El obispo nos recuerda que la Cuaresma nos da la oportunidad de entrar en el desierto, de subir a la montaña, de revisarnos a nosotros mismos para ver cómo va nuestra vida…
Les saludo con alegría, con gozo como cada semana, me pongo en contacto con ustedes, a través de estos medios. Seguimos comentando algún tema de interés, de reflexión que nos lleve a ir creciendo en la fe. Quisiera comentar algo sobre la Cuaresma.
Ya hemos vivido el tercer domingo de Cuaresma y ahora estamos en el cuarto domingo. Sabemos que la Cuaresma es un tiempo litúrgico intenso, que nos lleva a la reflexión.
Es tiempo donde casi no damos la oportunidad al Espíritu, al interior, entrar dentro de nosotros mismos, porque vivimos en un mundo corriendo, acelerado, activismo. Es tiempo de hacer un alto en nuestra vida para orar, para dialogar, dijo el papa a los obispos, en primer lugar y lo hago extensivo para todos, sacerdotes, consagrados y fieles: nos pidió que nos diéramos tiempo para dialogar con Dios, abrirnos con Dios a través de la oración.
En esa reflexión que hizo en Morelia, dime como oras y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo es tu oración. Oración y vida, oración y testimonio, la coherencia entre estos dos binomios, oración y vida.
La Cuaresma nos da la oportunidad de entrar en el desierto, de subir a la montaña, de revisarnos a nosotros mismos para ver cómo va nuestra vida, no dejarnos atrapar por el mundo, por el acelere del mundo porque nos absorbe, nos come, nos frena. En cambio, en este tiempo de Cuaresma profundizamos en la oración, en la misericordia, en la caridad y en el ayuno e iremos preparándonos para celebrar fuertemente el misterio de la Pascua. A eso nos encamina la experiencia cuaresmal, orar y orar en silencio, en comunidad, hacer ayuno, es decir la renuncia, como obispo, como fiel, como católico, como persona, ayuno de mis defectos, de mis errores, de mis vicios, de mis egoísmos. En eso la oración nos fortalece para quitar y arrancar valientemente, con la ayuda de Dios, todo aquello que nos estorba y nos ayuda a crecer para que, habiendo podado todo lo malo, en ese sentido de conversión diaria, nos preparemos y lleguemos bien dispuestos a las fiestas de la Pascua.
El papa pues nos insistió mucho el diálogo con Dios y abiertos a Dios y que oremos para que esa oración se convierta en testimonio, el testimonio de nuestra vida.
Como escuchábamos la lecturas de esta semana, la recomendación que Moisés hace al pueblo de Israel, primero les recomienda que cumplan los mandamientos, observen los mandamientos, guárdenlos en el corazón y cúmplanlos, también nos hace otra recomendación: la experiencia de amor que han vivido de Dios, que los ha liberado, que nos ha acompañado en el desierto, la presencia de un Dios cercano, vivo , como no hay ningún otro, compártanla, anúncienla, platíquenla a sus hijos de generación en generación, den testimonio de lo que han vivido de parte de Dios.
Es algo que debemos de retomar nosotros, cumplir el precepto, no por cumplirlo, que el Cristo lo resuma en el amor, la plenitud de la ley. Ama a Dios con todo tu corazón, ama a tu prójimo. ¿qué tanto amamos a Dios?, ¿qué tan sincero y auténtico es nuestro amor a Dios?, ¿le damos tiempo a Dios, volvemos nuestra mirada a Dios?, ¿escuchamos su palabra, la meditamos?, ¿nos acercamos a los sacramentos?, ¿qué tanto es nuestro amor a Dios? Que no se quede en lo intelectual, en lo teórico, que no quede en la fórmula, sino que realmente tengamos un amor entrañable, un encuentro profundo con Dios, diario, pero también ese amor a Dios se tiene que reflejar en el amor al prójimo, amar a mi prójimo, mi familia, mis vecinos, mis compañeros.
También amar al prójimo es amar al necesitado, al enfermo, al encarcelado, al hambriento, al triste, al que no cuenta para el mundo, entonces tenemos que vivir el precepto del amor: ama a Dios y ama a Dios en tu hermano que sufre para que le tiendas un abrazo de ayuda, de solidaridad y juntos salgamos adelante.
La Cuaresma nos invita a esa conversión diaria. Todavía nos quedan dos semanas. Los invito a que no perdamos la intensidad de estos días. Se han organizado en decanatos las confesiones, es un tiempo muy propicio para reconciliarnos con Dios a través del sacramento de la Confesión que es un momento de misericordia.
Vamos a encontrar en el Sacramento a través del sacerdote, la Misericordia de Dios; ahí dejemos el pecado, la maldad que traemos para recibir la gracia, volver a recuperar esa presencia divina en nosotros, su imagen, su semejanza y así llegar bien preparados a vivir intensamente los días de Semana Santa.
Desde el Domingo de Ramos y sobre todo los días del Triduo Pascual la Pasión, la Muerte, el jueves, viernes y sábado santo y la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuentan con mi oración, mi cariño, con mi bendición, siempre cercana, con amor de padre y pastor y pido su oración por mí para que también me convierta, cambie, sea mejor y pueda ser un pastor a ejemplo de Cristo, Buen Pastor. De antemano les manifiesto mi cariño y aprecio y les doy a todos mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.