Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucha alegría y gozo. Seguimos en el camino del Adviento. Por una parte es el tercer domingo de Adviento, pero hay una solemnidad que se nos ha permitido, desde Roma, que celebremos.
Todos sabemos: 12 de diciembre, en este domingo de Adviento, se ha permitido poder celebrar a nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, se nos ha concedido este beneficio, anteriormente, por conocimiento, cuando el 12 de diciembre caía en domingo, prevalecía el segundo o Tercer Domingo de Adviento, y el 12 se trasladaba al lunes siguiente. A partir de este año, si cae el 12 de diciembre en domingo, podemos alegremente celebrar la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe el mismo 12 de diciembre.
Condiciones
Dos condiciones nos pide la Sagrada Congregación de la Liturgia: una, que la segunda lectura sí sea la del tercer domingo de Adviento, y que en la predicación, cada sacerdote hagamos mención del tiempo de Adviento, conectando la solemnidad de Santa María de Guadalupe con el tiempo de Adviento, lo cual queda perfectamente, así que hoy domingo celebramos a nuestra madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, pero el centro sigue siendo Jesús, Cristo Redentor que nace, que va a nacer, que viene a nuestro encuentro y nos preparamos para recibirlo.
María a nuestro encuentro
María viene también a nuestro encuentro. Nos estamos preparando como nación, como Iglesia en México para los 500 años del Acontecimiento Guadalupano, Santa María de Guadalupe se aparece a san Juan Diego, le saluda y le da un mensaje: ‘construye una casita sagrada’.
Hermosamente el Evangelio del día de hoy, la Solemnidad tomada de san Lucas, habla de una visita. María se encaminó presurosa a las montañas de Judea y visita a Isabel, casa de Zacarías, María visita a Zacarías en una casa, Santa María de Guadalupe visita un pueblo, una nación, nos visita a ti y a mí y a todos nosotros y nos trae al Salvador, al Hijo de Dios. Dice el texto: ‘se encaminó presurosa’. Va con gusto, ella va esperando a Jesús, Isabel también está esperando a Juan. Un encuentro, dos mujeres, María e Isabel. Un encuentro: Jesús en el vientre de María, y Juan en el vientre de Isabel, tanto Isabel como la creatura, dice el texto, saltaron de contentos y más Juan, la creatura, saltó en el seno de Isabel.
Es la presencia de María en nuestra vida, como Iglesia, como nación, que debe provocar alegría, por María, nuestra Madre que nos visita y por la presencia del Salvador, el Hijo de Dios que viene a nuestro encuentro.
Llenos del Espíritu Santo
Dice el texto que Isabel quedó llena del Espíritu Santo y tú y yo también: la visita de María nos llena a cada uno, a todos, del Espíritu Santo. Por eso exclama Isabel, diciéndole a María ‘Bendita tú, María, entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’… Es Jesús, el Salvador.
Y por eso se extraña, canta y danza. ‘¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Isabel reconoce a su prima como la Madre de Dios, es una confesión de fe de Isabel, Así también nosotros: ¿Quiénes somos para que la Madre de mi Señor, la Virgen de Guadalupe venga a nuestra casa, a nuestro país, a nuestra familia, a nuestra diócesis, a la humanidad?, ¿Quiénes somos para que venga a ti, a mi y a todos nosotros?
Dios nos ama, nos envía a su Hijo y por eso nos preparamos en el Adviento y por eso viene María a nuestro encuentro. ‘Dichosa tú -afirma otra vez Isabel de María- que has creído’, entonces María exclama el cántico del Magnificat ‘Mi alma glorifica al Señor’.
Guadalupe en el Adviento
Escuchamos la segunda lectura, que es del tiempo de Adviento, de san Pablo a los filipenses, es el domingo tercero, Gaudete, ¡Alégrate! Así hoy san Pablo nos dice ¡Alégrate!, ¡Alégrense!, debemos alegrarnos como Isabel, como Juan en el vientre de su madre. ¡Alégrense siempre en el Señor que viene! La alegría plena es un regalo del Señor, de Dios que viene, y dice, se los repito, ¡Alégrense! Que la benevolencia, el amor, la compasión la gracia de ustedes sea conocida por todos, el Señor esta cerca.
Se nos pide que en esta solemnidad de Santa María de Guadalupe hagamos alusión al Adviento, el Señor está cerca, viene a nuestro encuentro. Sigamos preparándonos con gozo, fe y entusiasmo, en la oración y en la comunión, en la fraternidad y buenas obras.
Alegrémonos y cantemos como María ‘Mi alma glorifica al Señor’, como en el salmo responsorial: “Que te alaben, Señor, todos los pueblos’ Glorificar a Dios, bendecirlo por su amor que nos demuestra en María de Guadalupe y en su hijo Jesucristo el Emmanuel.
En la primera lectura del Profeta Isaías escuchamos: “La mujer -refiriéndose a María-, dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros’. El profeta lo anuncia y se hace realidad: ya vino, ya nació, sigue naciendo cada día y vendrá un día el Emanuel, el Dios con nosotros, Jesús el Salvador.
Mujer vestida de sol
Qué hermosa es la antífona de entrada de hoy domingo, que dice: ‘Una gran señal apareció en el cielo’ -palabras de un texto del Apocalipsis- una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Hermosa descripción del Apocalipsis sobre María. Si vemos esta descripción y la imagen preciosa de la Virgen de Guadalupe, vemos que ahí está: Nuestra Madre encinta, radiante, con las estrellas, la luna bajo sus pies, ¡Hermosa nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe!
Construir la casita sagrada
Hemos celebrado apenas hace unos días la Inmaculada Concepción en la que hemos ordenado cinco presbíteros y dos diáconos. Dios nos bendice, hace maravillas y lo que nos pide es fe, confesar nuestra fe en Cristo, el Hijo de Dios, amar a Maria, ‘bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’,
¿Qué nos pide en este misterio Guadalupano? ‘construyan una casita sagrada’, ¿Cuál es esa casita?, no sólo el templo, Catedral, construir la casita es ‘construyan el pueblo de Dios, la comunidad, la familia.
Y por eso en la Oración Colecta decimos: ‘Padre mío, que has puesto este pueblo tuyo, México, América Latina, Ciudad Juárez, bajo la especial protección de la siempre Virgen María de Guadalupe. María viene, y como es madre, nos protege y nos cuida, nos une en su amor, intercede por nosotros, le pide a Dios por nuestra salud, por nuestra paz y tranquilidad.
Así, celebrando este misterio debemos profundizar en nuestra fe, pero con un compromiso de conversión y así buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz.
La presencia de Santa María de Guadalupe nos compromete a construir un pueblo, una ciudad, una diócesis, una familia por caminos de justicia y de paz.
Queridos hermanos, vivamos hoy y siempre en esta solemnidad, la presencia de Santa María de Guadalupe en nosotros. ¡Dichoso tú, dichoso yo, que hemos creído, y que esa fe nos lance al testimonio vivo de amor, fraternidad y caridad para todos nosotros.
La bendición de Dios Todopoderoso permanenzca siempre con ustedes. Felicidades a todos. Un abrazo.
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