Dra. Velia Collazo/Abogada derechohumanista
Cada año, el día 24 de diciembre celebramos el nacimiento del Niño Jesús, o Niño Dios; y los Creyentes manifestamos que ha renacido en nuestros corazones. Sin embargo, observamos las diferentes violaciones a los derechos humanos y no hacemos nada para evitarlo, al contrario, contribuimos a dichas violaciones. El ejemplo más cotidiano son los migrantes, se emiten juicios… pero ¿dónde queda nuestro espíritu cristiano?, ¿O es que el Niño Dios no renace en el corazón de los hermanos migrantes?
Porque Jesús también fue inmigrante; por lo tanto, todos los cristianos también lo somos. Y si somos seguidores de Cristo, o somos creyentes, ¿por qué no imitamos su ejemplo? Recordemos que Dios se convirtió en un inmigrante al venir a este mundo. Por otro lado, Jesús no solamente fue un inmigrante en su deidad, sino también en su humanidad.
Cuando niño, Jesús y su familia huyeron a Egipto, su familia tuvo que ir a un país extranjero, dejar atrás a sus familiares, posiciones y cultura; porque, así como los migrantes del siglo XXI, también ellos eran perseguidos.
Hubieron de aprender a comunicarse en un idioma diferente, llevar a su mesa comida diferente, convivir y adaptarse a costumbres diferentes, su papá tuvo que dejar su trabajo de carpintero y buscar trabajo en una tierra extraña.
Cabe mencionar que Jesús fue un inmigrante dentro de su propio país, al ser de Nazaret y censarse en Judá, Jesús experimentó la discriminación de sus propios paisanos. En la actualidad violamos el derecho a la ‘No discriminación’ de tantos hermanos mexicanos o de otra nacionalidad, por su color de piel o por su origen.
Lamentablemente, los seres humanos tenemos la tendencia a ser regionalistas y considerar que nuestros lugares de origen o residencia nos dan un valor agregado que otros no tienen. Jesús, el Rey de Reyes y Señor de Señores, se identifica con aquellos que son marginados y cuyo valor es minimizado por su lugar de procedencia.
Algunos además somos inmigrantes en un país o región diferente de donde nacimos y crecimos. Los que sabemos lo que se siente vivir como extranjeros terrenales podemos identificarnos con Jesús quien nos entiende y nos consuela.
Nuestro Señor experimentó lo mismo que muchos inmigrantes en todo el mundo enfrentan cada día. Jesús es nuestro refugio y fuente de inspiración para salir adelante en medio de los conflictos migratorios.
Si reconocemos y aceptamos que Jesucristo fue un inmigrante, todos también podemos tener empatía por los extranjeros e inmigrantes que viven a nuestro alrededor. En Mateo 25 Jesús dijo que el que recibe a un extranjero también lo recibe a él y el que lo rechaza también lo rechaza a él.
Hermano, esta noche de Navidad, ¿a quién llevarás a tú mesa, compartirás alimentos con algún extranjero o necesitado?, ¿irás a una prisión a alegrar a un hermano privado de su libertad?, o acaso ¿visitarás esta Navidad a un hermano enfermo postrado en su cama de hospital?, recordemos que Dios está en cada uno de sus hijos.
Es cierto que cada país tiene el derecho y la obligación de proteger a sus ciudadanos, pero como seguidores de Cristo tenemos que recordar que también nosotros somos extranjeros e inmigrantes en esta tierra; que estos hermanos tienen derecho a migrar, a un alimento caliente. Y, sobre todo, cada 24 de diciembre, también Dios renace en su corazón.
Así que tú eliges, hermano, cómo celebrarás el nacimiento de Jesús Niño.