Lectio Divina correspondiente al 16 de octubre, Domingo XXIX del Tiempo Ordinario… Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Jorge Sánchez/ IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lucas 18, 1-8
Para inculcarles la necesidad de orar siempre sin desanimarse, Jesús les contó esta parábola: –Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: «Hazme justicia frente a mi enemigo». El juez se negó durante algún tiempo, pero después se dijo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, es tanto lo que esta viuda me molesta, que le haré justicia para que ya no venga a buscarme». Y el Señor añadió: –Fíjense en lo que dice el juez injusto. ¿No hará, entonces, Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia inmediatamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra? (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
¿Para qué cuenta Jesús una parábola? ¿Qué buscaba inculcar?
¿En la parábola qué logra la viuda de parte del juez?
En la parábola ¿Con quién compara Jesús a los elegidos de Dios?
Por último, Jesús hace una pregunta para cuando venga el Santo de Dios, el Hijo del hombre ¿cuál es esa pregunta?
Breve Estudio Bíblico
Para el próximo domingo XXIX, la liturgia de la Palabra muestra un pasaje del Antiguo Testamento en el cual Moisés intercede por el pueblo de Israel en una importante batalla de la que depende su subsistencia mostrando así el poder de la oración, se prefigura, además, la victoria de Jesús que con los brazos abiertos en la cruz intercede por la humanidad. En la segunda lectura, Pablo a través de sus palabras a Timoteo, quizás los años 60’s, hace hincapié en la importancia de las enseñanzas recibidas (Tradición Apostólica) así como la solidez y utilidad de las Sagradas Escrituras; le recuerda a Timoteo que Jesús habrá de venir y, mientras tanto, se debe continuar su labor misionera predicando en todo momento haciendo uso de la paciencia y la enseñanza (doctrina) recibida para preparar al cristiano hacia las buenas obras.
El evangelio de Lucas nos muestra la conocida parábola de “la viuda persistente” a través de la cual Jesús exalta la importancia de la oración del cristiano. Oración que debe ser asidua y no caer en el desánimo, antes bien deberá ser insistente para que el Buen Juez nos escuche y haga justicia, pues somos sus elegidos, su pueblo. Al final de la parábola Jesús hace una pregunta, o mejor dicho, un doble cuestionamiento: “cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra?” Primeramente, la pregunta nos lleva a cuestionarnos si seremos persistentes como la viuda y mantendremos nuestra oración dentro este sentir de injusticia que nos rodea en nuestra vida cotidiana que nos podría llevar al desánimo y perdida de fe. Pero el segundo cuestionamiento es más profundo y nos conduce a una reflexión sobre nuestra responsabilidad de recordar las enseñanzas recibidas y ponerlas en práctica, así como reconsiderar si las hemos utilizado para enseñar a otros a perseverar en la fe. Cuando llegue el momento del Hijo del hombre ¿habremos, no solo conservado nuestra fe, sino participado en preservarla a través de otras generaciones? La Tradición Apostólica, la Sagrada Escritura llegó a nosotros y nuestra misión es utilizarla para el bien de nosotros y de aquellos que nos rodean.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
Jesús enseña, a través de la parábola de la viuda persistente, que Dios hará justicia cuando somos constantes en la oración y no nos desanimamos en espera de su misericordia. ¿Soy constante en mi oración o solo recurro a ella de manera irregular y ante situaciones “especiales”?
Jesús muestra cómo Dios ante el clamor de sus “elegidos” hace justicia, pero ¿sientes que formas parte de su pueblo, de sus elegidos? ¿estás consciente de que al recibir el sacramento del bautismo formamos parte de sus elegidos? Desde ese momento somos Pueblo de Dios.
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
enséñame a tener una oración perseverante
enséñame a no desfallecer, a no desanimarme ante la espera de la justicia de Dios,
que mi clamor llegue a ti Señor.
Señor,
gracias porque a través del bautismo me hiciste parte de tu pueblo
ayúdame a poner en práctica tus enseñanzas
ayúdame a estar siempre preparado para las buenas obras
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
« el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena » (2 Tim 3, 17)
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
En la liturgia de la Palabra, san Pablo nos habla sobre lo trascendente de permanecer fiel a las enseñanzas recibidas (Tradición Apostólica) y a las Sagradas Escrituras, pues estas nos guiarán hacia la salvación. Pablo hace hincapié en que las Sagradas Escrituras enseñan a llevar una vida de rectitud y también a través de ellas podremos enseñar a otros el camino de Jesucristo.
Propuesta: Estos días reflexionaré sobre el significado de ser miembro del pueblo de Dios, ser uno de sus elegidos y me dispondré leer y orar con mi biblia asiduamente, pero además pondré mi fe en acción a través de aminorar la carga de mis hermanos necesitados y olvidados. Compartiré de los dones que Dios me ha concedido en abundancia a través del ministerio de caridad de mi parroquia.
Primera Lectura: Éxodo 17, 8-13
Salmo 120
Segunda Lectura: 2 Timoteo 3, 14 – 4, 2
Color: Verde