Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Nuevamente les saludo con gran cariño y afecto. Seguimos reflexionando en torno a la exhortación del papa Amoris Laetitia en el capítulo sexto algunas perspectivas pastorales. Retomamos el punto donde el Santo Padre, en el documento, habla sobre los primeros años del matrimonio.
Los primeros años del matrimonio son un período importante, vital, dedicado, durante el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del propio matrimonio. Por eso, queridos esposos jóvenes, vivan esos primeros días, meses, años, con mucha profundidad, con mucho amor, con mucha entrega, tomar plena conciencia de su unión, de su entrega, de su propio proyecto de santificación.
Por eso es importante vivir una espiritualidad familiar o matrimonial, en este caso una espiritualidad, la oración común, la oración que la hagan juntos, recomienda el papa, y también la Eucaristía, al menos dominical.
Dos aspectos para fortalecer la espiritualidad familiar: la oración y la Eucaristía. Este camino es cuestión de tiempo, el problema es el ritmo frenético y acelerado de la sociedad de hoy, incluso también los compromisos laborales. El matrimonio joven debe crear su propia rutina en el buen sentido de la palabra, rutina, su propio camino, que brinde una sana estabilidad una sana seguridad de ambos, rutina que además debe ser de fiesta, de alegrarse, de gozo, de festejar, y también una espiritualidad que haga crecer a ambos en la fe. No todo es fácil, dice el papa, no todo es bonito, vendrán crisis.
El papa en este documento toca el tema de las crisis en el matrimonio y nos invita a los obispos, a los sacerdotes en esta acción pastoral familiar, a iluminar las crisis, las angustias y dificultades de los matrimonios, sobretodo en sus años iniciales. Y tres aspectos que recomienda el documento ante las crisis, lo que es de pronto, de momento, vivir en la espera, en la espera de crecer, en la espera de superar, en la espera de salir adelante juntos los dos, la paciencia, no perder la calma, no perder la paciencia, no tomen decisiones aceleradas, tranquilícense, cálmense, tengan mucha paciencia, y sobretodo la fidelidad de uno para con el otro.
Cada crisis que puede enfrentar el matrimonio implica un crecimiento, dirán algunos. Escuchaba en Radio Guadalupana de un santo que comentaba “bendita la crisis, bendita mundanidad que me hace crecer, que me hace madurar, que me da la posibilidad de crecer, si la crisis implica un crecimiento.
El papa señala algunas actitudes negativas ante las crisis, una es de resistir: ‘no, no hay ninguna crisis, a mí no me va a pasar, nosotros nunca vamos a caer en eso’. Resistirse al tema de las crisis , o la negación, si ya está en la crisis, negarlo, caer en la negación propia: ‘no pasa nada, todo está bien’, minimizar. Hay que cuidar no resistirse, no caer en la negación sino afrontarlas con calma, con tranquilidad. Y eso implica la gracia, la gracia de Dios que da a los esposos para vencer cualquier crisis, cualquier dificultad.
Sin el itinerario, en el caminar de los esposos hay como diferentes cambios, circunstancias cuando las crisis no se afrontan debidamente, inclusive así, muy claramente, diferentes pasos: pasar de la persona que amo, ‘estoy con esta persona a quien amo, mi esposa, mi esposo’, y luego ya no es la persona que amo, ‘es la persona que me acompaña siempre en la vida’, un paso de quien es el esposo, a otro tercer paso que ‘es el padre o la madre de mis hijos’, a un cuarto paso, que es el ser un extraño. ¡Cuidado! si no se atienden las crisis, si no se afrontan con paciencia, con una esperanza, con fidelidad, esa crisis puede ir creciendo y afectando y pasar de ser la persona a quien amo, a vivir con un total extraño y desconocido. Para enfrentar una crisis, dice el papa, se necesita estar presente. Presente quiere decir en actitud de: ‘vamos a afrontarla, vamos a dialogar, vamos a salir juntos, vamos a poner de nuestra parte, vamos a pedir auxilio, un consejo, vamos a acercarnos al sacerdote, vamos a hacer oración, estar presentes, tomar en cuenta la crisis.
Hay diferentes crisis, crisis en cuanto a estados de ánimo, crisis de los años de inicio, crisis cuando llega el primer hijo o los hijos, crisis de la manera de educarlos, de criar a los hijos, la crisis de la adolescencia, de los hijos, la crisis de la vejez, de los padres, de los cónyuges, la crisis del propio cambio físico de los esposos o crisis personales que también a veces tienen las parejas, como crisis económicas, laborales, afectivas, sociales, incluso espirituales.
El papa pues señala toda una serie de crisis que ahí están, que no podemos negar y que se dan de una u otra manera, pero que tenemos la capacidad y la gracia para poderlos afrontar debidamente.
Un error ante las crisis, también señala el papa, es culparse mutuamente, no, es que tú, no, es que tú, y quedarse ahí en el culpar al otro, culparse mutuamente ¿qué hacer? Dice el papa, poner en práctica el difícil arte de la reconciliación, el pedir perdón, el reconciliar en esos momentos de crisis. Por eso ¡paciencia, fidelidad, espera!, por eso, diálogo, por eso hacer oración para llegar a ese punto y ser feliz. Arte de la reconciliación.
El papa toca otros temas ya con relación a otras situaciones, nos invita a acompañar pastoralmente a los separados, a los divorciados, a los abandonados, alentar a estas personas, acompañarlos pastoralmente. Dice: a las personas divorciadas, vueltas a casar, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, no excluirlos ni que ellos se sientan excluídos, ni nosotros excluirlos con palabras, gestos o actitudes.
También él toca el tema de los tribunales eclesiásticos en relación a la nulidad de los matrimonios. Ahí el papa invita a las diócesis, a los obispos sobre la gratuidad, sobre la manera de acelerar sin excesos las posibles nulidades de los matrimonios.
También señala el papa que ante las separaciones las principales víctimas son los hijos, definitivamente, entonces ¡cuidado! Jamás tomen a un hijo como rehén, porque le hacen mucho daño a los hijos.
También habla de situaciones complejas, de los matrimonios mixtos que son un católico con un cristiano, o los matrimonios de disparidad de culto, que es un católico con un no cristiano. Dice el papa hay que atenderlos, hay que darles una atención especial, particular, sobre todo con la parte que no es católica, para ayudarle para comprenderlo, para motivarlos a que lleven un matrimonio bonito, estable, santo.
Finalmente termino con unas palabras muy fuertes, al final del documento, donde el papa habla con relación a las uniones entre personas del mismo sexo. Cito el texto tal cual, porque es muy claro lo que señala aquí el papa y los padres sinodales.
En el curso del debate sobre la nulidad y la misión de la familia, los padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio no existe ningún fundamento para asimilar o para establecer analogías ni siquiera remotas entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo.
Finalmente el papa habla sobre la vejez, los años últimos, la viudez, estados muy específicos de las circunstancias que se tiene que atender bien.
Esperemos que estas reflexiones nos ayuden a madurar sobre todo en la línea del matrimonio, de los que se van casar, de los primeros años en la vida del matrimonio.
Que Dios los bendiga, los fortalezca y yo los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.