Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Excelente domingo, les saludo con mucho cariño. Domingo 17 del tiempo ordinario, día descanso, de familia, día de encuentro en la fe. En este domingo nos vamos a centrar en el evangelio que es muy importante, relata un milagro muy conocido: la multiplicación de los panes.
Dice san Juan en el evangelio que este milagro lo hace en un tiempo cercano a la Pascua. Juan es muy teólogo, relaciona el milagro de la multiplicación de los panes con la Pascua, donde Cristo instituye la Eucaristía. Hablamos de la multiplicación de los panes, y hablamos del Pan de la vida, del pan eucarístico. Por eso es importante acentuar este aspecto, estaba cerca de la Pascua. Con este milagro, que es extraordinario, maravilloso, anuncia prepara a sus discípulos un milagro mayor, la Eucaristía. Da de comer a más de cinco mil hombres, pero también nos da a a comer su Cuerpo, nos da a beber su Sangre.
Comienza diciendo san Juan que Jesús se embarcó y fue a la otra orilla del mar de Galilea. Siempre Jesús anda de un lugar a otro, en el desierto, en la montaña, en la plaza, varias veces se sube a una barca y predica ahí, siempre predicando; la gente lo escucha, lo sigue, dice también san Juan. Habían visto sus milagros, lo seguían por curiosidad, por la necesidad de sanar, una petición, en fin lo veían por muchos motivos, pero habían visto sus milagros. Jesús desciende de la barca y como siempre, una gran multitud, como hace ocho días, hoy también ve a la multitud en el desierto, mucha gente en el calor, con hambre natural sin tener que comer, pero también con hambre de Dios, por eso el milagro tiene un doble significado: saciar el hambre material, pero también saciar el hambre de Dios. Jesús la sacia porque es el hijo de Dios y nos muestra al Padre.
Algo por resolver
Ve a la multitud y lanza una pregunta a Felipe, como para ponerlo a prueba ¿Cómo compraremos pan para que coman todas estas personas. Más adelante san Juan dice el número: cinco mil, contando solamente los hombres. Una pregunta que resulta difícil por estar en el desierto, en despoblado, lejísimos, son muchos. No hay respuesta. Los desafíos de la vida, la problemática a la que nos enfrentamos, las situaciones incómodas son difíciles, muchas veces no hay respuestas ante los retos y dificultades que nos presenta la vida, pero Jesús pregunta ¿Qué vamos a hacer para alimentar a esta gente?
Felipe responde con sinceridad y franqueza: ni con doscientos denarios de pan vamos a alcanzar…es la realidad. Es difícil, humanamente complicado, pero luego, Andres, otro de los discípulos interviene: ‘Aquí hay un chamaco que trae cinco panes y dos pescados’… poco, nada, ¿Qué es esto para tanta gente? Pero aquí hay un sentido de esperanza: ¡Algo tenemos!, no hay que desesperarnos, no hay que, como la avestruz, meter la cabeza en la tierra y no querer saber nada, sino buscar soluciones, ayudarnos entre todos.
El problema, dice Felipe, es difícil. Por una parte reconocer nuestra realidad y enfrentarla, cualquiera que sea esta, y por otra parte, el sentido de esperanza: ahí está Jesús, los discípulos, la gente y aquí esta este joven con algo que aporta, que pone a disposición.
Y aquí viene la pregunta para mí y para ti. Todos tenemos cinco panes y dos pescados, Dios nos da la vida, inteligencia, manos, pies, corazón, pensamientos, valores, talentos, vida. ¿Cuáles son tus cinco panes, cuáles son tus dos pescados para ponerlos al servicio de los demás?
Usar nuestros dones
Escuchábamos también el domingo pasado que el Espíritu Santo derrama sus dones para el bien común: mi familia, mi comunidad, mi Iglesia…esos cinco mil es la humanidad, somos todos, que vivimos a veces en el desierto de la vida, con dificultades, alegrías, cada uno en su espacio, de repente como que se nos cierra el mundo, me bloqueo, soy perezoso, apático, mejor no hago nada y el problema crece, por eso Jesús pregunta: ¿Qué vamos a hacer? que tenemos aquí al joven con cinco panes. Pero la pregunta ahora es para cada uno de nosotros ¿Qué vamos a hacer ante los retos del mundo de hoy?
Jesús conoce nuestra realidad. Sigue habiendo hambre no sólo en sentido material, sino moral, espiritual, eclesial, de fe. Jesús esta en medio de nosotros para realizar el milagro de la multiplicación de los panes, pero es importante que tú aportes lo tuyo, por eso tus cinco panes, tus dos pescados, apórtalos, compártelos, y Jesús hará el resto. En la medida en que tomemos conciencia de que no somos dueños, sino administradores. Lo que Dios me da, mis cinco panes, es para ponerlo al servicio de todos, para mi sustento, pero siempre para el bien común.
Lo que Jesús realiza entonces es lo que en la Eucaristía, en el momento de la consagración, también se vive, por eso es una relación entre el milagro, y la multiplicación de los panes y la Eucaristía.
Jesús nos invita hoy a valorar lo que el Señor nos da, mis cinco panes y dos pescados en el momento en que los una en la Eucaristía, en la ofrenda, para que Jesús los tome, dé gracias, los bendiga y los ofrezca a Dios como Él se ofrece a si mismo y nos regala su Cuerpo y su Sangre para que tengamos vida, y vida en abundancia.
La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Feliz Domingo.