El Himno de la Caridad llevado al matrimonio
Hay que hablar del amor verdadero, del verdadero amor de Dios, para luego hablar del matrimonio y de la familia. Por eso el papa propone al inicio un análisis muy exhaustivo, muy hermoso, muy bíblico del Himno de la Caridad de san Pablo en la Primera Carta de Corintios, en el capítulo trece muy bien conocido que se lee en los matrimonios, pero que se aplica a todo cristiano, a toda la vida cristiana, a todas las vocaciones, particularmente, sí, al matrimonio, a la familia.
Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucho cariño. Vamos a reflexionar una parte del capítulo cuarto titulado “El amor en el matrimonio”. Es un capítulo muy extenso que da mucho pie a reflexionar y lo vamos a estar meditando en varias partes que voy a compartir con ustedes.
Nos dice el papa al inicio de este capítulo que es importante hablar del evangelio del matrimonio, del evangelio de la familia. Hablando primero del amor como fundamento, hay que hablar del amor verdadero, del verdadero amor de Dios, para luego hablar del matrimonio y de la familia. Por eso el papa propone al inicio un análisis muy exhaustivo, muy hermoso, muy bíblico del Himno de la Caridad de san Pablo en la Primera Carta de Corintios, en el capítulo trece muy bien conocido que se lee en los matrimonios, pero que se aplica a todo cristiano, a toda la vida cristiana, a todas las vocaciones, particularmente, sí, al matrimonio, a la familia.
Es conocido muy bien este pasaje y va enumerando una serie de características que describe este himno de la caridad, que son características del verdadero amor.
Primera característica, la paciencia. Dice: Dios es lento para la ira (Éxodo 34, 6) Dios nos da ejemplo de paciencia, es lento a la ira, rico en misericordia, y nos invita el papa a que las personas no se dejen llevar por lo impulsos y por tanto deben evitar agredir. Hoy escuchamos noticias, vemos muchas reacciones de impulsos, no aguantamos nada, no nos quedamos con nada luego y luego el impulso a contestar, hasta a agredir, en todos los ámbitos. Por eso nos invita el papa a la paciencia. La paciencia de Dios es el ejercicio de la misericordia. Paciencia que no significa “ser dejado”. Dice el papa: dejar que me maltraten, dejar que me hagan todo lo que quieran, tolerar todo tipo de agresiones, ¡no, no!. Se trata de no responder agresivamente, sino con misericordia. La paciencia pues es la primera característica del amor verdadero.
Segunda característica, el servicio. Actitud de servicio. La paciencia no es pasiva, va acompañada de una postura totalmente activa, la reacción dinámica y creativa ante los demás indica que el amor beneficia y promueve a los demás. El amor es servicial, es verdadero amor cuando deveras mi amor beneficia y promueve en todos los ámbitos a los demás. ¡Seamos serviciales!, ¡promovamos y beneficiemos siempre al otro!
Tercera característica del amor señalada en este himno de la caridad, “no tiene envidia”. En el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien del otro. Eso es algo que a todos nos pasa más de una vez, hay quien más, hay quien menos, nos da envidia que el otro tenga, que el otro posea, que el otro esté feliz, que al otro le vaya bien y a mí no. El papa dice ¡no!, no debe haber cabida en el amor para ese tipo de malestar por el bien del otro. La envidia es tristeza por el bien ajeno, como lo maneja el papa: eres envidioso, quiere decir que estás triste, eres infeliz y por eso te molesta que el otro sea feliz. La envidia nos lleva al propio yo, el verdadero amor valora los logros de los demás.
Una cuarta característica de este amor verdadero, “no hace alarde”. Es decir, no presume, no se vanagloria. La vanagloria, dice el papa, es el ansia de mostrarse como superior al otro, creerse más que el otro, “yo te lo demuestro, te lo hago sentir, te presumo”, ¡no!, el amor no es arrogante, no se agranda ante los demás y utiliza una frase de Primera de Corintios, del capítulo 8, versículo primero: “la ciencia hincha el amor”, edifica. Entonces ¡cuidado!, no vanagloriarnos aunque tengamos muchas cualidades y talentos, hay que ponerlos al servicio de los demás. El amor edifica, construye y para eso se requiere una cualidad: la humildad. Aquí la humildad aparece como algo que es parte del amor en la familia. Esto aplicado a la familia, dice el papa, en la familia no puede reinar la lógica del dominio de unos para con otros. ¡Qué triste encontrar en la familia ese tipo de sentimiento! “yo soy más, yo tengo más, yo me creo, tú no, ¡no!. La humildad, la sencillez ante todo. Una quinta característica del verdadero amor basado en este himno de la caridad es la amabilidad. Ser amables. El amor es amable, amar es también volverse amable. Nada de rudezas, nada de descortesías, nada de ser duros, dice el papa. Tocando el tema de la cortesía insiste en que la cortesía es un escuela de sensibilidad. Hoy tenemos que ser sensibles a lo que pasa, a la esposa, al esposo, a los hijos. Ser sensibles es interesarme por el otro, es desinterés: lo hago porque me nace, porque te quiero, porque no busco nada a cambio, lo hago por amor.
