Comentario al evangelio del domingo 10 de enero, fiesta del Bautismo del Señor.
Pbro. Julián Badillo Lucero/ Formador del Seminario
La celebración de hoy es el término del tiempo de Navidad, con esta celebración que nos recuerda el primero de lo sacramentos que recibimos. El bautismo, como bien sabemos, nos hace hijos de Dios, nos borra el pecado original, y nos hace herederos de las promesas además de miembros de la Iglesia, pero en la práctica ha sido un sacramento que se nos olvida vivirlo, poniéndolo en práctica.
Los sacramentos son signos establecidos por Nuestro Señor Jesús, a través de los cuales quiso seguir haciéndose presente en medio de nosotros, cada uno de ellos tiene lo que conocemos como gracia sacramental que comunican de una manera directa la acción divina en favor de quien lo recibe, y esta gracia sacramental concede y aumenta la gracia santificante, que es la que nos va perfeccionando en nuestra vida cristiana.
Las lecturas de este domingo que tienen como finalidad conectarnos con la celebración van enfocadas a descubrir el “misterioso” actuar de Dios, menciono misterioso en razón de que pocas veces alcanzamos a comprender a plenitud cual es su plan o su voluntad.
En la primera lectura, Isaías, menciona una época de abundancia y de generosidad, que refleja la situación de un pueblo necesitado y pobre, pero para el que Dios es su mayor riqueza y proveedor, hay agua, comida, banquetes, se goza del favor divino, se manifiesta su cercanía, su misericordia y compasión, además de una veracidad y certeza a sus planes y palabras, con lo que el profeta ve en la fe no una actividad ociosa y vana, sino todo lo contrario, es más una invitación a no quedarse fuera de todo aquello que Dios es, y no solo por lo que da, sino más bien por lo que representa para el pueblo de Israel.
San Juan en la segunda lectura, va un poco más a profundidad y reconoce cuál es la mayor cualidad humana en la que actúa la gracia, el amor, por eso para el evangelista la gracia de Dios no es algo que sólo se queda en un mero acto exterior o superficial, sino más bien es algo que transforma el interior y potencia esa capacidad de amar que existe en cada persona, el amo no se reduce a un sentimiento o a una relación sentimental, es una práctica que se perfecciona con el cumplimiento de los mandamientos, purificándola, fortaleciéndola y llevando a quien ama a un espacio cada vez más grande dirigiendo ese amor a toda la humanidad, manifestando así que la verdadera conquista se hace a través de esta acción. La victoria sobre el mundo es amar.
En el evangelio, San Marcos, retrata el momento en que Jesús recibe el bautismo de Juan, y es por medio de este signo, con el que desea manifestar el carácter mesiánico del Señor, y de como Él viene a hacer presente la obra de Dios y a darle su plenitud.
¿Necesitaba Jesús bautizarse? Por supuesto que no, pero nosotros sí lo necesitamos, por eso Él recibió el bautismo pensando en quienes habría de salvar, dejándolo como un signo visible de la redención. Jesús abre el camino de la gracia y va delante para que nosotros lo vayamos siguiendo, Él va primero marcando los pasos y sobre todo dejando su testimonio para que quien lo acompañe vea a través de esos signos su presencia y su gracia.
Por eso ahora en este año nuevo, propongámonos revivir ese don recibido en nuestro bautismo, escuchemos la voz de Dios que se quedó desde ese día guardada en nuestro interior. Por muy grandes que hayan sido nuestros pecados o el olvido de Dios, esa gracia no desaparece sino que espera a que nosotros la despertemos y siga trabajando en nuestro interior. Tal vez esperamos sin duda milagros visibles, o una prosperidad económica o mejoramiento de salud, así es como medimos o sostenemos en ocasiones nuestra fe, pero hoy esta celebración nos invita a buscar más allá, a nuestra capacidad de amar, a ver ahí el verdadero milagro, a descubrir en esta acción que realmente Dios está con nosotros. Veremos que como vamos avanzando en nuestra fe, más bella será nuestra forma de ver el mundo. Han sido meses de mucha incertidumbre, de dudas, penas, dolores, ahora es tiempo de amar y dejar que esta gracia de nuestro bautismo no ayude a vivir la misma vida, en la misma persona, pero con una actitud fundada en lo mejor que Dios ha puesto en nuestras vidas.