Miguel García/ Historiador
- Día 1 de noviembre, Día de “los angelitos”, es decir día de los niños difuntos. Hoy nos reunimos cuatro chavalos compañeros de escuela, dos de ellos ya tienen experiencia en estas labores, para mi es una novedad:
“Vamos a ir al panteón, el municipal a “arreglar tumbas”. Un azadón, pala, escobas, alambre, pinzas, navaja, botes para el agua, una brocha y un pincel y tres botes de pintura: negra, azul y rosa. Trapos y gasolina.
Son las 9 de la mañana y arranca nuestra actividad. Como somos alumnos de la escuela Revolución y queda a muy pocas cuadras del panteón, por la calle 5 de febrero, aquí fue nuestro punto de reunión. Bien cargados nos dirigimos al camposanto.
Para entrar y trabajar no hay problema, pues el “panteonero”, Pascual, que vive ahí mismo, es amigo de mi papá.
Trabajo y negocio
Cargando nuestros utensilios comenzamos a andar por el camino principal, de tierra. Pronto nos topamos con una mujer y su hija que llorosas rezan hincadas frente a un pequeño montículo de tierra, nos detenemos y esperamos pacientemente que cesen los sollozos.
Con los ojos llorosos también y la vocecilla entrecortada le digo:
-Señora, ¿Le arreglamos la tumbita?- Ella voltea a verme y me quedo paralizado de ver aquella cara, el dolor está presente en sus ojos, su boca, no puede hablar y solo asienta con un movimiento de cabeza.
Y así, en silencio, da comienzo nuestra actividad.
Mientras uno recoge basura, otro con el azadón aparta las piedras y acomoda la tierra dando buena forma al montículo, el otro va con los botes por agua; yo quito los viejos arreglos de la cruz de madera, con un trapo le doy una limpiada y comienzo a preparar la pintura para retocar las letras con el nombre del “angelito” y las fechas de nacimiento y defunción.
Rápidamente llega el del agua, moja la tierra del montículo y con la pala le dan una aplanada, -no muy recio para que no le duelan los palazos al difuntito- .
Ha quedado lista la tumba para colocar las nuevas flores y corona. Apostado yo frente a la cruz, estoy dando magistrales pincelazos a las letras mientras mis compañeros y socios se retiran a conseguir nuevos clientes. Quince pesos. Buen negocio.
Más tarde, como a eso de la una del mediodía ya llevamos cinco tumbas arregladas y nuestro capital ha llegado a casi ochenta pesos. Calculamos que, al paso que vamos, para las 6 de la tarde ya llevaremos más de 200 pesos… por lo pronto ahorita ya hace hambre y en la tumba que estamos las personas nos convidan unos burritos. A mí me tocó de frijoles con chorizo y está delicioso.
Como lo habíamos calculado, terminamos el día con 340 pesos. Los repartimos equitativamente y nos toca a cada 85 pesos ¡Perfecto!, mañana 2 de noviembre, Día de muertos será el gran día.
2 de noviembre
Tal como ayer, hoy nos reunimos temprano. Hace aire y está muy frío. Llegamos al panteón y ya hay gente en la calle. Por la 5 de febrero veo una buena cantidad de personas que traen cargando ramos de flores, coronas, escobas, canastos con comida, botellones de agua de limón, guitarras, manteles …hasta braceros para cocinar.
Muchas personas visten ropa oscura o gris, las señoras mayores traen rosarios y libros de oraciones, algunos señores empujan carruchas de albañil y en ellas transportan palas, ramos de flores y bote para el agua. Poco a poco la calle se va inundando de gente. En la orilla de las banquetas hay infinidad de vendedores de flores y coronas, también una buena cantidad de mujeres con braceros y comales en donde preparan enchiladas, menudo, tamales, gorditas, tacos, frijoles charros, quesadillas, burritos, tostadas y lonches de salchichón o aguacate; café, atole y champurrado, tortillas de harina y hasta buñuelos; también venden calaveras de azúcar, jamoncillos, pepitorias , alfanjor de coco, camote enmielado, viznagas y calabaza en piloncillo. Es todo un folklor. llegan los camiones urbanos, “Circuito-colonias”, “Chaveña-Anáhuac” “Industrial-Monterrey” y el “Circunvalación” llenos de gente. Muchas personas al bajar se saludan y comienza la plática.
Primera clienta
Mis socios y yo no perdemos detalle, nos preparamos y avanzamos entre el gentío. Al llegar a la puerta del panteón se forma un “cuello de botella”, en donde se apretujan las personas y algunos levantan sobre sus hombros a los niños pequeños, toman de la mano a sus hijos y todos caminamos lentamente.
Se escuchan gritos de alguien que busca a su compañero, y también a los que entre broma y en serio gritan: ¡Aguas con la cartera!, ¡Señora, cuidado con la bolsa!, ¡Agarren bien a sus niños!, ¡Esta bolita es para robar! Y es que precisamente es día de mucha actividad y oportunidad para rateros y “carteristas” que abundan en esos eventos.
Por fin logramos traspasar el umbral y ya estamos dentro del camposanto. Abordamos a nuestra primera cliente, es una viejecita que trabajosamente carga un gran ramo de flores. Javier, mi inseparable amigo, que es el más atento de nosotros, se ofrece de inmediato a auxiliar a la honorable mujer y con la voz mas dulce que le he escuchado, dice:
-Madrecita, déjeme ayudarle, ya viene muy cansada ¿verdad?
Con esa amabilidad nadie se iba a poder negar, y ella acepta dando gracias. Caminamos con lentitud alrededor de ella y nos asombra la precisión con que encuentra la tumba de quien va a visitar. Es su esposo.
Su esposo
La tumba está en pésimas condiciones. Sin preguntarle, intercambiamos miradas y nos ponemos en actividad. A ella le pedimos que se siente en la lápida de al lado y comienza a platicar con su difunto esposo. Le dice:
-Mira, Felipe, qué hermosos muchachos me encontré sin querer, te están poniendo muy guapo. Aquí te traigo flores y tu dulce favorito ¡Arroz con leche!
Y de una red saca un recipiente con el delicioso preparado que en galletas marías nos comparte y nos dice:
-Agarren lo que gusten, traigo bastante, como que sabía que los iba a ver.
Saboreamos aquello que era un manjar, ¡Riquísimo! Yo me comí cinco galletas con arroz al que le espolvoreaba canelita molida.
-Mi Felipe fue revolucionario, peleó al lado de Pascual Orozco cuando tenía 20 años. Cuando iba a cumplir 22 nos casamos, yo tenía 16, pero como era muy guapo, no lo pensé y antes de que me lo ganaran ¡Imagínense! joven, guapo, valiente y muy trabajador. Pero miren, aquí está. Era muy fumador y eso le hizo daño, por eso ustedes nunca fumen.
Cuando terminamos la tumba quedó muy bonita. Ella le colocó flores alrededor y yo, con mi mejor letra, escribí su nombre:
Felipe Álvarez Montes -revolucionario-
(Continuará)