Esto exige que la persona aprenda tres cosas, tres verbos, dice el papa, a sentir, ser sensibles, hablar, hay que hablar con prudencia, respeto, verdad, pero también dice, en momentos hay que callar. La amabilidad nos invita a esa tres cosas, a sentir, hablar, pero también a momentos callar. Todo ser humano está llamado a ser afable con los que lo rodean. Una mirada amable siempre es bien vista, una persona, dice el documento, “antisocial”, que luego decimos, “trae cara de amargura, de vinagre”, como luego dice el papa, luego, luego causa malestar. Una persona antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus necesidades ¡no!.
Una sexta característica del amor verdadero es el desprendimiento. El amor no busca su propio interés, no se busca a sí mismo, por tanto hay que evitar darle prioridad al amor, a sí mismo, sino el amor a los demás. Luego utilizan una palabra, una frase de esas que luego son muy importantes, que resumen todo, de santo Tomás: “pertenece más a la caridad querer amar, que querer ser amado”. Desprendimiento total, ver por el otro. El amor puede ir más allá de la justicia, inclusive, y desbordarse gratis. Una entrega total como el amor de Cristo, que se entregó gratuitamente por nosotros.
Una séptima característica del amor verdadero es no caer en la violencia interior. ¿qué significa esto? Se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante otros. Es importante esto: no caer en esa violencia interior, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante otros. El evangelio nos invita a mirar la viga en el propio ojo y el papa nos da una recomendación muy práctica para todo cristiano, para las familias en particular: nunca hay que terminar el día sin hacer las paces con la familia. ¡Híjole! ¡Qué difícil! ¡qué tarea!, ¡qué recomendación! Y en la familia, y en el presbiterio, y en la vida consagrada, y con los vecinos, y con todo mundo, claro, en la familia y el matrimonio se aplica muy bien: “nunca hay que terminar el día sin hacer las paces”.
Y aquí viene otra octava característica del amor verdadero, que va unido al otro punto: el perdón. Si dejamos que el mal sentimiento penetre en nuestro interior, dejamos lugar al rencor, un mal sentimiento. Si lo dejamos ahí, se convierte en rencor que se añeja luego en el corazón, lo contrario a eso es el perdón, perdón, que es una actitud positiva, que es intentar comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona, a ejemplo de Jesús en la cruz, que estando para morir exclama: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Ahí nos está perdonando, nos excusa, dice: “no saben” y por ignorancia me están matando, ¡perdónales! … el perdón es posible y deseable dice el papa, lo cual no quiere decir que es fácil. La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de paciencia para perdonar. Entonces necesitamos primero pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos. Cuántas veces decimos, yo estoy bien, yo no hice nada, negamos nuestros propios males. Primero la experiencia personal y liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos, pero esto supone también la experiencia de ser perdonados por Dios. Primero, la experiencia de ser perdonados por Dios, segundo, la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos, para luego nosotros perdonar al otro.
Una octava característica es “alegrarse con los demás”. Se regocija con la verdad, se alegra con el bien del otro, se reconoce la dignidad de otras personas, se valora capacidades del otro, se reconocen las buenas obras del otro. Eso es alegrarse con los demás.
Una novena característica del amor verdadero es “disculpa todo”, cree todo, soporta todo espera todo. Palabras fuertes en este himno que, se dice ahí, que pasamos por alto, no cumplimos, no llegamos a ese ideal. ¡El amor lo disculpa todo, el amor cree todo, el amor soporta todo y espera todo! Es el dinamismo de la fuerza del amor.
Una décima característica es la confianza que hace posible una relación de libertad. El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, renuncia a poseer al otro, o a dominar al otro ¡no!, ¡libertad!… te amo, te respeto, te doy la plena confianza, la plena libertad, sin que espere una respuesta de fidelidad de parte del otro.
Una onceava característica de este amor es la espera. Indica la espera de quien sabe que el otro puede cambiar. Como a veces nosotros en la familia decimos: “tú no vas cambiar nunca, vas a ser el mismo”, ¡no!, espera sin límites es la cualidad, la virtud del amor que indica la espera de quien sabe que el otro puede cambiar, que es posible la maduración, implica esto aceptar que algunas cosas no suceden como uno desea o quisiera.
Una última característica del amor verdadero descrita en este himno de la caridad es “soporta todo”. Soportarlo todo es mantenerse firme en medio de un ambiente hostil, tener una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío. Todos tenemos desafíos en el matrimonio, en la familia, en la diócesis, en las relaciones, en el trabajo, entonces el amor es soportarlo todo, mantenerme firme en medio de cualquier hostilidad, en cualquier desafío.
Tenemos un último punto de este capítulo, unas pruebas muy importantes en que el papa resume toda esta descripción del verdadero amor en el himno de la caridad: es amar a pesar de todo.
En la vida familiar hace falta esa fuerza del amor que permite luchar contra el mal que la amenaza, el amor no se deja dominar por el rencor, por el desprecio hacia las personas, por el deseo de lastimar o cobrarse algo. El ideal cristiano, y de modo particular en la familia, es amar a pesar de todo.
Les saludo con afecto, con cariño, con grande amor de padre y pastor y les doy mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.