Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Nuevamente en comunicación con ustedes platicamos sobre este hermosísimo documento de la exhortación del papa Francisco sobre la alegría del amor. Nos quedamos en la primera parte del capítulo cuarto y hoy retomamos la segunda parte de este capítulo que está más enfocado hacia la caridad conyugal.
Habiendo el papa analizado el texto de san Pablo sobre el amor tan profundo, tan rico, continuamos la reflexión es el amor que une a los esposos. La caridad conyugal es el amor lo que une a los esposos, ese amor que santifica, enriquece e ilumina a los esposos, ese amor no solamente humano, sino hasta sagrado, que santifica, enriquece e ilumina el amor de los esposos. ¿esto qué es? es la gracia del sacramento. Dios da el don del sacramento y da a los esposos la gracia. Es un plus que da a todos. A mí en mí ministerio sacerdotal o como obispo me da una gracia, a los esposos les da una gracia especial para el sacramento, para esta unión de amor y de caridad conyugal.
Es unión afectiva, dice el papa, pero también es espiritual y es oblativa. Tres aspectos muy importantes.
Afectiva porque tenemos sentimientos. El esposo y la esposa se quieren, se buscan, están agusto, se complementan en la parte afectiva-emocional. La parte espiritual es la gracia, el sello mientras viven los esposos está la gracia que actúa en el matrimonio, pero también es oblativa, es decir, es una ofrenda, es una entrega, es una entrega del uno para el otro, se están oblando, se están entregando el uno al otro. Y es una unión afectiva-espiritual-oblativa pero que recoge la ternura del amor, de la caridad conyugal.
Este amor, dice el papa, es fuerte que derrama o que es más bien fortalecida por la acción del Espíritu Santo de tal manera que los esposos en su amor, en su caridad conyugal reflejan esto. Es una cosa muy importante, reflejan una misión, es algo muy bonito en su amor la alianza inquebrantable entre Cristo y la humanidad. ¡Qué importante que los esposos, el matrimonio y finalmente la familia, tomen conciencia de eso: que en la medida en que vivan su amor pleno, afectivo, espiritual, reflejen con su vida esa alianza de Cristo y la humanidad.
Dios se hace presente en el matrimonio, el matrimonio es un signo de Dios, Dios está en ese matrimonio, se refleja en ellos. El papa toca también ese aspecto de buscar al otro, buscar el bien del otro y en el matrimonio esa unión busca el bien del otro.
Eso implica varios calificativos que señala el papa: reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad y una vida de compromiso, una vida compartida. Pero el matrimonio agrega otra cualidad: la exclusividad indisoluble. Un amor exclusivo e indisoluble, el amor de este hombre y esta mujer es exclusivo, nada más de ellos, y su amor es indisoluble. Es un proyecto estable de parte de Dios para los esposos, para el matrimonio de compartir y construir juntos toda una existencia. Comparto contigo la vida y construimos juntos la vida. Por lo tanto no es una mera formalidad social o un cumplir una tradición “me caso por formalidad, para que no me critiquen o porque todos se casan en mi familia y yo también” ¡No!. Es deveras un llamado, una vocación, un don de Dios. Es reflejar de verdad el amor de Dios y construir juntos toda una existencia.
El papa señala como un peligro cuando se vive un amor débil o enfermo, incapaz de aceptar el matrimonio, como un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte. Cuando hay amor débil o enfermo no se puede sostener un nivel alto de compromiso. Además el matrimonio es una amistad que incluye las notas propias de la pasión, pero orientada a una unión cada vez más firme e intensa.
El papa menciona en este capítulo que no debe faltar en el matrimonio ni en la familia, la alegría y la belleza, no externas meramente, sino profundas, interiores. Por lo tanto hay que cuidar la alegría del amor. La alegría amplía la capacidad de gozar y nos permite encontrar otro tipo de satisfacciones aún en medio del dolor, dice el papa, aún enmedio de sufrimientos, del cansancio, de los esfuerzos de cada día, de la vejez. Debe de existir esa alegría y esa belleza propia del amor conyugal entre los esposos.
