Presencia
Este año, el Gobierno Municipal instaló la tradicional Villa Navideña para recibir a las familias juarenses con diversas opciones de esparcimiento celebrativo, propio de la Navidad.
De hecho este año se colocaron tres Villas Navideñas, “para acercar estos festejos a todas las familias de de la ciudad”, según un comunicado del gobierno.
Sin embargo, este año no se incluyó el tradicional Nacimiento o Pesebre, que alude al motivo de la celebración decembrina. Solamente “pista de hielo, juegos mecánicos, Santa Clos gigante, y fábrica de juguetes de Santa, todo gratuito para la gente”, dice el comunicado del gobierno local.
Por ello la pregunta de esta semana es:
¿Qué opina de que este año se omitió instalar el Nacimiento de las villas navideñas del municipio?
Esta determinación de la autoridad municipal es una visión jacobina de la práctica política. Recordemos que en tiempos de la revolución francesa nace un grupo de izquierda así denominado, quienes entre otras cosas promovían el laicismo y anticlericalismo, con lo que buscaban nulificar la incidencia de la iglesia católica.
Nuestras autoridades ahora bajo esa misma bandera del estado laico buscan violentar nuestros derechos, como el derecho a la libertad religiosa. Prueba de esto es la decisión de omitir el Nacimiento de la villa navideña, sabidos que es un símbolo de piedad popular. Perdiendo así el sentido trascendental de las personas y sustituyendo con ideologías porque de alguna manera buscan llenar ese vacío que se encuentra en la esencia de cada uno.
Insisto en que este acto es una muestra de la violación a los derechos humanos contenidos en la declaración universal, la cual reconoce el derecho a la libertad religiosa y manifestación, y por lo tanto, el Estado debe garantizar este derecho. Las creencias religiosas “tienen manifestaciones concretas que no se pueden negar”, porque estas no son una idea, “sino una opción, una forma de vida, que va haciéndose cultura”.
En ese sentido todos debemos ser conscientes de este acto, exigir esa garantía a las autoridades y podemos empezar por poner en las afueras, en nuestras banquetas, la encomienda a la Virgen de Guadalupe, el nacimiento y las diferentes manifestaciones de nuestra devoción católica.
Mtra. Yadira Lozano Fernández/ Politóloga
Hace algunos años nuestro Papa Emérito Benedicto XVI advirtió que existe “una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un ‘paraíso sin Él’. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un infierno, donde prevalecen el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza”
En nuestro país ya hemos sido testigos de ello, el 9 de noviembre, la Primera Sala de la Corte pospuso la discusión de la propuesta del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, sobre la prohibición a la instalación de los nacimientos en recintos gubernamentales. El proyecto es sobre un amparo tramitado por una persona contra la colocación de nacimientos y adornos navideños alusivos a la religión en espacios públicos significativos en el municipio de Chocholá, Yucatán.
Para ciertas instancias gubernamentales no es necesario que exista una ley sobre los signos religiosos en el espacio público, sencillamente desde el discurso de la diversidad, inclusión y respeto se abstienen de incluir estos signos de fe tan importantes en la cultura del país y las tradiciones de su pueblo, como ocurre en nuestra ciudad donde hay la ausencia de nacimientos en las villas navideñas instaladas en nuestro municipio.
El mundo actual tan inclusivo celebra “Felices fiestas”, olvidando que la razón de estas fechas es el nacimiento histórico de Jesucristo, y para muchos de nosotros (77.7% de la población que profesa la religión católica en México) celebramos el misterio de la Encarnación del Hijo de DIOS . Pareciera que en este discurso inclusivo no tenemos cabida la mayoría de los ciudadanos católicos y cristianos.
Que Dios conceda a los mexicanos la valentía de expresar la fe en todo espacio, incluido el público y que nuestra vida y actos den cuenta del amor de Dios, ese amor que por nosotros se hizo hombre y nació en un pesebre.
Mtra. Fátima Anaya Ramírez/Docente
Celebrar una fiesta sin el invitado principal, así de risible es esta supuesta omisión. Recordarán que en el 2020 una asociación civil interpuso una denuncia para retirar los nacimientos de espacios públicos; bueno pues ese fue el inicio de lo que hace unas semanas apenas, involucró a la Suprema Corte de Justica en su intento de prohibir los nacimientos en espacios públicos, lo cual a su vez, mereció la respuesta del Episcopado Mexicano, la cual entre varios argumentos mencionó el siguiente: “el Estado Laico no puede ser comprendido como la ausencia, la falsa neutralidad de lo religioso. La eliminación de cualquier signo religioso supone ya la afirmación ‘de la increencia’. Esta posición ha ido configurando la corriente ‘laicista’, cada vez más desplazada en el mundo moderno”.
La intención de fondo de estas peticiones es una animadversión por el cristianismo, por la cerrazón de los que ahora se autoproclaman de mente abierta adoptando “todo tipo de creencias”, pero que les causa escozor cualquier manifestación religiosa relacionada con el cristianismo.
Esperemos que haya sido una simple omisión, aunque dicen que en política no hay coincidencias, como creyentes debemos velar porque se mantengan vivas nuestra tradiciones y costumbres y no dejarnos intimidar por propuestas laicistas que buscan a toda costa desaparecer prácticas religiosas. Una fiesta sin el invitado principal no es una fiesta, pierde el sentido en el que los invitados se congregan en torno a un acontecimiento.
Mtro. Ramón Enrique Rodríguez/ Caridad y Verdad