Buen domingo. Les saludo con mucha alegría, siempre con el gozo de compartir alguna reflexión con ustedes. Quisiera señalar varios aspectos del penúltimo mes del año, noviembre, sobre las fiestas que acabamos de pasar: Todos los Santos y fieles difuntos. Tuve oportunidad de ir al Panteón San Rafael, mucha gente muy motivada porque ahora sí se permitió visitar las tumbas de sus familiares. Mucho trabajo en la recta final del año.
En este Domingo 32 del Tiempo Ordinario, el evangelio de San Marcos nos indica de alguna manera dos caminos o actitudes: una falsa, equívoca, otra que es la correcta, que Cristo nos propone y toca a nosotros decidir qué actitud seguir, cuál es mi compromiso de fe.
Comienza el evangelio con una expresión muy fuerte dirigida a los escribas y ahora a nosotros.
Les señala la actitud del individualismo, de la soberbia de quienes buscan los primeros lugares, los asientos de honor, los primeros puestos en los banquetes; estos recibirán un castigo muy riguroso, camino de perdición, egoísmo, soberbia que no es compatible con la fe, con el discípulo de Cristo. Jesús lo repite en muchas ocasiones a todos: la sencillez y humildad. Ese es el otro camino, el camino del evangelio, de Cristo.
Y lo dice observando a manera de ejemplo a una viuda pobre, humilde, sencilla, que se presenta en el tempo y en la alcancía deposita tres moneditas, dice el texto, de muy poco valor aparentemente. Sin embargo, Jesús hace notar que esa viuda dió todo lo que tenía, compartió todo, no se quedó con nada y dice ‘yo les aseguro que es pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos’, más que los que depositaron más dinero, pero del que les sobra.
Aquí se nos muestra el camino de la soberbia contra el camino de la sencillez, de compartir.
¿Cuál camino elegimos?
¿Qué camino o estilo de vida queremos seguir?
Si de verdad creemos en Jesús, si de verdad nos decimos y queremos ser discípulos de Cristo, debemos, como la viejecita pobre, dar todo, compartir con generosidad y rechazar esos privilegios que a veces andamos buscando, esos primeros puestos como los mismos discípulos querían tener.
Dice el papa: Prefiero una Iglesia lastimada, herida por salir a predicar el Evangelio, que una Iglesia atada de manos, encerrada, sin hacer nada. Como decimos los obispos en el Plan Global de Pastoral, una Iglesia pobre para los pobres, misionera, comprometida con las causas sociales, con el desarrollo de las personas, su dignidad, Iglesia que evangeliza, que es misericordiosa. Eso lo podemos hacer solamente con la ayuda de Dios, con la gracia de Dios, con su alimento, con la fuerza del Espíritu pidiéndole a Dios su gracia, que nos dé un corazón bueno.
Qué hermosa la primera lectura del Libro de los Reyes, cómo el profeta Elías, que va en camino a Sarepta y se encuentra con una viuda que va con su hijito, y le enseña que Dios provee.
El Salmo responsorial, que te invito a reflexionar, dice, ‘El Señor siempre es fiel a su palabra’, nunca me abandona, no se olvida de mí, alivia mis dolores, me acompaña, me sustenta, es un Dios compasivo y misericordioso. Y ese Dios misericordioso quiere que también seamos solidarios como la viuda, compartir nuestra vida y bienes, nuestros talentos y lo que el Señor nos da, compartirlo con el más necesitado.
Estamos llegando al fin del Ano litúrgico con la Solemnidad muy cercana de Cristo Rey.
Vendrán textos que nos inviten a un examen de conciencia sobre nuestra vida cristiana, cómo estamos viviendo nuestra vida ¿ Hemos tenido un corazón bueno como la viuda del desierto o del evangelio o nos ha ganado el egoísmo y la soberbia de los escribas, como dice el evangelio?
Sigamos viviendo estos días últimos del año litúrgico en actitud de revisión y de conversión, y pensar qué cuentas le voy a entrega a Dios.
Pide oración por Asamblea
Hoy les pido una oración por todos los obispos. Esta semana tendremos nuestra Asamblea Episcopal, finalmente nos vamos a reunir presencialmente con los cuidados propios, pero qué bueno que nos reunamos físicamente.
Vamos a estar en reflexión, ver a nuestro México cómo andamos, evaluación de cargos episcopales y elecciones. Nos ponemos en las manos de Dios y les pido su oración por mí y por todos los obispos, para que sepamos responder positivamente al proyecto de Dios en favor de nuestro pueblo y nuestra Iglesia en México.
La bendición de Dios permanezca siempre con ustedes. Un abrazo.