Consuelo Mendoza García/ Alianza Iberoamericana de la Familia
Con gran preocupación, algunas organizaciones y académicos difundieron el fin de semana la noticia respecto a la no participación de México en la prueba PISA, que es un examen que se aplica cada tres años a los estudiantes de 15 años de edad, con el objeto de medir sus habilidades en ciencias, matemáticas y lectura.
Desde el año 2000 nuestro país ha participado en este programa internacional, permitiéndonos conocer el nivel educativo de los alumnos de secundaria; y a pesar de los resultados desfavorables con respecto a los demás países participantes, ha sido una herramienta útil y necesaria para estar informados y conocer las carencias, las necesidades y los retos de la educación en México y en cada uno de sus estados.
Y aunque el presidente López Obrador ha asegurado que México sí participará en la prueba PISA, la incertidumbre, la desconfianza y la desinformación vuelven a hacer muy sensible para la sociedad un tema crucial: la educación de nuestros niños y jóvenes, amenazada además por la pandemia y la deserción escolar que ésta ha generado.
No se trata de los beneficios que pudiera aportar la prueba PISA en sí, sino de la posibilidad que representa para conocer y acercarnos a través de ella a nuestra realidad en los niveles de educación y así buscar las soluciones pertinentes para su mejora.
La situación es verdaderamente grave, pues entre otras cosas el actual gobierno:
-Eliminó al Instituto Nacional de Evaluación Educativa que estaba conformado por consejeros de alto nivel académico y un equipo autónomo que generaba la información sobre el estado de la educación en México, haciendo además propuestas para su mejora.
–Descartó la Reforma Educativa que contenía una incipiente participación social.
-Ha reformado los libros de texto de manera arbitraria con contenido ideológico y sesgado.
–No ha tenido la capacidad de superar los estragos de la pandemia para dar a los niños y jóvenes mexicanos la oportunidad de regresar a la escuela y cumplir con su obligación constitucional de brindarles educación.
Ante la poca información y transparencia en el tema, ¿qué podemos hacer como ciudadanos? El 6 de junio tenemos una oportunidad única para cambiar el rumbo y construir un futuro más esperanzador.
La educación no es un tema menor porque de ésta depende la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos, profesionistas, técnicos, maestros, científicos etc. que además de los conocimientos adquieran la formación ética y cívica necesaria para la erradicación de la violencia y la construcción de la paz.
Porque México lo vale, juntos podemos cambiar el rumbo y construir un mejor futuro.