Así como ha nacido una familia sagrada, en cada familia nace Dios, en el papá, en la mamá, en los hijos nace Dios y cada familia es sagrada.
De eso resultan otros dos puntos modelo de cumplimiento de la voluntad de Dios: primero, el mismo Hijo es obediente al Padre y decide aceptar la voluntad de su Padre Dios, hacerse hombre, encarnarse, entonces nos da ejemplo de obediencia y fidelidad, y así lo va a decir durante su vida pública: su amor al Padre, siempre hace referencia a su Padre Dios. Pero también María es ejemplo de quien cumple la voluntad de Dios: concebirás y darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús, él salvará a tu pueblo. María cumple fielmente el plan de Dios y la voluntad de Dios. San José, que en un momento dado, cuando se da cuenta que María está esperando y se le aparece en un sueño el ángel, recibe a María porque la creatura que va a nacer de ella es obra del Espíritu Santo, será el Salvador y José acepta también la voluntad del padre Dios.
Nuestras familias, papás, mamás, hijos, hermanos, toda la familia estamos llamados a escuchar a Dios, escuchar su voluntad, su Palabra y cumplirla.
¿Qué nos pide hoy a mi familia, a nuestras familias en Ciudad Juárez, en la diócesis?… que seamos santos, papás santos, mamás santas, hijos y hermanos santos cumpliendo ante todo la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que ahí en la familia nazca Dios, y nacer Dios en una familia significa que haya amor, vida, respeto, diálogo, comprensión.
Familia sagrada significa que reine el amor de Dios, esa es la voluntad, el proyecto de Dios para toda familia: defender la vida, amar y alabar a Dios.
El otro aspecto que es modelo para toda familia es que la Sagrada Familia y sobre todo María y José se convierten en educadores del hijo. Jesús no deja de ser hombre y como hombre aprende. Aprende a trabajar, a respetar, a rezar, a servir, aprende a obedecer a Dios, como hombre, como niño, adolescente y joven aprendió de María y de José. Así ha de ser la familia.
Por eso el Concilio Vaticano II define a la familia como la iglesia doméstica porque es ahí donde aprendemos los valores de la fe, de la obediencia, del amor, de la misericordia, de la paz y del perdón, la unidad del trabajo, el estudio, la convivencia, el compartir. De tal manera que un papá responsable y papa trabajador, una mamá ejemplar, dedicada, unos hijos obedientes y estudiosos en una familia unida se enseñan entre sí y crecen en los valores espirituales fe, esperanza y caridad, pero también en los valores éticos como el trabajo, la justicia, la solidaridad.
En este Año de la Misericordia es en la familia donde aprendemos, después de la gracia de Dios, a vivir la misericordia. Lamentablemente estamos en un peligro, primero de que desaparezca la familia porque hay tantos atentados contra la familia y muchos quieren acabar con la familia y más con la familia sagrada. No nos dejemos atrapar por ideologías, mentalidades o el comercio de malos modelos, falsos, de familia y no de familia sagrada donde Dios reina, reina el amor.
Que nuestras familias sean escuelas, iglesias domésticas y cada uno seamos corresponsables: el papá ejemplar, mamá igual, hijos también. El peligro es eso, que ya no haya familias porque hoy cada quien anda por su cuenta. Lamentablemente hay muchos obstáculos a los que hoy, con la modernidad, nos podemos enfrentar. Por ejemplo, se ha perdido el diálogo en la familia porque estamos viendo televisión o chateando u ocupados y se pierde la oportunidad de convivir y dialogar en familia, en la comida. Debemos compartir, escucharnos unos a otros, interesarnos por el otro: ¿cómo estas? ¿cómo te ha ido? ¿qué necesitas papá, mamá, hermano?…
Por eso el ejemplo de la Sagrada Familia: un José trabajador responsable que cuida a su mujer, María, a su hijo, ante el peligro y van y huyen a Egipto y regresan, María hacendosa, servicial, cariñosa con su hijo, lo alimenta, lo protege y Jesús, un buen hijo, modelo.
Por eso hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia para agradecerle a Dios el don que nos da de la familia, de mi familia.
Gracias padre Dios, porque me das mi linda familia y todavía en México y en nuestra ciudad se conserva ese don de la familia. Señor dános tu gracia, ilumínanos para que defendamos la familia, para que seamos familias santas, sagradas donde todos contribuyamos al amor y seamos verdaderas escuelas de fe, de amor, misericordia y demás virtudes y desde la familia ser misioneros del amor hacia los demás, hacia otras estructuras de esta sociedad difícil que hoy nos toca vivir.
Tenemos que sanar y purificar. Dios nos ayude, nos fortalezca de su luz para que cada uno cumplamos nuestra labor en familia buenos papás llenos de amor, buenas mamás que no pierdan su vocación. Si en estos tiempos modernos las mamás tienen todo el derecho de desarrollarse, crecer ¡perfecto!, pero sin perder esa vocación maternal tan importante, bella e insustituible. Y que seamos buenos hijos, respetar a los papás, a los abuelos, a los mayores y ser solidarios entre hermanos, que no haya divisiones, que nada nos divida, sino compartir y si nos equivocamos, el perdón y la reconciliación.
Vamos a trabajar mucho en familia y desde ahí, de la familia de sangre, en la familia diocesana, la familia comunidad, la familia sociedad. Somos una gran familia y todos somos hermanos hay que vernos así y quitar egoísmos, indiferencias, individualismo; que todo lo que nos divida desaparezca y que el ejemplo de la Sagrada Familia, que es amor, vida, paz, reine entre nosotros. Así sea.