- Sara fue una líder feminista que tras quedar embarazada y abortar padeció dolor físico, espiritual y el abandono de sus amigas…Dios la rescató de esa oscuridad y hoy atiende cinco casas pro vida.
Ana María Ibarra
Como parte de su gira de conferencias por México, Sara Winter, ex feminista brasileña, tuvo dos presentaciones en Ciudad Juárez para compartir su testimonio de conversión.
Sara Fernanda Giromini, conocida como Sara Winter es una youtuber, conferencista, escritora, activista provida y política brasileña reconocida por fundar el grupo feminista Femen en Brasil.
Pero luego de un aborto y gracias a la ayuda de Dios, su vida dio un giro de 180 grados, en una historia que ella misma compartió ante más de 500 adolescentes del Instituto México, primero, y luego frente a un público abierto en el Teatro de la Nación.
En sus conferencias durante su paso por el Estado de Chihuahua, Sara compartió datos sobre la historia del feminismo, pero sin duda, lo más impactante para los asistentes fue escuchar su experiencia de vida que la alejó de las filas de grupos feministas y la convirtió en una férrea activista pro vida y pro familia.
Feminismo y traumas
Tras sufrir violencia en su hogar de parte de uno de sus hermanos, Sara Winter se fue de su casa enfrentándose a los riesgos de la calle, donde cayó en la drogadicción y prostitución a la corta edad de 17 años.
Sara se encontró con grupos feministas a los 19 años y se unió a sus filas, fue entrenada para hacer protestas y se convirtió en la feminista con más poder en Brasil.
“En las calles tuve un noviazgo abusivo, eso me generó un trauma”, dijo Sara.
La mujer compartió que en el movimiento feminista aprendió que todos los varones son violadores en potencia, que hay en ellos el instinto de violar y abusar a una mujer por lo menos una vez en su vida. Aprendió que la mejor manera de evitar ser violada por un hombre es relacionarse con otra mujer.
“Esto hizo sentido en mi cabeza y me uní a los grupos feministas. Me dijeron que ser lesbiana es legítimo, político y revolucionario. En Francia, Polonia, Holanda, Ucrania y Brasil, conocí lesbianas que pasaron por situación de violación, de abuso. Tienen miedo de los hombres, asco, repugnancia”, afirmó.
Sara denunció así que el movimiento feminista no apoya a las mujeres ni médica ni psicológicamente, sino que usa su dolor y sufrimiento para hacerlas marionetas políticas.
“Hicieron lo mismo conmigo. Me enseñaron que la Iglesia Católica es la fuente de opresiones femeninas, prejuicios contra los homosexuales, que fomenta que las mujeres sean sumisas”, señaló.
El dolor de un aborto
A los 22 años, después de fiestas, alcohol, drogas y protestas, Sara quedó embarazada.
“Estaba desesperada porque no sabía qué hacer. El padre de mi hijo se fue. Siempre estaba en protestas, no tenía un lugar fijo para vivir. Escribí a mis amigas feministas y me dijeron que tenía que hacerme un aborto para poder hablar en los medios sobre esta experiencia”, recordó Sara.
Para llevar a cabo el aborto, le enviaron a Sara cuatro pastillas de Misoprostol, el mismo medicamento que utilizan en las clínicas de aborto.
“Las chicas del pañuelo verde que no han pasado por un aborto están empeñadas en hablar de empoderamiento, emancipación, libertad. El empoderamiento que encontré al practicarme el aborto fue la pérdida de una de mis trompas uterinas y seis meses de síndrome post aborto”, dijo Sara.
La hoy activista pro vida explicó el dolor físico que sufrió mientras el misoprostol hacía su efecto.
“Sentí las mismas contracciones de parto durante horas, pero no salió un bebé feliz, completo, sino pedazos de bebé. El dolor fue insoportable. Eso no es empoderamiento”, denunció.
Diez días después del aborto, Sara ingresó al hospital ayudada por un joven católico que la descubrió desangrándose por hemorragia ya que sus amigas feministas nunca fueron a auxiliarla.
“Después de eso, tenía pesadillas, escuchaba llanto de bebé, tenía miedo, culpa, me volví alcohólica y regresé a la prostitución. No creía en Dios, pero le pedí que me ayudara”, expresó.
Su conversión
Seis meses después, Sara se encontraba embarazada otra vez, aún cuando los médicos le dijeron que no volvería a embarazarse.
“Estaba contenta. Dios me estaba dando otra oportunidad. No sabía ni quien era el padre, pero no me importaba, me sentía feliz. Quedé enamorada por mi embarazo, sentía la vida desarrollarse en mi cuerpo. Lo podía sentir, oía los latidos de su corazón, era mi hijo. Y Dios dio a la feminista un hijo varón”, relató.
Arrepentida de haber dañado templos católicos durante sus protestas, Sara decidió pedir perdón a la Iglesia, pero no se atrevía a ir personalmente.
“Cuando mi hijo tenía 29 días de nacido, hice un video para pedir perdón a la Iglesia, porque de tanta oscuridad, de tanta tristeza, Dios me sanó. En cinco años de protestas no salvé a ninguna mujer, ahora me dedico a hacer caridad dentro de la Iglesia Católica y tengo cinco casas pro vida donde sí puedo ayudar a la mujer”, expresó.
Sara agregó que hoy se siente más útil limpiando los inodoros de las casas provida que gritando y protestando en la calle.
“Basta de aborto, basta de violencia contra la mujer. Los grupos feministas están intentando meter en la cabeza de las jóvenes que para ser libres, deben matar a sus hijos. Es muy emocionante salir y gritar, pero mientras gritamos, la mujer sigue siendo violada, prostituida. Los invito a que hagan caridad y ayuden a las casas pro vida”, finalizó.
frase…
En cinco años de protestas no salvé a ninguna mujer, ahora me dedico a hacer caridad dentro de la Iglesia Católica y tengo cinco casas pro vida donde sí puedo ayudar a la mujer”
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Los grupos feministas están intentando meter en la cabeza de las jóvenes que para ser libres, deben matar a sus hijos. Es muy emocionante salir y gritar, pero mientras gritamos, la mujer sigue siendo violada, prostituida…