Lectio Divina correspondiente 28 de enero de 2024 IV Domingo del Tiempo Ordinario…Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Marcos 1, 21-28.
Fueron a Cafarnaún y, cuando llegó el sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar a la gente que estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los maestros de la ley. Había en la sinagoga un hombre con espíritu impuro, que se puso a gritar: -¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quien eres: el Santo de Dios! Jesús lo reprendió ordenándole: -¡Cállate y sal de ese hombre! El espíritu impuro lo retorció violentamente y, dando un fuerte grito, salió de él. Todos quedaron asombrados y se decían unos a otros: -¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva llena de autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus impuros y éstos lo obedecen! Pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región de Galilea. (Texto tomado de la Biblia de América).
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
¿A dónde llegó Jesús? ¿Qué día era? ¿En qué lugar entró Jesús y qué se puso a hacer? ¿De qué se quedaba admirada la gente? ¿Por qué? ¿Quién estaba en la sinagoga? ¿Qué se puso a gritar?
¿Qué le ordenó Jesús? ¿Qué hizo el espíritu inmundo? ¿Cuál fue la reacción de los presentes? ¿Qué sucedió a consecuencia de este milagro?
Breve Estudio Bíblico
Para comprender mejor el Evangelio de este cuarto domingo del Tiempo Ordinario consideremos que la obra de Marcos en su trama narrativa tiene el interés de resaltar, desde el principio, que la enseñanza de Jesucristo no se comprende sin su acción y que esta enseñanza tiene más autoridad que la de sus adversarios, los escribas (maestros e intérpretes de la ley del Antiguo Testamento). Para san Marcos “enseñar” es una actividad preferentemente de Jesús; lo hace en la sinagoga, a la orilla del mar de Galilea y en el Templo. Es significativo que el evangelista menciona que la enseñanza de Jesús tiene como novedad su autoridad que incluso da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen. Esta novedad no está en la doctrina misma, sino en la eficacia de su alcance, en lo que logra en las personas. Podríamos decir que lo más cercano es que “los animaba a tomar conciencia de algo”; así lo manifiesta su modo de enseñar y las consecuencias de su enseñanza. Por un lado, Jesús enseñaba mostrando algo, realizando algún signo (en este caso la expulsión del espíritu inmundo de aquel hombre en la sinagoga); por otro, enseñaba hablando del Reino, de cómo sería la vida si se viviera de acuerdo con los principios de Dios (Marcos 4, 1-34). Enseñaba con autoridad porque lo que decía y hacía experimentar generaba otra manera de ver la vida, otro modo de experimentar la esperanza. Esto lo hacía desde la cercanía y la auténtica compasión en especial con los más desprotegidos. Ante tal fuerza de la palabra de Jesús, que además era avalada por los hechos, no es extraño que se asombraran quienes le contemplaban. Una sola de sus palabras aniquiló a aquel espíritu inmundo representante de las fuerzas del mal que esclavizan a los hombres y se oponen al plan de Dios. De su hacer y decir, las primeras comunidades cristianas admiraron y recordaron a Jesús como aquel que “hizo y enseñó” (Hechos 1, 1). Por ello, su enseñanza no se comprende sin su acción, pues una sola palabra de Jesucristo basta para destruir la desdicha de los hombres.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
¿Qué es para mí la Biblia? ¿La acojo como Palabra de Dios? En mi comunidad eclesial ¿es el centro de nuestra formación y quehacer pastoral?
El Evangelio nos enseña que, ante las desdichas y necesidades de nuestros hermanos, no se trata de “ser buenos” ni de sentir que lo somos, pues podemos caer en la rutina de convertirnos en eternos e insistentes bienhechores ya que nos puede parecer más práctica la “limosna” o la ayuda sin compromiso que la auténtica compasión y la verdadera sensibilidad hacia nuestros hermanos. La fe que tienes, ¿en qué se fundamenta? Es decir, ¿prefieres ser “bueno” y sentir que lo eres o buscas realmente cumplir la voluntad de Dios de acuerdo con lo que Jesús hizo y enseñó?
La forma de enseñar y vivir de Jesús estaba acompañada por palabras y hechos que suscitaba en quienes lo contemplaban una nueva forma de vivir; ahora era desde Dios. ¿Esto se refleja en mi fe? ¿Vivo de acuerdo con la fe que profeso?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
te pedimos por toda persona
en quien has depositado el don de la enseñanza.
Infunde en ellos y en sus enseñanzas el espíritu evangélico.
Que, a ejemplo de santo Tomás de Aquino,
busquen iluminar el saber humano
con una fe enriquecida por el amor.
Amén
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
«Señor, que no seamos sordos a tu voz»
(Salmo 94).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
El Evangelio invita a reflexionar sobre nuestra fe y qué influencia tiene en nuestra vida, pues podemos ver que incluso el espíritu inmundo sabía quien era Jesús y aún así se oponía al proyecto del Reino de Dios. San Pablo en la segunda lectura nos invita a vivir constantemente y sin distracciones en presencia del Señor.
Propuesta: Hagamos el hábito de dedicar cada día tiempo a la oración y a la lectura de la Sagrada Escritura; asistamos a vivir la Santa Misa. Busquemos medios para conocer y alimentar nuestra fe. En nuestra diócesis existe la opción de estudiar en el Instituto de Teología o en el Instituto Bíblico. ¡Qué en nuestra vida esté presente Dios!
Primera Lectura: Deuteronomio 18, 15-20
Salmo 94
Segunda Lectura: 1 Corintios 7, 32-35
Color: Verde