La hora de la semana que puede cambiar tu vida
Dominicc Grassi y Joe Paprocki
Cuando nos preparamos para “ir en paz”, lo hacemos con un espíritu de generosidad; somos conscientes de que la gracia de Dios es más que suficiente. Volvemos al mundo deseando compartir nuestro tiempo, talento y riquezas con otros y con Dios. También nos damos cuenta de que, porque recibimos abundantemente la gracia y las bendiciones de Dios, se nos hace un llamado a que demos a otros ¿Cómo es que la misa ha logrado esto en nosotros?
Responder con acciones
La liturgia de la Eucaristía comienza con un breve rito de transición conocido como preparación de los dones. Durante este ritual los miembros de la congregación traen los dones, es decir, el pan y el vino, que para nosotros serán el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Al mismo tiempo se celebra otro evento importante: la ofrenda.
Por desgracia, se suele considerar la ofrenda únicamente como un medio para que la parroquia pueda pagar sus cuentas. Muchos de nosotros en la asamblea no vemos esto como un acto espiritual, como una manifestación del modo en que deseamos vivir los otros seis días de la semana. Si tuvimos la mente lo suficientemente abierta durante los Ritos Iniciales y la Liturgia de la Palabra, a estas alturas de la misa deberíamos admitir sin dudar que Dios siempre dio y lo sigue haciendo.
Administradores de la Creación
Los Ritos Iniciales y la Liturgia de la Palabra nos recuerdan que sin la gracia de Dios no podemos hacer nada. Es el mismo mensaje, aunque algo sutil, que recibimos el Miércoles de Ceniza. Recordar que somos polvo no es denigrante; por el contrario, nos recuerda lo afortunados que somos de tener un Dios que transforma el polvo a su imagen y nos hace participar en su creación. De la misma manera, los Ritos iniciales y la Liturgia de la Palabra también nos lo recuerdan y nos preparan a responder con gratitud por este regalo.
En la profesión e fe proclamamos que todo lo que tenemos es un don de Dios. Respondemos viviendo como corresponsables de los dones de Dios y utilizándolos con sabiduría para el bien de todos. Un sinónimo de corresponsable es administrador. Los católicos creemos que deberíamos vivir como sabios administradores de la creación de Dios y reconocer que todo lo que somos y lo que tenemos le pertenece a Dios.
La corresponsabilidad, en consecuencia, no es un programa parroquial ni se trata en ultima instancia de dinero. Es una actitud y un estilo de vida que refuerza nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas, y nos pide poner nuestra vida en Jesús, en vez de en nosotros mismos (Recordemos los Ritos iniciales y su llamado a superar las actitudes narcisistas).
Jesús fue el corresponsable supremo, recordemos la historia de Jesús, cuando estuvo cuarenta días en el desierto. Jesús eligió poner su vida, no en su propia voluntad, sino en la del Padre. Jesús se dio con generosidad a sí mismo, compartió con otros sus dones de enseñaza y sanidad y terminó realizando el acto más desinteresado de todos: dio su vida por los demás. Como discípulos de Jesús nos esforzamos por vivir como Él vivió.
Tres áreas: Tiempo, talento y riquezas
Como seguidores de Jesús, vivimos el llamado a ser mayordomos en tres áreas de nuestra vida: tiempo, talento y riquezas. A medida que analicemos estas tres áreas, mostraremos también como los tres votos tradicionales de los hombres y mujeres que viven en comunidades religiosas – pobreza, castidad y obediencia- son manifestaciones contundentes del tipo de corresponsabilidad que debemos vivir para sustentar una comunidad cristiana saludable.
Dar nuestro tiempo
Todos conocemos el refrán “El tiempo es oro”, es otra manera de decir que “El tiempo es valioso” y es otra manera de decir que el tiempo es un don. Nadie puede reclamar la propiedad del tiempo que se nos dio en esta tierra. Ni tampoco sabemos cuánto de este don se nos ha dado.
