Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Mi aprecio para todos ustedes, como obispo, padre y pastor. Hoy domingo VI del tiempo pascual resaltamos varias actitudes que tenemos que mostrar los católicos y todos los hombres: alegría, gozo entusiasmo, unidad en el amor del Padre e Hijo, y tercer aspecto importante de este domingo, el envío. Ese amor y alegría pascual en torno a Cristo resucitado, manifestarla en el mandamiento del amor: Vayan, los envío con la fuerza del Espíritu Santo.
En el evangelio de hoy, de san Juan, primero resalta el amor del Padre y del Hijo. La fuente del misterio pascual es el amor del Padre que nos envía a su Hijo, y del Hijo que se entrega por nosotros, que muere y resucita para darnos vida por amor. Y luego viene el ‘ámense’. El amor es la fuente de la vida cristiana, si no hay amor, somos incongruentes, dirá san Juan en otro pasaje: es el amor lo que nos distingue, por eso nuevamente hoy nos insiste Jesús ‘permanezcan en mi amor’, ámense, insiste Jesús, y que mi alegría esté con ustedes y sea plena.
Casi nunca hacemos referencia a la antífona de entrada. Quiero hoy leerla con ustedes para que la reflexionen “Con voz de júbilo anúncienlo, que se oiga, que llegue a todos los rincones de la tierra: el Señor ha liberado a su pueblo, ¡Aleluya!”. Por eso san Juan nos dice en su evangelio “Que su alegría sea plena” ¿Y cuál es la fuente de la alegría? Dios, que se nos manifiesta en el amor de Cristo. Y quien tiene una alegría, gozo, una experiencia feliz, lo anuncia, lo platica, lo comparte. Todos somos así: ‘me fue bien en mi examen, me fue bien en el trabajo, recibí una gran noticia…’ Hoy nos dice la antífona ¡Anúncialo, grítalo! que Cristo ha resucitado, que el Señor ha redimido a su pueblo. Y que la alegría del resucitado se exprese con buenas obras, con el testimonio.
La oración colecta va en el mismo tono de la antífona: concédenos Dios, continuar celebrando estos días con tanta alegría en torno al Señor resucitado. Y le pedimos su fuerza y gracia, para que esa alegría se manifieste en nuestras obras, ver por el prójimo, pues esa es la alegría de Dios.
La expresión máxima del amor de Dios es darnos a su Hijo y la expresión máxima de Jesús es dar su vida por nosotros. Y ahí está la invitación y el anuncio que con las obras debemos de manifestar, pues también estamos llamados a dar la vida en cada uno de nuestros hermanos.
Otro aspecto importante del evangelio de san Juan es la elección. Muy claro dice: ustedes no me han elegido, Yo soy quien los ha elegido. Somos fruto de la elección amorosa de Dios, de Cristo, pero una elección para una misión, y nos dice San Juan: “Y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”.
Hemos escuchado el domingo pasado el permanecer en Cristo, la Vid para dar fruto… y hoy dice ‘que permanezca’, no un fruto de un día, sino un fruto permanente de compromiso en toda la vida. Dios nos elige como eligió a Pedro (primera lectura) a Pablo, a los apóstoles, para ser instrumentos de su amor.
Queridos hermanos, vamos a empezar a escuchar de aquí a Pentecostés, ‘prepárense, el Espíritu Santo vendrá’. Todos tenemos el Espíritu Santo que nos da fuerza. Dios no hace distinción de personas, en el evangelio los llama amigos, ya no siervos. El amigo da la vida y Cristo nos ofrece su amistad y amor, y ese amor de Cristo debemos de traducirlo en obras buenas. Nos lanza a vivir en esa dimensión de amor, como humanidad como sociedad, como Iglesia, como familia.
Sigamos reflexionando. Las claves de reflexión hoy son alegría, anuncio, unidad, dar la vida cumpliendo el mandamiento del amor.
Que el Espíritu Santo descienda sobre ti y sobre mí para lanzarnos al testimonio de nuestra vida cristiana con alegría y gozo. Que el Espíritu Santo los acompañe y proteja hoy y siempre. La bendición de Dios Padre Todopoderoso, Hijo y Espíritu Santo los acompañe.