Presencia
Luego de que una adolescente de 14 años de edad falleció a causa de los golpes que le propinó una de sus compañeras de secundaria en Teotihuacán, Estado de México, las alarmas se encendieron en el sector escolar y en la sociedad en general.
Como se ha reportado en medios de comunicación, el lamentable hecho violento quedó registrado en video, en el que se observa que sus compañeros no sólo no la auxilian, sino animan a la agresora.
Esto se suma a otros casos de bullying que se han dado a conocer, por ejemplo uno registrado este mismo mes en el Colegio de Bachilleres de la ciudad de Chihuahua, en el que varios compañeros acosaron y agredieron a un joven en los baños del plantel y fueron suspendidos.
De acuerdo a los reportes que ha recibido el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, en México, la tendencia de bullying se incrementó en un 85.9%, al comparar el periodo de enero a octubre de 2022 con el mismo periodo de 2020.
Hablar de Bullying escolar implica una serie de situaciones que, tristemente, en recientes hechos han desembocado en graves agresiones, llegando a causar la muerte. Esto es una alarma que debe ser escuchada y atendida por los maestros y las autoridades educativas, pero también por los padres de familia y por supuesto, por la sociedad, porque el agresor, en su afán de aparentar ante sí mismo y ante los demás una personalidad fuerte, de liderazgo o ganar popularidad, puede elegir a cualquiera como víctima.
Ante esta situación, los docentes podrían convertirse en el primer contacto, no sólo para detectar el bullying, sino ponerle alto, pues las más de las veces, por vergüenza, por no acrecentar el problema o por temor, la víctima no dice en casa las agresiones que está sufriendo, siendo los compañeros, los apáticos testigos o cómplices.
Es por eso que el maestro y el director escolar, además de actuar a tiempo y con firmeza ante la primera expresión de acoso, deben primero atender al acosador, puesto que sus acciones hablan de una carencia afectiva que tiene y que, en ocasiones, él mismo no percibe. Luego, debe atenderse y orientar a la víctima, para que no permita que su persona y su integridad, sean vulneradas, a la vez que tome conciencia de que ha sido víctima de bullying y no un simple blanco de bromas. Y como tercer paso, involucrar a los padres de familia, lo que es necesario para respaldar la autoridad escolar y como gestores de las reglas de convivencia en casa y en la sociedad.
A la vez, creo que la familia, como primera responsable del acoso escolar, cuando permite y hasta propicia el abuso o la burla entre hermanos o, lamentablemente, de padres a hijos, pueden propiciar una extensión de bullyin en el ámbito escolar, debe colaborar responsablemente en detener conductas de acoso o agresión de su hijo o hija, hacia un compañero, sin caer en la negación o alentar todo tipo de violencia y, por el bien familiar, colaborar y corregir cualquier situación, para no tener que lamentar daños irreversibles y extremos, como puede ser la pérdida de una vida.
Ivonne Reyes/ Maestra de educación preescolar
Bien indicaba el Papa Benedicto XVI «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz» es la tarea que atañe a cada generación.
Y enfatizaba “hoy más que nunca indispensable aprender el valor y el método de la convivencia pacífica, del respeto recíproco, del diálogo y la comprensión. Por naturaleza, los jóvenes están abiertos a estas actitudes, pero precisamente la realidad social en la que crecen les puede llevar a pensar y actuar de manera contraria, incluso intolerante y violenta”.
Las situaciones de violencia y bullying deben ser abordadas de manera integral y cada ámbito tiene una responsabilidad concreta, la escuela, las autoridades, la familia, la iglesia, los medios de comunicación entre otros.
Cada uno debemos preguntarnos ¿qué estamos haciendo en nuestros entornos para construir la cultura de la paz y del encuentro? ¿cómo son nuestras conductas y actitudes hacia los demás? ¿esas conductas son ejemplo de convivencia pacifica, respetuosa y honesta?
Estos trágicos eventos ocurridos en días pasados, donde una jovencita pierde la vida a raíz de una pelea escolar debe exhortarnos a ser auténticos artesanos de la paz comprometiéndonos con acciones concretas y cotidianas.
El Papa Benedicto XVI decía que “asumir la responsabilidad de educar a los jóvenes en el conocimiento de la verdad y en los valores fundamentales, significa mirar al futuro con esperanza”
Dios nos conceda mirar al futuro con esperanza y asumir la paz como un don y una tarea.
Mtra. Fátima Anaya/ Educadora
“Caso de bullying termina en muerte” “Norma Lizbeth murió tras pelea con compañera que le
hacia bulllying” “Alumnos acorralan y golpean a estudiante en Cobach Chihuahua”
¿Qué sentimiento se mueve en tu corazón y que pensamientos vienen a tu mente al leer o
escuchar estos titulares en las noticias? ¿Comprendemos en su profundidad el significado de
estos comportamientos de abuso de poder?
Giovanni Cucci SJ, profesor de filosofía y psicología en la Pontificia Universidad Gregoriana, en su libro “La Fuerza que nace de la debilidad”, nos ayuda a comprender que la ira en sí misma no es ni buena ni mala, es simplemente un componente psíquico, es parte del ser humano y es importante para vivir dándole una orientación hacia un valor dignificante.
Con esta perspectiva Viktor Frnakl nos plantea, en su libro El hombre en busca de sentido, que
al hombre de hoy le falta sentido porque ha perdido la conciencia de la Presencia de Dios como
referente del cómo, y para qué de la vida, estamos forjados en una cultura sin valores. Así, es
lógico el incremento exponencial del bullying entre nuestros jóvenes, es lo que aprenden de
nosotros.
De acuerdo con Cucci necesitamos reconciliarnos con la agresividad, que es parte de nuestra
naturaleza humana, y encauzarla. 1º aceptar que estoy experimentando esa emoción, 2º
intentar expresarla, escucharnos y hacernos conscientes de nuestro malestar y tratar de
encontrar el meollo, entonces estaremos en contacto con la razón. Al saber decirnos “estoy
enojado” validamos nuestra emoción, porque si tratamos de combatir la ira, se vuelve explosiva
y desbordante. Escuchamos aquello que percibimos como herida y esto nos da la posibilidad de
orientar esa fuerza a un cauce más constructivo que destructivo.
En el pleito de Norma Lizbeth y su agresora o con el estudiante del Cobach, son dos partes: el
agresor y la víctima. Podemos lograr una convivencia cordial y sana si fomentamos en nuestras
familias el validar nuestras emociones, respetarnos y escucharnos, orientándonos hacia grandes
valores que nos hagan más como Cristo.
Elizabeth Barajas/psicóloga