El llamado a seguir más de cerca a Jesús es un llamado a aprovechar al máximo el tiempo que se nos ha dado para servir a los demás. Se nos hace un llamado a utilizar nuestro tiempo para atender las necesidades de los demás en el trabajo, en el hogar, con nuestros amigos, parroquia comunidad y hermanos y hermanas en el mundo. El llamado a ser corresponsables es también un llamado a que separemos tiempo para la recreación y el descanso de nuestro cuerpo, mente y espíritu. La historia de la creación que se narra en Génesis nos cuenta que Dios considera que el descanso es tan importante que separó especialmente un tiempo -el Sabbat- para lo que se considera recreación.
En la tradición católica los hombres y las mujeres de las comunidades religiosas hacen un voto de obediencia. Este voto no consiste en que un superior diga ¡Salte! Y que el religioso pregunte ¿Cuan alto debo saltar? Es un voto que tiene que ver con la responsabilidad, con la manera en que se utiliza el tiempo. Los miembros de las comunidades religiosas no son llaneros solitarios que van y vienen a su antojo. La manera en que aprovechan el tiempo tiene qué ver con las necesidades de su comunidad. Todos nosotros, como miembros de distintas comunidades -familias, parroquias, barrios lugares de trabajo- estamos llamados a tener en cuenta las necesidades de la comunidad cuando decidimos de qué manera aprovechar el tiempo. Como católicos bautizados, somos responsables unos con otros y se nos hace un llamado a utilizar el tiempo de manera sabia, no para necesidades egoístas, sino para las necesidades de la comunidad.
Dar nuestro talento
Cuando decimos que alguien es “talentoso” o “dotado” nos referimos a su gran talento en algún aspecto de la vida. No obstante, todos somos talentosos, sin importar el nivel de talento que tengamos. Dios nos ha regalado talentos que podemos usar al servicio de los demás., Estos talentos pueden hallarse en nuestras capacidades, intereses y personalidad.
En sí misma, la oportunidad de usar nuestros talentos para atender las necesidades de los demás y darle gloria a Dios, es un don. Lo hacemos por medio del trabajo, nuestra vida familiar y el servicio que podamos brindar a otros en nuestra comunidad parroquial y mas allá.
Jesús dio un ejemplo de la importancia de usar los talentos que Dios nos dio en una parábola que se conoce como la paráblola de los talentos (Mt 25 14-30)
Jesús nos enseña que nuestros talentos -nuestros dones- deben utilizarse aun si existe algún riesgo. No debemos acumular talentos para nosotros mismos.
Los hombres y mujeres que forman parte de las comunidades religiosas hacen voto de castidad. Por desgracia, solemos pensar que la castidad esta pura y exclusivamente relacionada en el plano sexual, cuando en verdad, la castidad tiene que ver con compartir adecuadamente nuestros talentos con los demás. Para los religiosos el voto de castidad es la promesa de mantenerse célibes para compartir apropiadamente sus talentos con todo el pueblo de Dios. A los solteros también se les hace un llamado a mantenerse castos en sus relaciones. Los casados están llamados a compartir fielmente todo su ser con sus cónyuges para así poder compartirse ellos mismos de manera adecuada con sus familias y comunidades. Cuando compartimos adecuadamente nuestro ser con otros según nuestra condición en la vida, podemos compartir libremente nuestros talentos con el resto de la comunidad.
Dar nuestras riquezas
Nuestra sociedad le da muchísimo valor a las posesiones materiales. Nos está mal disfrutar de cosas maravillosas e incluso los lujos que la humanidad ha producido gracias al talento que Dios le dio y gracias a los recursos de Dios. Pero la manera en que utilizamos nuestras posesiones revela cuáles son en realidad nuestras actitudes y prioridades. La humildad nos recuerda que no nos ganamos esas posiciones, si no que hemos sido bendecidos con ellas. Nuestro llamado a vivir como seguidores de Jesús nos desafía a tener en cuenta la justicia. Y la justicia tiene que ver con cómo consideramos las necesidades materiales de los demás. Nuestra fe cristiana pone en primer lugar el cuidar de los pobres.
