Gerardo Díaz/Parroquia Jesús El Salvador
Así es como viví el servicio de mi padre, el diácono Salvador Díaz, en la Iglesia de Ciudad Juárez…
Llamado a la conversión:
En una ocasión, tras una semana de jornada de trabajo, asistió junto con sus compañeros de la CFE a tomar unas cervezas y al salir del bar que frecuentaban se toparon de frente a un hombre, quien los saludó muy cordialmente y les empezó a hablar de la Palabra de Dios, de la conversión. Algunos lo ignoraron y empezaron a burlarse de él. Sin embargo “el sargento” como era llamado Salvador, mi padre, les pidió guardar silencio y escuchar. Todos se retiraron hasta quedar solo él con este hombre, quien le dijo: “ Dios tiene un trabajo para ti, quiere que seas pescador de hombres”.
Ese hombre era el sacerdote Aristeo Baca, entonces párroco de Dios Padre.
Salvador, quien desde niño fue devoto de Nuestra Señora de Guadalupe, sintió estas palabras muy dentro de su corazón así que empezó a acudir a misa junto con su familia a esta parroquia y cada vez quedaba más admirado de la manera de predicar del sacerdote. Así inició su conversión.
Como laico:
Poco a poco se fue integrando a las actividades de esta comunidad en múltiples servicios (desde preparar las instalaciones eléctricas para las kermeses, ordenar y limpiar el templo) siempre con mucho gusto y dedicación. También inició su formación en la fe, cuando en la diócesis comenzaron a formarse Comunidades de base y Círculos Bíblicos. Don Salvador formó un círculo que se reunía en su propia casa con vecinos de la colonia, lo cual le ayudó en el conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Luego, junto a su esposa Cecy Loya vivió un Cursillo de Cristiandad, donde tuvo un encuentro con Cristo, consigo mismo y con sus hermanos. Ahí, Cecy y Chava quisieron tomar el ejemplo de San Pablo, apóstol.
Después, ambos pertenecieron al Movimiento Familiar Cristiano, en el ministerio de pláticas pre-matrimoniales, servicio que realizaron por cinco años. Luego se integró al grupo de Pláticas pre-bautismales, donde Chava sirvió por 10 años, mientras su esposa coordinaba la catequesis para la primera Comunión, apoyados ahora por monseñor Rene Blanco, entonces párroco de Dios Padre.
Fue en esa época cuando Chavita también fue chofer del obispo Don Manuel Talamás Camandari (qepd) con quien hizo muy buena amistad y platicaban acerca de los planes para la diócesis que el obispo le compartía.
Fue don Manuel quien asignó a don Chava para coordinar la construcción del templo para la capilla San Juan Bautista, en la Col. Azteca, así como la construcción de la Capilla San Antonio Maria Claret en la Col. Independencia, tarea que realizó con mucha responsabilidad y entrega.
También fue don Manuel quien le dijo a Don Chava que podría ser un candidato al Diaconado Permanente aclarándole: “Dios no busca ni a sabios ni a ricos”. Fue así como Chava se sintió motivado, respondió al llamado e inició su preparación.
Como Diácono Permanente:
Después de años de preparación, el 19 de Diciembre de 2009, Chavita fue ordenado diácono permanente por el sr. obispo Don Renato Asencio de León y tras recibir el ministerio, fue asignado a trabajar en la Comunidad de Santa María de la Montaña.
Servidor incansable y entusiasta, defensor de la fe Católica, con una manera muy particular de predicar y dar testimonio, Don Chava siempre mostró una actitud positiva cuando era requerido para impartir los sacramentos del Bautismo o Matrimonio, celebración de la Palabra, Hora Santa, o la acción de gracias de quinceañeras.
Nunca se le escuchó decir “no” cuando era requerido para visitar algún enfermo o celebrar exequias de difuntos, dar tema en algún Cursillo, Ultreya parroquial o retiro, o simplemente para hacer alguna oración por quien se lo pidiera.
Siempre estuvo al pendiente de los más necesitados en comunidades que apreciaba mucho, como la del Espíritu Santo, atendida entonces por el padre Richard Thomas (qepd) y asistida por el misionero Frank Alarcón. “Hay que realizar las obras de misericordia”, solía decir Chavita, cuya
energía era inagotable.
Participó durante años en el famoso Viacrucis Viviente de la Parroquia Santa María de la Montaña, donde montaba un caballo para representar su papel.
Uno de los años, el caballo se asustó y se levantó en dos patas haciendo que don Chava tuviera una aparatosa caída. La gente quedó asombrada cuando don Chava se levantó, se sacudió y exclamó una de sus frases favoritas: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Volvió a montar el caballo y siguió el recorrido hasta el fin.
Todavía a sus 81 años de vida, con una salud y vista deterioradas, se negaba a dejar su apostolado y decía “Hay que seguir trabajando para el Jefe, ya habrá tiempo para descansar”.
Vaya con Dios Don Chavita, siervo bueno y fiel.