Carlo Mejía Corona/ Misionero, escritor y cantante católico
Son diversas las maneras en las que los seres humanos nos comunicamos. Una de esas formas es a través del lenguaje o el idioma con el que nos ha tocado crecer, desenvolvernos e interactuar con las distintas actividades de la vida cotidiana. Sin la comunicación verbal o de la palabra nuestra existencia sería muy distinta a como la conocemos. Por esto, y otros factores más siempre deberemos ser agradecidos con el creador de la vida, del aire, de las estrellas y de todo aquello que nos hace fijar nuestra mirada a un mundo más lejano o distante de lo que palpan nuestras manos, o de lo que alcanzan a percibir nuestros cinco sentidos; ese mundo espiritual y armonioso al que todos pertenecemos como seres humanos; que nos hace cuestionarnos más de un centenar de veces nuestra razón de existir, de vivir, de poder razonar o pensar de acuerdo a lo que somos; individuos que se tienen que regir mediante un ambiente espiritual que nos haga abastecernos y llenar esos vasos corporales de ese ser superior que nos ha dado como obsequio la vida misma para saber apreciarla o valorarla como la más bellísima pieza de arte. Saber saborearla como la armonía más tierna y dulce a nuestros oídos.
Precisamente, tocando el tópico de la música, ésta es una de las más poderosas armas para nuestro espíritu y alma.
Tendremos que recordar que no solo estamos conformados de una materia y es preciso tomar muy en cuenta o en serio lo que recibimos a través del sentido del oído. Somos en gran parte lo que atienden o escuchamos y por este motivo tendremos que estar muy pendientes a lo que recibimos por medio del sonido. No tan solo mediante conversaciones o pláticas que tengamos con nuestros semejantes sino también poner orden al sonido que se encuentra a nuestro alrededor para que no caigamos en un estrepitosa angustia o estrés.
Precisamente, la música es una de las mejores terapias que pueden deleitarnos en nuestros sentidos, incluso sanar heridas que pudiesen estar muy ocultas dentro del corazón o de las almas.
Esta comprobado que la música reactiva las emociones o ánimo en los seres humanos. Enciende las llamas por la pasión de la vida. Y, además, hace revivir en cada uno de nosotros ese interés por querer conocer todo acerca de las distintas culturas. En síntesis, la música es un lenguaje universal; un idioma que no contiene palabras, pero contiene notas; interpretaciones y emociones. Dios creó la música desde su corte celestial.
Por esto u otras cosas más habremos de saber seleccionar que tipo de banquete musical tendremos que ingerir por ese gran sentido musical. Y, además vale la pena señalar que nuestro Señor indicaba que “no solo de pan vive el hombre” (Mateo 4:4)
Actualmente no solo hay una obesidad corporal sino también auditiva. Se escucha mucho de todo, menos de cosas productivas. El mundo se encuentra recargado o sobrepasado de comida chatarra y de la misma manera de música vana o chatarra que conducen a la humanidad hacia un rumbo mal dirigido. El no saber que clase de música escuchamos propiamente nos podría conducir hacia un desorden emocional sin precedentes, ya que nuestro recipiente corporal está compuesto por un alma; esa alma tiene que ser resguardada o custodiada por el factor del saber atender la voz interior que es la voz de Dios. La melodiosa voz de Dios que nos deleita como una puesta del sol; que alumbra o ilumina nuestro camino por senderos oscuros adondequiera que vayamos.
Acertar o dar con las melodías mejor indicadas para nuestra salud espiritual y emocional, es comenzar a construir un pequeño paraíso musical en un terreno impredecible que se desgaja por el pecado de la humanidad.
Estemos siempre atentos o alerta al comunicado que el Espíritu Santo quiera enviarnos desde lo alto, ya que a través de las notas musicales también Dios nos llama a ser santos.