Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho cariño en estos días calurosos…hay que disfrutarlos pero también cuidar la salud. Domingo décimo tercero del Tiempo Ordinario. Jesús llama, llamó a los apóstoles, a Mateo le dijo ‘sígueme’, siempre llama y a cada uno de nosotros nos ha llamado a una vocación: la vida consagrada, matrimonio, familia, el sacerdocio. Hoy el evangelio de san Mateo nos habla del requisito del llamado, cómo debe ser la respuesta nuestra ante el llamado que Cristo nos hace. El evangelio es duro, fuerte, radical.
Dice Jesús a sus apóstoles ‘el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí’. ¡Qué difícil, qué frase tan fuerte! y sigue diciendo ‘el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí’.
Veamos el contexto, lo que realmente nos quiere decir Jesús: nos invita a ser sus discípulos y al decirle nosotros ‘sí acepto tu invitación, te seguiré por este camino’ eso implica fidelidad al llamado, a la vocación, al discipulado, a que Jesús sea el centro de mi vida. Y hacerlo el centro de vida va a influir en mi vida de esposo, de padre, madre, sacerdote o consagrada.
¿Quiere decir que me está pidiendo que haga menos a mi papá o mamá?, ¡Por supuesto que no!, pero nos dice que si centro mi fe en Jesús, entonces esa fe me lleva a seguirlo, eso implica fidelidad en mi vocación.
Por otra parte, la otra expresión es ‘El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí’. Acepto seguir a Jesús como discípulo de la cruz, entendiendo la cruz como sacrificio, entrega en cualquier vocación, no en sentido lastimoso, sino entender la Pasión de Cristo, que murió por mí y vivir con esa entrega, igualmente como Él se entregó, es decir, cada uno tomar la cruz en todos los aspectos.
Sigue diciendo: ‘el que salve su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, se salvará’. Salvar la vida desde mi fe y mi unión con Jesús; si desvío mi camino, mi morada, me aparto de Cristo, voy a caer en el pecado, en el mundo y entonces me voy a perder, va a perder sentido mi vida, pero si sigo a Jesús y permanezco fiel recibo la promesa: ‘el que pierda su vida por mí, se salvará’. Él nos salva, nos ha salvado. Y seguir a Jesús implica vivir como hombre salvado, vivir la salvación de Jesús en mi vida.
La tercera parte del evangelio: ‘quien me recibe a mí, recibe al Padre que me ha enviado’. Esto nos invita pues a acoger, a aceptar, a recibir a Jesús, que es enviado, en nuestra propia vocación, sea cual sea.
Por eso en la oración colecta decimos ‘Dios, que mediante la gracia de la adopción filial que hiciste que fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las tinieblas, sino que permanezcamos vigilantes en el esplendor de la verdad’.
Tres elementos importantes de esta oración para vivir la vocación: Ser fiel en mi seguimiento de la Cruz; la gracia – no podemos solos, necesitamos la gracia de Dios, su amor, vida y palabra y su espíritu- y tenemos que ser luz en este mundo de dificultades y de tinieblas, no envolvernos en el error, en lo que le mundo nos propone, sino mantenernos vigilantes en el esplendor de la Verdad con mayúscula.
Por eso seguir a Jesús implica una donación, una entrega, un anuncio, un testimonio. ¡Qué hermoso el texto de la segunda lectura! que nos habla de seguir a Jesús pues estamos llamados a ser hombres y mujeres de Dios.
Si damos buen ejemplo y buen testimonio, eso vamos a reflejar, si vivo mi vocación a plenitud, soy servicial y predico a Dios con la obra y la Palabra, eso vamos a transmitir: reflejar a Dios, a Cristo.
En un mundo lleno de noticias malas, de asesinatos, guerras, los hombres debemos transmitir noticias buenas, bendiciones, bondad a los demás. Que nuestro ministerio o vocación sea para dar cosas buenas.
¿Cómo estoy siguiendo a Cristo? es una pregunta que debemos hacernos todos con el afán de convertirnos, de experimentar un cambio.
El Señor me llama y yo le digo que sí, para renovar el don que hemos recibido. Por eso nos dice san Pablo: ‘Todos lo que hemos sido incorporados a Cristo por medio del Bautismo, hemos sido incorporados a su Muerte -ahí está la cruz-, hemos sido incorporados para resucitar, porque así como Cristo resucitó, así nosotros llevemos una vida nueva, siguiendo a Jesús.
Que el Señor les bendiga y fortalezca. Cuídense mucho de estos calores y que tengan buen domingo. Un abrazo.