Fray José Feliciano comparte su testimonio de cómo la oración de las clarisas capuchinas en Ciudad Juárez, ha logrado abundantes gracias divinas.
Ana María Ibarra
Como testigo de los frutos de la oración de las religiosas contemplativas Clarisas Capuchinas, el sacerdote José Feliciano, de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos
acude a ellas siempre que tene una necesidad.
El sacerdote compartió su testimonio con Presencia, resaltando que fue la oración de estas monjas la que lo ayudó a su discernimiento vocacional y hace unos meses, sanó a su madre de una parálisis cerebral.
Oraron por su vocación
Hace más de 25 años, José Feliciano llegó al monasterio de las hermanas Clarisas Capuchinas en Ciudad Juárez, con una inquietud vocacional. Buscaba apoyo espiritual a través de la oración.
Al mismo tiempo, sostuvo algunas charlas con el padre Efrén Hernández, en aquel tiempo párroco de la comunidad de San Martín de Porres.
“Un sacerdote entregado, trabajador, con estructuras humanas, espirituales y teológicas”, compartió fray Feliciano sobre el padre Efrén, cuyas interrogantes precisamente llevaron al joven a un cuestionamiento vocacional.
“Me preguntaba por qué quería irme con los Capuchinos si en la diócesis había necesidad de sacerdotes. Me refugiaba con las Capuchinas y les pedía que oraran por mi vocación, pero no como proselitismo para irme con los Capuchinos, sino para definir mi vocación”, expuso.
Ayudado finalmente con esa oración a tomar su camino, el religioso dijo estar convencido de que las plegarias de las clarisas capuchinas han ayudado también para que la orden de Capuchinos crezca en México.
“El testimonio de su vida de oración y de pobreza ha hecho que hoy su propia congregación vaya creciendo con gente joven que tiene todo el espíritu para seguir encarnando el carisma en Ciudad Juárez”, dijo.
Valorar la vida contemplativa
El sacerdote, quien antes de la pandemia realizaba su servicio en Estados Unidos dijo que recientemente fue enviado al Centro de Estudios Teológicos Santa Verónica, en un convento localizado en Cuautitlán Izcalli, pero su mamá enfermó y tuvo que venir a Ciudad Juárez para cuidarla.
“Hace tres meses le dio un infarto cerebral y estaba diagnosticado que no podría valerse por sí misma, pero gracias a la oración de las hermanas ahorita come, camina, aún no habla, pero sí podemos comunicarnos. Me ha tocado estar en su recuperación gracias a la oración de las hermanas y de tanta gente”, dijo agradecido.
El sacerdote resaltó la cercanía, cariño y buena comunicación que tiene con las hermanas clarisas capuchinas.
“Es muy padre compartir la riqueza del carisma franciscano capuchino”, dijo agradecido porque también porque Dios acomoda los tiempos, pues él ya tenía planeado venir a Juárez para arreglar su estatus migratorio.
“En este momento estoy esperando la cita con migración para mi residencia en Estados Unidos, y ya les pedí a las clarisas su ayuda para que oraran por esta situación”, dijo.
El capuchino, quien trabajó por 10 años con las clarisas en Ciudad Juárez, finalizó diciendo:
“A veces las contemplativas no son valoradas, no sabemos su riqueza, ni la riqueza de la oración. Debemos valorarlas”.
En frase…
“Quiero mucho a las hermanas clarisas capuchinas. Las contemplativas son como las plantas de luz que están alejadas de la comunidad, pero generan luz en la oscuridad”.