Cuando de dinero se trata, solemos pensar que es nuestro. Pero como un sabio administrador cristiano, trata el dinero de la siguiente manera:
* Todo lo que ganamos le pertenece a Dios.
* Dios reconoce que necesitamos un buen porcentaje de ese dinero para nuestras necesidades y las de nuestra familia.
* Al mismo tiempo, Dios nos alienta a que tengamos fe y, ante todo, seamos agradecidos por el don de ese dinero apartando un cierto porcentaje de se ingreso para devolverle a él.
En el Antiguo Testamento el monto sugerido -diezmo- debe entenderse en el contexto adecuado.
Por otra parte, la caridad siempre se considero un acto voluntario. El Nuevo Testamento nos exige a los cristianos que demos un diezmo. En vez de sugerir un porcentaje, el Nuevo Testamento sugiere que tengamos una actitud dadivosa, como la expresó San Pablo en su segunda epístola a los corintios (2 Corintios 9:6-7)
¿Qué significa esto para un católico que quiere saber cuál es el monto correcto que tiene que dar? Significa que, si bien nadie puede determinar cual es el porcentaje apropiado en cada caso, se debe dar un porcentaje que sea proporcionado a lo que se ha recibido y según lo dicten las circunstancias.
La corresponsabilidad no significa dar un porcentaje de lo que nos pertenece, si no que es una manera de reconocer que tenemos la bendición de poder retener un gran porcentaje de lo que pertenece a Dios, después de devolverle un pequeño porcentaje de lo que ya le pertenece a Él.
En las comunidades religiosas, los hombres y las mujeres hacen voto de pobreza. Esto no significa andar vistiendo harapos y sin un centavo. La pobreza es una actitud de desprendimiento de los bienes materiales. Los hombres y mujeres que hacen votos en comunidades religiosas se comprometen a no poseer los bienes materiales, si no a compartirlos con la comunidad, reconociendo que Dios los bendijo de muchas maneras. Del mismo modo, todos los cristianos deben vivir con actitud de desprendimiento de los bienes materiales y deben reconocer la gracia abundante de Dios.
Un Estilo de vida
Finalmente, la corresponsabilidad no es un programa diseñado para sustentar la parroquia; es un estilo de vida. Se nos exhorta a compartir nuestro tiempo, talento y riquezas con las distintas comunidades de las que somos parte: familia, lugares de trabajo, barrios, parroquias, ciudades, pueblos, etcétera. La preparación de los sencillos dones del pan y el vino, al igual que nuestra ofrenda monetaria voluntaria, simboliza el sacrificio que debemos hacer día a día para alabanza y gloria del nombre de Dios, por nuestro bien y por el bien de toda su Santa Iglesia.
Los otros seis días de la semana
Con respecto a la vida cotidiana, la preparación de los dones nos invita y nos desafía a:
- Compartir nuestro tiempo, talento y riquezas con las distintas comunidades a las que pertenecemos familias, lugares de trabajo, barrios, ciudades, pueblos etcétera;
- Vivir, trabajar y divertirnos con un espíritu de pobreza (desprendimiento de los bienes materiales);
- Vivir, trabajar y divertirnos con espíritu de obediencia (responsabilidad en lo que concierne a la manera en que aprovechamos el tiempo);
- Vivir, trabajar y divertirnos con espíritu de castidad (reconocer nuestros dones y comprometernos a compartirlos adecuadamente con los demás);
- Reconocer que la gracia de Dios es suficiente para nosotros y que en realidad solo su gracia nos sostiene;
- Vivir como corresponsables de la creación de Dios.
- Determinar un porcentaje adecuado de nuestros ingresos para devolverle a Dios en agradecimiento por la oportunidad de retener el resto para nuestras necesidades y las de nuestra familia.