Pbro. Leonel Larios Medina/Comunicólogo
La mitología griega habla del castigo infligido a Prometeo por haberle dado el fuego a los hombres, algo que estaba reservado a los dioses del Olimpo y que el hombre no sabría administrar. Hoy toca hablar de este otro elemento: el fuego.
Es alarmante como en los últimos días la cantidad de incendios han crecido en nuestro país, debido a lo prolongado de la sequía, los vientos y la ausencia de lluvias. En años anteriores miraba las noticias de California, en Estados Unidos, y aun siendo un país de primer mundo, cómo este elemento mostraba su bravura arrasando con todo lo que tenía en frente. Vemos como un drama continuo que los esfuerzos de las brigadas son insuficientes y trabajan jornadas continuas a contra reloj, sin parecer obtener resultados. Años de crecimiento para la flora: pinos, táscates, encinos, etc. en horas se convierten en cenizas.
Lo más triste de la situación actual, que ya de suyo cada año es dramática, es la provocación de incendios por parte del crimen organizado para desviar la atención de autoridades, así como de aquellos provocados por negligencia simplemente por tirar una botella en el campo o dejar fogatas mal apagadas después de una carne asada. Es increíble las consecuencias nefastas que un pequeño descuido personal, trae a todo un país con recursos cada vez menos renovables.
Vayamos ahora con una mirada más amplia, pues el fuego se identifica con la energía. Ese tono misterioso que tiene, casi de carácter divino. Se habla hoy de la gran contaminación ocasionada por la quema de combustibles fósiles derivados principalmente del petróleo que todavía mueven a la mayor parte de la industria. Los intentos por promover tecnologías verdes más amigables con el medio ambiente, como la solar o producida por el viento (eólica), parecen lejanos de nuestras autoridades y lo dejan a las iniciativas privadas sin otorgar verdaderos subsidios.
Insistir en construir o comprar refinerías hablan de un retroceso de perspectiva en el desarrollo de un país que tiene una inmensa riqueza de recursos naturales que no hemos sabido administrar. Tenemos que esperar a los nuevos conquistadores (que si invierten en tecnología y ciencia) a que vengan por nuestro litio, para hacer pilas y conservar energía eléctrica. ¿Por qué no invertimos en ciencia, tecnología, educación y cultura para cuidar más nuestra naturaleza? ¿Por qué nos empeñamos en contaminar el aire quemando llantas y fósiles? ¿Por qué usamos más motos ruidosas que bicicletas anti-diabetes y anti-hipertensión? Creo que preferimos el castigo de Prometeo de ver devorado nuestro hígado cada día, a comprometernos con políticas más limpias y sustentables.
Quiero terminar de una manera positiva y es hablando de manera simbólica del fuego, como lo hizo Jesús. Hablar del ardor posible de nuestro ímpetu azteca y cristiano. Como latinos nos sentimos de sangre caliente, espontánea y alegre. Ese fuego que unido al Espíritu de Dios, podrá resultar la mejor combinación. Jesús dijo que vino a traer fuego a la tierra y desea que ya esté ardiendo. El fuego del amor que todo lo transforma, incluso esas carencias de cultura y de políticas ecológicas. Un amor que piensa en el prójimo, en la Casa común, que es este hermoso mundo de colores. Un amor que arde en llama viva, para dar gloria al Creador de todo. El fuego es algo grande y requiere responsabilidad para administrarlo. Es, sin duda algo más que fantástico.