Pbro. Leonel Larios Medina/ Comunicólogo
Desde la antigüedad es notoria importancia que tienen los cuatro elementos en la humanidad: tierra, agua, aire y fuego. En esta serie de cuatro artículos quiero invitarle a reflexionar sobre la actualidad que tiene en nuestros días cada uno de ellos. Así que empecemos sin dilaciones con el de la tierra.
Somos el estado más grande en extensión y menor en densidad poblacional. Grandes montañas y llanuras, largas extensiones semidesérticas o incluso desiertos que parecen ser un pedazo del Sahara cerca de ciudad Juárez. Tierra que nos recuerda libertad con el vuelo del gavilán, y cercos a los lados de las carreteras que nos dicen que tienen dueño de un punto a otro.
La reforma agraria vino a terminar a principios del siglo XX con aquellos grandes latifundios y tiendas de raya. La frase de Zapata: ¡Tierra y libertad! Reclamaba un derecho para todos de poseer un pedazo de tierra donde sembrar y obtener recursos para sostener a su familia. ¿Qué ha pasado con estas luchas? ¿Se ha cumplido esa Utopía?
Y si nos vamos a las ciudades, miramos colonias mal planeadas, personas batallando para levantar su casita con los materiales a su alcance. Problemas legales entre hermanos o en repartición de herencias donde los metros resultan ser pocos e injustos, o el número de cuartos insuficientes para repartirse. La situación irregular de tantos terrenos que describen a lo largo de nuestras calles litigios interminables y ahí están como tierra de nadie.
El campo y la ciudad presentan sus problemáticas en cuanto a la propiedad de la tierra, que depende de las leyes y programas en turno, para que se vayan ordenando para el bien social. Ahora demos un paso más. La tierra también es este mundo, que sufre la explotación del hombre. Un elemento grave es la contaminación. No sólo el tema de los rellenos sanitarios, sino también bolsas de basuras, latas tiradas, botellas quebradas que ocasionan incendios. Parece que podemos hacer lo que nos venga en gana con ella y sin que nadie nos pueda decir nada.
Es de gran ayuda que cada uno cuidara una planta, como la rosa del Principito, y se diera cuenta lo importante de que la tierra esté bien para que ella crezca. El ser humano tiene la inteligencia de ayudar a promover la mejora de la tierra, reciclando los residuos orgánicos, separando la basura, contribuyendo a que no se contamine con los desperdicios que hombre deja como huella por donde pasa. Bolsas y vasos tirados en la plaza, habiendo cestos donde dejarlos, creo que este respeto a la tierra es algo que nos hace falta fomentar en nuestros niños y los adultos dar ejemplo de respeto.
Quiero terminar con lo que llamamos “Amor a nuestra tierra”, entendida como el lugar donde hemos crecido los chihuahuenses. Hay páginas en redes sociales como “Parralenses por el mundo”, donde personas muestran que llevan en el corazón un pedazo del terruño. Ese amor, es necesario que se transforme en compromiso por lograr un desarrollo para todos en esta tierra. Es triste ver como los jóvenes se van de aquí, porque no se les brinda las oportunidades. Espero que las autoridades promuevan programas donde se impulse el desarrollo económico de las pequeñas comunidades que tienden a convertirse en pueblos fantasmas. Así mismo, a los jóvenes que sean emprendedores de tal manera que lleven con argullo siempre la marca de esta tierra que es fantástica.