Norma Yadira Lozano Fernández/ politóloga.
Durante esta semana escuché esta expresión en repetidas ocasiones. Y… ¿a qué huele la Navidad?
Seguramente hay quienes la Navidad les evoca aromas culinarios (tamales, pavo, pierna de jamón, champurrado…) ¡mmmmm!
A otros, la expresión “huele a Navidad” les evoca el aguinaldo, los regalos, las salidas a comer fuera.
También puede ser que el olor a Navidad sean reuniones familiares, con amigos, posadas, fiestas, convivencia. ¡Recuperar el aislamiento del año pasado!
Sin embargo, la familia de Nazaret estaba muy lejos de todo eso. Recordemos que debían ponerse en marcha para empadronarse. Que no encontraron dónde los recibieran y que en ese momento le llegó el tiempo a María de dar a luz.
Recuerdo de amor
¿Te recuerda algo? ¿Hay algo de lo que ocurre en nuestra ciudad que evoque la Navidad con esta sensibilidad vivida por la Sagrada Familia?
A mí, el olor a Navidad me evoca un profundo sentido del amor. Me mueve a observar a aquel bebé indefenso, vulnerable y tierno. Me pone de rodillas ante esa expresión profunda del amor.
Pero con ese recuerdo miro, busco alrededor dónde está la manifestación de Dios. ¿Dónde está el Emmanuel en nuestros días?
Y mientras conduzco y pienso en ello, veo una familia de haitianos pidiendo ayuda. Recuerdo entonces las conversaciones con UNICEF, en las cuales se desgastan por hacer visible cada migrante que recibimos. ¡Ellos son esos peregrinos! Cada familia migrante, cada migrante, es la persona de Jesús que nace fuera de su tierra.
¿A qué huele la Navidad? Huele a esfuerzo, huele a acogida, huele a lucha.
Hace años leí “Niños del tren”. Una novela de ficción con muchos elementos de realidad; hambre, sed, calor, frío, policías corruptos, narcotraficantes, “polleros”, maras. La supervivencia, la búsqueda de una red familiar perdida y un mejor porvenir, motivaciones de los protagonistas de la novela y motivaciones de la mayoría de nuestros migrantes.
Emprenden su viaje en los vagones de “la bestia” con la incertidumbre de poder recorrer todo el país desde la frontera México – Guatemala, más de 2mil 500 kilómetros. Donde el sueño americano se desvanece al embarcarse en un viaje del que se conocen pocos finales felices.
“Aquí en Ciudad Juárez, como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pasar «al otro lado». Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio de tráfico humano, de la trata de personas” conversaba con nosotros el Papa Francisco en febrero del 2016.
Para comprender las dimensiones del problema…
el 26% de los migrantes en EEUU son mexicanos, es decir, uno de cada cuatro inmigrantes en EEUU es nativo de México, El Salvador representa el 3.5% y Guatemala el 2.5%.
Ahora bien, el tema de inmigración a México. La Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (COMAR) señaló que, de enero a octubre de 2021, el país ha recibido 108,195 peticiones de asilo, su mayor registro en la historia.
En los primeros diez meses del año se triplicaron las solicitudes, con respecto al mismo periodo del 2020. Además, la cifra supera en un 80% el total de 171,210 migrantes que buscaron la condición de refugiados en México a lo largo del sexenio pasado, según el acumulado de 2013 a 2018 por la Secretaría de Gobernación (SEGOB).
La información presentada en la tabla son datos de la COMAR y muestra el crecimiento que ha tenido el fenómeno en México.
Fenómeno global
La migración forzada es un fenómeno global, que requiere de estrategias más humanas, las autoridades mexicanas deben hacer pronunciamientos fuertes frente a la violación de los derechos humanos que están viviendo nuestros hermanos, a la vez que impulsar los ajustes legislativos para reformar las disposiciones que fortalezcan la Ley sobre refugiados, protección complementaria y asilo político.
En las décadas de los 60, 70 y 80´s, México fue ejemplo de apoyo para miles de familias que huían de dictaduras y persecuciones, haciéndose notar por su política de protección a refugiados. Sin embargo, en años recientes es triste ver la indolencia de las autoridades migratorias en la frontera sur y la falta de firmeza y respaldo en la frontera norte.
El Santo Padre con el corazón afligido, apelaba a la sensibilidad social de los fronterizos, para que, apartados de una actitud de indiferencia hacia la gente que desesperada huye de la pobreza y la persecución, nos volvamos a ellos.
De pronto tengo la sensación de que los migrantes son como fantasmas en nuestra ciudad o nos rehusamos a verlos. ¿Tenemos conocimiento de cuántos albergues hay? ¿Cuántas deportaciones se reciben diariamente? ¿Cuántas familias con problemas serios de salud estamos albergando?
A cinco años de la visita papal y ante esta realidad, les pregunto ¿qué están haciendo por frenar la explotación y muerte de los migrantes? ¿Qué leyes o programas se han impulsado para que México sea un país hospitalario y protector de los derechos humanos?
La Navidad está muy cerca, Jesús el Emmanuel, se hace presente en cada uno de los migrantes en esta ciudad. Hay cientos de familias que evocan a la familia de Nazaret fuera de su tierra, buscando albergue.
El mensaje del Papa en 2016 fue para todos y está centrado en vencer la cultura de la indiferencia. Como cristianos, demos casa al peregrino, vistamos al desnudo, demos de comer al hambriento, y si nuestros conocimientos lo permiten, demos representación legal para ayudar a nuestros hermanos migrantes a defenderse.
¡Hagamos una Navidad diferente para ellos!