Como ya decíamos en la edición pasada, el próximo 22 de febrero estaremos celebrando la Fiesta de la Cátedra de San Pedro. Hasta 1960, hubo dos fechas para esta celebración: una el 18 de enero -referida a la sede de Roma- y otra el 22 de febrero -referida a la sede de Antioquía-. En 1960, el Papa Juan XXIII unificó ambas fiestas suprimiendo la del 18 de enero. Con esta fiesta se rinde homenaje al primado y autoridad de san Pedro. La palabra cátedra significa asiento, trono, o sede y es la raíz de la palabra catedral, la sede desde donde un obispo gobierna su diócesis y predica el evangelio. En esta segunda entrega de los artículos tomados del libro “Y sobre esta Piedra”, abordaremos el tema sobre de la autoridad del apóstol Pedro.
Así pues, es interesante observar que Jesús, justo antes de que anunciase las tres negaciones de Pedro, le prometió que oraría por él y le pidió que confirmase en la fe a sus hermanos:
«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31-32)
Esta es, pues, la misión del ministerio petrino: pastorear el rebaño, apacentar el pueblo de Dios y confirmarlo en la fe y la unidad.
Ahora bien, cuando Jesús se presenta ante Simón Pedro, luego que éste lo haya negado tres veces, le interroga, a su vez, tres veces acerca del amor que le profesaba a él. ¿Me quieres? ¿Me amas? ¿Me amas más que éstos? La respuesta de Pedro no vaciló en esta ocasión, ¡tú sabes que te amo! ¡tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero! Y así, aquél pescador de Galilea que, dominado por el miedo, había negado a Jesús delante de los hombres, ahora con un corazón firme y una fe inquebrantable, haciendo honor a su nuevo nombre, Roca, se levanta restituido por el amor de Cristo, con la triple afirmación de Jesús que marcarían su vida, y la de todos:
“Apacienta mis corderos; pastorea mis ovejas; apacienta mis ovejas”.
Para comprender mejor lo que Jesús estaba diciendo, es importante analizar el texto griego del evangelista Juan, porque, la palabra que se traduce como “pastorea”, es poimaine, y ésta tiene un significado muy particular. En el pasaje de Jn 21,15-17, Jesús está usando dos palabras diferentes. En la primera y la tercera aseveración le dice a Pedro boské, que significa pastorear, alimentar un rebaño, pastar, apacentar. Pero la segunda afirmación es diferente; Jesús cambió el verbo por poimaine, que significa “gobernar con autoridad”, lo cual le da mucha más fuerza a su solicitud, porque enfatiza el tipo de pastoreo que le está encomendando a Pedro, esto es, un pastoreo con autoridad para gobernar, o como se diría en hebreo, para “triturar y quebrantar las naciones” (cf. Sal 2,7-9).
Exactamente la misma palabra se usa, por ejemplo, cuando Mateo comienza el segundo capítulo de su evangelio con esta profecía:
«Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las grandes ciudades de Judá; porque de ti saldrá un jefe que gobernará [poimaine] a mi pueblo Israel» (Mt 2,6)
Esta palabra aparece también en el libro del Apocalipsis cuando la mujer da a luz un hijo que reinará sobre todas las naciones:
«Y dio a luz un hijo varón, el que ha de regir [poimaine] a todas las naciones con vara de hierro» (Ap 12,5)
Naturalmente, el apóstol está citando la profecía del Salmo 2 desde la Septuaginta, donde aparece la figura del Mesías como el Hijo de Dios a quien se le entrega la autoridad para gobernar las naciones con vara de hierro. En el versito nueve (Sal 2,9), los LXX usaron la palabra poimaine para traducir el hebreo taram que significa triturar o quebrantar.
Es importante enfatizar que, tanto en el hebreo como en el griego, se habla de la consecuencia de ejercer la autoridad. La diferencia está en que, en el texto hebreo, la consecuencia es violenta, es el acto de triturar con ímpetu, mientras que la Septuaginta lo interpreta como el acto de pastorear con autoridad, siendo éste el sentido del texto que citan los apóstoles en el Nuevo Testamento.
Algunas traducciones bíblicas, considerando el contexto de la autoridad del rey de quien se habla, y el uso de “poimaine” de la Septuaginta, optan por usar la palabra “regir”, expresión más apegada al sentido original, al menos, en español.
Es innegable que la palabra poimaine se emplea bíblicamente para hablar de gobernar, regir, pastorear: facultades propias del Señor Jesús que, en el libro del Apocalipsis, son también una promesa escatológica para los vencedores en Cristo, aunque, sin embargo, en Jn 21,17, son delegadas directamente, por el mismo Jesús, al apóstol que lo negó tres veces, y tres veces confesó que lo amaba más que todos: Simón Pedro. Esto es una clara evidencia de que, en Pedro, las facultades propias de Cristo: regir, gobernar y pastorear, representan un ministerio propio.
Tristemente, existe una corriente dentro de la Iglesia Católica, que reclama una desobediencia al Papa a partir del Concilio Vaticano II. Sin entrar en detalle, baste la presente exhortación para llamarlos de regreso al rebaño de Jesús encomendado a Pedro.
Como se ha estudiado, la autoridad petrina es instituida por Cristo; por tanto, siguiendo el ejemplo de Pablo, es lícito hacer corrección fraterna del comportamiento del Papa, siempre que no se niegue la primacía.
Sin embargo, lo cierto es que los católicos que desobedecen abiertamente al Papa deben ser conscientes de la situación concreta en que se encuentran respecto a la Palabra de Dios, que dice en boca de san Pablo:
«Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas» (Rm 13,1)
Es cierto que la autoridad de Pedro y sus sucesores no es cual dictadura o tiranía, sino de un padre. El padre que enseña y corrige a sus hijos cuando se desvían, reprende para que aprendan y se fortalezcan. Por eso, al Papa, la gran santa Catalina de Siena, dominica, mística y doctora de la Iglesia, le llamaba “dulce Cristo en la tierra”.
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