Comentario Evangelio Domingo 17 enero 2021
Pbro. Julián Badillo Lucero/ Formador del Seminario
Durante este tiempo en que han permanecido los templos cerrados o que no hemos tenido la oportunidad de hacer nuestra práctica religiosa habitual, nos percatamos que experimentamos desconcierto y cierta inseguridad, pues algunos ya teníamos una forma muy concreta de conducir nuestra espiritualidad. En ocasiones con frustración sentimos cómo nuestra fe fue dispersándose un poco. Las lecturas de este domingo están en consonancia con esta realidad.
Ciertamente aunque ya teníamos una practica espiritual, este tiempo sirvió para que nosotros echáramos a volar nuestra creatividad, buscando nuevas formas de vivir nuestra espiritualidad sin disminuir la intensidad de la fe. Es cierto que no tenemos la facilidad de acceder físicamente a los sacramentos, pero no por eso signifique que no podamos mantener nuestra fe hasta que sea posible recibirlos.
Samuel y Pablo
En la primera lectura, el libro de Samuel pone el ejemplo de este joven, quien, de una manera inocente, no reconoce quien es quien le llama, pues “aun no se le había revelado la palabra del Señor”.
De este pasaje descubrimos que ambos no supieron al principio quien era el que llamaba, más la experiencia del sacerdote Elí, le permite reconocer que es el Señor quien le llama, por eso guía a este joven a abrir sus oídos a lo que Dios le tenía que decir, resaltando que ese tiempo era para escuchar aquello que le decía el Señor.
En la segunda lectura, San Pablo, hombre de su tiempo, se percata de la influencia griega en la cultura de su entorno, que consideraba despreciable lo relacionado al cuerpo; los gnósticos cristianos fueron una herejía que surgió años después, haciendo énfasis sólo a lo espiritual. Por esta razón, san Pablo, hace una eclesiología del cuerpo humano, refiriéndolo como un lugar sagrado, de culto, de encuentro con Dios a semejanza del Templo; por ello las ofensas cometidas contra el cuerpo son consideradas para él como un sacrilegio: el cuerpo es un lugar reservado para Dios y con él darle gloria reconociendo la redención lograda por Jesús.
Al encuentro del Señor
En el evangelio, San Juan refiere un sentido de orientación a los discípulos de Juan Bautista, quienes por parte de él recibieron un primer anuncio preparándolos para descubrir en la persona de Jesús al Mesías esperado.
La curiosidad que el Bautista dejó en ellos les permitió acercarse no sólo a donde vivía, sino a su corazón, de donde ambos discípulos supieron con seguridad de quién se trataba, por eso acuden con Simón, y Andrés su hermano, le comunica esa buena nueva, lo que le lleva al encuentro con el Señor, de donde surge de la mirada de Jesús y la misión que con el cambio de nombre iba a realizar el Apóstol.
Tiempo de escucha
Retomando lo que mencioné al principio, este tiempo es un momento de escucha de aquello que Dios tiene qué decirnos en el silencio de nuestro corazón, buscando una guía con experiencia que nos conduzca al encuentro de el Señor, porque con frecuencia hemos recibido cadenas, o videos de supuestos mensajes o doctrinas que más que ayudarnos confunden de la verdad. Como por ejemplo el supuesto sacrilegio al comulgar en la mano, que ha sido un mensaje de los más enviados a nuestras redes, generando solo confusión y cierta angustia. Por ello es mejor que busquemos a nuestros guías, y aunque estén cerrados los templos, podemos localizar a nuestros párrocos, podemos estudiar la Doctrina, buscar en el Magisterio de nuestra Iglesia, estudiar nuestra fe, orar, con esta finalidad de encontrar una guía con experiencia que nos ayude a descubrir no sólo la voluntad de Dios, sino también al encuentro con él, que sin duda tiene una misión importante para cada uno de nosotros.
Sabemos que un día todo volverá a la normalidad en razón de la situación de contingencia, y la pregunta es ¿Cuántos regresaran a los grupos o servicios en los que estaban antes de esta situación? O bien: ¿Iremos con la misma devoción a misa?
Por ello, mientras ese tiempo llega, busquemos la verdad de Dios y pongamos a su servicio nuestra humanidad, sabiendo que nos espera primero Él, y después aquellos hermanos que han dejado de oír su voz y que confundieron su camino, para que nosotros, desde nuestra experiencia, podamos ayudarles a re descubrir su fe y a vivir el amor que Dios nos tiene.