Consuelo Mendoza/ Alianza Iberoamericana de la familia
Quizá los temas políticos nos han saturado después de los días de intensas campañas, del proselitismo de los partidos políticos y sus simpatizantes, y de la labor de amigos, familiares y conocidos que intentaban convencernos de la importancia de votar y de hacerlo por tal o cual candidato.
Durante semanas fui testigo de promesas, de peticiones y de acaloradas discusiones en los chats y redes sociales sobre las alianzas y su utilidad, las posturas de los candidatos, y la conveniencia o no de votar por ellos.
La Iglesia como buena madre, nos orientó sobre los principios irrenunciables que deberíamos tomar en cuenta al votar: vida, familia, libertades fundamentales, advirtiendo además del deber moral y cívico de todo cristiano para presentarse a votar.
Hoy despertamos con saborcito a esperanza en el mismo México herido y maltrecho de ayer, pero conscientes de su fuerza, de su valor y de su capacidad para superar las adversidades y volver a levantarse.
Las elecciones de este domingo mostraron a una ciudadanía pujante y comprometida, que quiso manifestar su voluntad haciendo valer su derecho con responsabilidad, orden y valentía, a pesar de las provocaciones y amenazas.
La democracia sigue viva y es un bien que deseamos hacer valer, así quedó plasmado en los miles y miles de votos depositados en las urnas y con el excelente trabajo del Instituto Nacional Electoral (INE) que demostró la importancia de su existencia y permanencia como instituto autónomo.
Sin duda queda mucho por hacer, el avance es incipiente, apenas lo necesario para que quede manifiesta públicamente nuestra inconformidad y nuestro deseo de tener un gobierno más justo, más sensible a las necesidades de la ciudadanía y más plural.
Es ahora el gran momento de comenzar el trabajo para construir un mejor país. Requerimos de políticos que más allá de usar a la Familia como baluarte en sus discursos de campaña, cumplan los compromisos adquiridos y la consideren un eje transversal en las políticas públicas; porque finalmente somos la célula de la sociedad y el ámbito natural donde se forman los ciudadanos.
La economía, las oportunidades laborales, el apoyo a la mujer trabajadora, el respeto a los padres como primeros educadores, el derecho no solo a la educación, sino a una educación de calidad y sin ideologías, los servicios de salud y atención médica oportuna, el impulso a los deportes, ambientes sanos libres de adicciones y violencia etc. son solo algunos de los temas que los políticos a quienes les hemos otorgado nuestro voto por la esperanza de un cambio, deberán considerar como un trabajo urgente, prioritario e impostergable.
Y nosotros, los ciudadanos que creemos en un México mejor, deberemos trabajar por la unidad de todos los mexicanos, por construir la paz en nuestro entorno, con un espíritu cristiano de unidad y compromiso social.
En esta jornada electoral descubrimos nuestra fuerza y de lo que somos capaces, pero se requiere del compromiso y la participación constante de todos para lograr la democracia.