Felipe de J. Monroy /Periodista católico
Si hacemos caso a las campañas políticas que saturan los medios de comunicación estos días, básicamente hay dos escenarios para la construcción política mexicana: “O volver a la célula partidocrática de corrupción y privilegios que repartió la riqueza en las cúpulas de poder mientras se acendraban las injusticias sociales, o reafirmar un proceso de descomposición económica y democrática a través de un poder hegemónico monomaniaco de ínfulas autocráticas”. El gran escenario de la narrativa electoral parece insistirnos en que no hay otras historias sucediendo al margen de este drama nacional; pero se equivoca. La narrativa electoral hoy se reduce a un absurdo terrible que quizá baste para quienes padecen delirio de analista político: ‘Aquel es peor que yo, yo soy mejor que aquel’. Sin embargo -dijo el impertinente-, la gente lista suele ser más callada. Y en sus silencios seguramente valora algunos diferenciadores en candidatos y escenarios postelectorales que lo animarán a emitir su decisión en forma de voto. Y esos diferenciadores, cuando elementales, están cooptados por la narrativa maniquea; pero cuando no -y aquí hay una gran porción de ciudadanos indecisos y que honestamente tienen preocupación por la responsabilidad que implica su voto-, hay ciertos diferenciadores que vale la pena atender. Al contrario de lo que se cree, los diferenciadores del electorado respecto a las posiciones políticas de sus candidatos no están en los temas de consenso social como la transparencia administrativa, el bien común, el combate a la inseguridad y la pobreza, la promoción al empleo y a la economía, la defensa del medioambiente, etcétera. Los diferenciadores obviamente están justo en los temas polémicos: aborto, legalización de drogas, migración, censura y control de las libertades individuales (desde la libertad de expresión hasta la libertad religiosa), vigilancia del Estado, en fin. Y es en esa pequeña franja de incertidumbre de se pueden ganar o perder muchos votos, eso lo saben bien partidos y candidatos. Así, por ejemplo, hay partidos cuyo marketing está aparentemente orientado a convencer a votantes provida pero cuya plataforma dista mucho de la defensa del no nacido; hay otros movimientos que alegan que la legalización de las drogas es para combatir el narcotráfico pero sólo favorecen un mercado irresponsable de estupefacientes; hay organizaciones que dicen mostrase sensibles a la migración pero no se manifiestan ante la militarización de las fronteras; y los últimas, partidos que dicen promover la libertad pero siempre encuentran la manera de estatizar la violencia para controlar la organización ciudadana. Ante este panorama, resulta evidente la necesidad de plataformas que verifiquen permanentemente el decir y el hacer de partidos, candidatos y dirigentes sociales; que contrasten los discursos y califiquen sus acciones en el pasado, tanto los que buscan la reelección como aquellos que van iniciando en la carrera política. Este tipo de plataformas de análisis ciudadano son herramientas muy útiles para aquellas personas que no quieren limitarse a las narrativas simplificadas de nación que se promueven en las estrategias partidistas. Una de estas herramientas es Voto Católico, organización ciudadana que contrasta las diferentes polémicas sociales contra la doctrina social y el magisterio de la Iglesia. Esta iniciativa estará relanzando su plataforma de análisis dirigida específicamente a los católicos mexicanos para que, desde una sólida documentación, se auxilie a los potenciales votantes a conocer a los candidatos en los diferenciadores que realmente le importan a este sector. Así como esta organización, hay una pléyade de grupos de la sociedad civil que habrán de hacer su evaluación directa de candidatos, partidos y plataformas; son un imprescindible para la construcción de diálogo y conversación política.