos, 4. Asemejarnos a su sufrimiento, 5 La esperanza de resucitar con Él. Todo lo que ganamos en Cristo, el Señor.
Queridos hermanos, ya estamos a unos días de la Pascua, sigamos orando, buscando ese retiro en silencio para ponernos en la presencia del Señor, que es rico en misericordia. La bendición de Dios Todopoderoso permanezca siempre con ustedes. Un abrazo.