Eduardo Sanabria/ Tanatólogo, Especialista en Desarrollo Humano.
La esclavitud fue abolida oficialmente en la Unión Americana en diciembre de 1865, hace exactamente 158 años. Le siguieron otros países de Latinoamérica: México, Bolivia y Perú por mencionar solo algunos. Acabo de salir del cine en una sala completamente llena, de ver el filme “El Sonido de la Libertad”, producida por Eduardo Verástegui, actuada por el gran actor Jim Caviezel, famoso por su actuación en la “La Pasión de Cristo”.
La película, que está muy bien hecha, está basada en hechos verdaderos y recientes. En ella, se nos muestra una realidad actual muy difícil de creer: La trata de personas, y para ser mas específico, la venta de niños y niñas indigentes de todo el mundo como esclavos sexuales y de otras índoles.
Caviezel, magistral como siempre, interpreta al agente de protección de las fronteras (US Customs and Border Protection) Timothy Ballard. En una de muchas escenas memorables, Ballard, explicándole a su jefe la necesidad de rescatar a los niños, mucho más allá detener a los pedófilos y a sus promotores, dice la siguiente frase: “Este trabajo te parte la vida en mil pedazos. Esto, (el ir a rescatar a los niños) sería una forma de volverlos a juntar otra vez”.
Lo que nos muestra el filme es una realidad que pocos hemos visto o vivido pero que ataca nuestra dignidad como personas y como Cristianos Católicos. Queramos creerlo o no, la esclavitud existe en el mundo actual, y citando el texto final de El Sonido de la Libertad: “Hay más personas en esclavitud en el mundo actual que en toda la historia pasada del mundo.” Y luego rematan con la estadística mas brutal: “Millones de esos esclavos, son niños.”
De acuerdo con un reporte de las Naciones Unidas, en este momento que usted, lector, examina este artículo, hay 50 millones de personas en estado de esclavitud, de los cuales mas de 10 millones son niños. Es un número tan grande, tan inmenso, que es difícil de visualizar en nuestras mentes. Solo hace falta decir que son 10 millones de niños, que no están en sus casas, 10 millones de padres y madres que a diario lloran por sus ausencias. Citando de nuevo la película, ¿Podría usted dormir sabiendo que una de las camas de sus hijos está vacía?
“El Sonido de la Libertad” conmueve más de una vez todas las fibras de nuestro ser. Está hecha para tocar hasta el más duro de los corazones, y así debería ser. Al verla, pasa uno del asombro, al miedo, al coraje y hasta a la vergüenza de que este tipo de cosas sigan pasando en el mundo de hoy. Pero el sentimiento más fuerte que la película evoca es el de la indignación. Citando a Jesucristo de Nazareth (y lo mencionan también en la cinta): “Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños”.
Es muy indignante que este tipo de cosas sigan ocurriendo hoy en día. La frase que se puso por título de este artículo, mas bien debería decir: “Los niñitos, Hijos de Dios no están a la venta”, y fue recortada por la brevedad de espacio. Muchos de nosotros nos hemos preguntado porque algunas personas e instituciones guardaron silencio cuando el Holocausto de 6 millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial. La verdad es, que en esos momentos, el mundo entero guardó silencio y solo unos pocos, la Iglesia Católica incluída, actuaron en el anonimato. Como dice la frase popular: “El Valiente vive hasta que el cobarde quiere”. O sea, que si el que calla otorga, nuestra inacción como personas y ciudadanos del mundo permite que otras personas hagan cosas espantosas.
La esclavitud cayó finalmente en 1865 a causa el libro “La cabaña del Tío Tom” de Harriet Beecher Stowe, mismo que -para decirlo en términos actuales- se hizo viral a partir de su publicación en 1852, y es acreditado como la fuerza “Mayor” que terminó con la esclavitud en Estados Unidos. Más que una queja social, el libro era y es un llamado a la acción. “El Sonido de la Libertad” tiene que ser nuestra “Cabaña del Tío Tom”.
Compañero Católico, es correcto que sientas tristeza, dolor y hasta coraje por lo que les pasa a los niños afectados por la esclavitud como nos muestra la película. Es totalmente natural que sintamos una gran indignación por lo que está ocurriendo en estos momentos a muchos niños inocentes en nuestro planeta, cuyo único pecado es haber nacido pobres. Es bueno que vayas a ver “El Sonido de la Libertad”, y mucho mejor que invites a otros a verla, también. Pero no es suficiente. Hay que hacer algo más. No basta con solo despertar nuestra conciencia a realidades incómodas para nosotros. Esta película necesita por fuerza llamarnos a la acción. No basta con sentirnos pésimamente mal por estos niños. Hay que hacer algo. Hay que levantar nuestra voz como cristianos y no permitirlo.
Católicos, usemos esta indignación para pedir a los oficiales electos que acaben Ya con esta terrible situación. ¡Los invito a que firmen peticiones en sus respectivos países para que se acabe con la esclavitud infantil! Hermano, sé que vas a ver la película, pero aparte de eso, ¿Que vas a hacer tú? ¿Qué estas dispuesto a hacer para que todos los niños del mundo puedan cantar y escuchar el Sonido de la Libertad?