Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho cariño. Estamos en el Domingo 17 del Tiempo Ordinario. Vamos avanzando y nos vamos adentrando en este tiempo con textos bíblicos hermosos.
Hoy la Palabra de Dios es muy alentadora y nos da luces. Vamos a partir del Evangelio. Jesús siempre evangelizando, anda en todos los lugares, hoy nos dice san Juan que está a la orilla del Mar de Galilea, de los paganos, alejado del centro que es Jerusalén, donde inicia su ministerio pastoral y recurre constantemente a esta zona.
Y como siempre mucha gente lo sigue, Jesús sube a un monte, está con sus discípulos, está con ellos y ve a la multitud que lo sigue y entonces viene algo muy importante: se pregunta a sí mismo y les pregunta los discípulos, en particular a Felipe, a ver cómo reaccionan. Jesús nos lanza señales a ver qué vamos a responder.
Dice a Felipe ¿Cómo compraremos pan para que coma toda esta gente? Obviamente le dice Felipe ‘No hay tiendas, estamos en despoblado, no podemos hacer nada’.
A veces somos negativos, pesimistas, o limitados y frágiles, que de momento nos podemos ver sin nada ante la realidad y los problemas de la vida, ante el trabajo, la fe y circunstancias que cada uno tiene.
En esas circunstancias, los discípulos se vieron desarmados y dijeron ‘Señor, no tenemos nada’, pero otro discípulo dijo: ‘aquí hay un muchacho que trae cinco panes y dos pescados’.
Esta segunda parte de la enseñanza es que siempre tenemos algo, siempre podemos rescatar cosas buenas, no caer en la desesperanza de que no se puede hacer nada y derrotarnos a nosotros mismos.
A veces nos dicen: pon la lista de cosas buenas que tienes, ponemos dos o tres; y nos dicen pon lo malo, ¡y sale una lista larga! A veces somos pesimistas. Pero siempre surge algo bueno, siempre hay un muchacho que nos da esperanza, un muchacho que trae cinco panes y dos peces.
Hay muchas cosas buenas y toda la humanidad tenemos nuestros cinco panes y dos pescados para hacer algo, y entonces viene la obra de Dios, la parte maravillosa.
Jesús dice a los discípulos: dile a la gente que se siente, y los discípulos obedecen, y dice el texto hermosamente: tomó el pan, dio gracias a Dios, se los fue repartiendo, tomó los pescados y los bendijo y se los dio a los discípulos para repartir a la gente.
Mis cinco panes, mis dos pescados, mucho o poco, pero es lo que tengo y junto con ello, a Jesús, su gracia, su amor, su luz, su obra salvadora, que viene a multiplicar lo que nosotros podemos ofrecer.
¿Qué tienes hermano para ofrecernos? Descubre o pídele a Dios que te dé la luz para que descubras tus cinco panes. Dios te ha dado talentos, dones, carismas, habilidades; ofrécelo para ti, para tu salvación y felicidad y realización como persona, pero sobre todo para los demás.
Esos cinco panes Jesús los multiplicó y todos comieron hasta saciarse, ¡Qué hermoso pasaje la multiplicación de los panes!, ese milagro se puede repetir cada día en cada uno de nosotros.
A veces estamos desesperados, cansados de que no tenemos nada, pero sí, ¡Sí tienes! ten fe y confianza en Dios, en ti mismo, en los demás, y si sumamos mis cinco panes, vamos a sumar y confiar en Dios, Él hace el resto y toma mi vida como tomó aquellos panes. Da gracias a Dios porque te bendice para que ese pan que somos todos, se reparta, ¡Ahí está el verdadero milagro que el Señor quiere significar en ti y en mí! para alimentar a los demás, fraternalmente.
Incluso, dice el texto, sobraban panes; siempre el amor de Dios es abundante. Tantas cosas que tenemos ofrecerlas a Dios y Él lo va a tomar, lo va a bendecir y a multiplicar.
Que tus cinco panes y pescados se multipliquen por la mano de Dios y ser generosos y compartir con los demás. Y dar frutos, no solo materiales.
San Pablo, en la segunda lectura nos indica todos los pasos que nos pide Dios para dar frutos, porque a eso estamos llamados.
La Palabra de Dios hoy nos da muchas luces para reflexionar en nuestra vida de fe. Y la pregunta clave de la cual podemos partir es ¿Cuáles son tus cinco panes y dos pescados?, ¡Descúbrelos!, preséntalos a Dios y Él los toma y los multiplica para que los des a los demás, repártelos en la humidad y en el Amor, siempre con la fuerza del Espíritu Santo.
Que nuestra Madre Santísima nos proteja siempre. La bendición de Dios Todopoderoso permanezca con ustedes, un abrazo, cuídense mucho.