El amor de amistad se llama caridad, cuando se capta y aprecia el alto valor que tiene el otro. Aquí es algo muy importante no pensar nada más en mí “ yo soy el que importo, yo quiero ser feliz, nada más quiero yo sentir bonito, realizarme yo como esposo o esposa” ¡No!. El amor que se convierte o se llama caridad conyugal ante los esposos, es el que permite captar y apreciar el alto valor que tiene el otro. El amor al otro implica ese gusto de contemplar y valorar lo bello y sagrado de su ser personal, más allá de lo físico ¿por qué quiero a esa persona?, ¿por qué estoy unido para toda la vida con esta persona? ¿por lo físico?, eso pasa, eso se acaba. Si en eso está fundamentado mi amor, es un amor débil y enfermo. En cambio, si es un amor que se transforma en caridad y lo vive con alegría y con belleza, eso me lleva a la contemplación, a valorar la belleza interior, lo sagrado que hay en el ser del otro, de la esposa y del esposo, dice el papa y repito: más allá de lo físico.
Por lo tanto, nos pide el papa mirar al otro como un fin en sí mismo, aunque esté enfermo, aunque esté viejo, aunque esté privado de atractivos sensibles, hay una belleza, una gracia más fuerte.
El papa señala que en ese sentido hay muchas heridas y muchas crisis en los matrimonios y hay que prepararse cada día para ir afrontando los cambios de la vida conforme van pasando los años, las circunstancias, y que esas heridas y esas crisis no afecten el amor entre los esposos. Por eso hacen falta que se contemplen los esposos siempre el uno al otro. Casarse por amor es una decisión real y afectiva de convertir dos caminos en un único camino. Los gestos que expresan ese amor deben ser cultivados, dice el papa, sin mezquindad. Hay que trabajar. Es un trabajo diario de los esposos.
Aquí el papa dice algo bien curioso, que nunca debe faltar en los esposos, en las familias tres palabras: permiso, gracias y perdón. Es importante que todos como cristianos y cada uno en su propia vocación, pero aplicado a los esposos, el permiso, pedir permiso, dar gracias, gracias por la comida, gracias por estar conmigo, gracias por darme esto o aquello…y perdón por que te ofendí, perdón porque no hice esto, perdón porque me equivoqué, perdón porque fui negligente. Son tres actitudes o tareas que tenemos que hacer todos los cristianos, pero en los matrimonios y en la familia esto es un camino de permanente crecimiento.
El papa y el documento tocan la importancia del diálogo como una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar, desde el modo de preguntar , desde la forma de responder, desde el tono utilizado en las preguntas, en las expresiones, desde el momento en que decimos algo. El papa nos recomienda saber dialogar como una forma privilegiada para vivir y madurar el amor entre los esposos, darse tiempo de calidad y escuchar con paciencia y atención el uno al otro.
Es importante también dice el papa, la capacidad de expresar lo que uno siente, pero sin lastimar. Por tanto hay que tener gestos de preocupación por el otro, demostraciones de afecto por el otro.
Cuando presido un matrimonio, a los novios siempre procuro decirles que no se olviden de esos cariños, de esos detallitos con los cuales se conquistaron, lo que se decían o lo que eran sus gustos de ella y de él, porque a veces se pierden y ya no hay esa frescura, ya no hay esa alegría. Y el papa dice exactamente esto, tener gestos de preocupación, de atención de mostrar el afecto siempre al otro.
Ya al final de este capítulo el papa toca temas que simplemente enuncio como para que los tengamos en cuenta: en la familia se debe educar en el “eros” como parte de la personalidad, sin miedo, sin tabúes, pero con pureza, con limpieza. También se debe hablar de la sexualidad en la familia, en el matrimonio como un don de Dios. También el papa menciona la virginidad como un estilo de vida complementario y también habla de la virginidad como una forma de amar. Son algunos temas que al final del capítulo toca, pero ya son no propiamente relacionados con el matrimonio en sí mismo, ni la familia, pero sí tomados en cuenta como estilos de vida que nos ayudan si son llamados a ese estilo de vida de la virginidad, de la castidad, también entenderlos.
Les saludo con gran cariño y afecto a las familias, a los matrimonios, les digo mucho amor, mucho diálogo, mucha caridad. Platiquen, dénse tiempo de calidad, tengan cariño al otro, paciencia. Vivan pues este proyecto de amor para toda la vida.
Como siempre los bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.