MC Luis Alfredo Romero / Comunicólogo
Cleofás y su acompañante volvían tristes y desilusionados de Jerusalén tras la muerte de su maestro. De pronto y sin identificarse, Jesús se hace presente y los acompaña en la caminata hacia el poblado de Emaús. Al llegar oscurecía y los caminantes le piden al peregrino que se quede en su casa porque se hace tarde. El huésped acepta y continúan las pláticas del camino; ya sentados a la mesa, lo reconocen en la fracción del pan. Llenos de júbilo regresan a Jerusalén a dar testimonio de lo que han visto y vivido.
Todos podemos vivir nuestro Emaús, de hecho ya habíamos vivido en forma similar la mitad del pasaje con las experiencias de tristeza, desempleo, enfermedad, frustración y muerte que se han atravesado en la vida y más ahora, en tiempos de pandemia.
Nos faltaba la segunda parte, el regreso gozoso de Emaús a Jerusalén después de haber encontrado y reconocido a Jesús en su palabra. La alegría se desbordó en la cincuentena de caballeros de Colón que tomamos el segundo curso de formación de proclamadores llamado Emaús y, nuestra dicha fue mayor, cuando nos dimos cuenta que ese libro grueso y empolvado se llama Jesús. Lo intuíamos por las lecturas dominicales y retiros, pero no habíamos tenido un encuentro tan cercano y vivencial con la biblia a la que ahora abrazamos, besamos y cerramos antes de dormir, porque la sagrada escritura es la presencia de Dios en nuestra vida y porque en palabras de Benedicto XVI “el fruto de la sagrada escritura es la felicidad eterna”
Muchos hermanos han sufrido personalmente o en sus familias la noche oscura del Covid y la amenaza de la pandemia, con el escaso armamento de la cuarentena, el cubrebocas y los productos sanitizantes. La falta de motivación por la amenaza latente de la enfermedad no permite soñar con nuevos proyectos. La falta de fe y de esperanza es caminar errantes hacia un Emaús sin sueños e ilusiones y nos adentra a la noche larga del insomnio, de aridez y resignación.
Ahora contamos con un nuevo elemento para atravesar ese desierto, es la luz y la llama de la Palabra que podremos compartir con familia, compañeros de trabajo, amigos, colegas y el que acerque, porque a quien llevamos de compañero de viaje es a Jesús que nos que explica la palabra y el plan de Dios.
El curso-retiro Emaús nos dio herramientas para llevar una palabra de esperanza incluso a los enfermos, ya que lo que nos hace sufrir es no encontrarle sentido al sufrimiento. Ahora sabemos que el sufrimiento en Cristo se transforma en oración. En el curso oramos pidiéndole a Dios que nos envié al Espíritu Santo para que abra nuestra inteligencia y nuestro corazón y poder comprender la Escritura y extenderla a los demás.
Porque la Palabra es luz que ilumina nuestro sendero ante cualquier adversidad. “El señor es mi luz y mi salvación” (Sal. 27) Es fuego porque calienta el corazón y quema. Y para quienes la experimentamos en el curso retiro nos fue difícil quedar callados. La palabra de Dios es como una espada que penetra el corazón dice la escritura. “Usen el casco de la salvación y la espada del espíritu” (Ef 6,17) La palabra de Dios es un martillo que desarma pero también compone, rompe el orgullo el ego y la vanidad “¿No es mi palabra como el fuego o martillo que rompe la roca?” (Jer 23, 29)
Y así seguimos durante 16 horas escuchando a Dexter, a Pepe, Ángel y Martin, quienes insistieron que estudiar la Palabra no es para ganar sabiduría, sino santidad. Cuando oímos esto los asistentes, ansiosos, esperamos la llegada de Octubre y del tercer módulo: Juan o el discipulado