Fray Mauro Muñoz/Párroco de Santos Mártires Mexicanos
Con las Bienaventuranzas que leemos este domingo, Mateo abre el Sermón de la Montaña y, con el Sermón de la Montaña, la presentación de la proclamación pública de Jesús. Poco antes, solo se mencionó brevemente que Jesús anunciaba la cercanía del Reino de Dios (4, 17.23) y que sanaba los enfermos (4, 23.24). Entre estas breves noticias se inserta la llamada de los primeros discípulos (4, 18-22). Con esta historia y la mención del acercamiento a Jesús (4, 25), Mateo reúne la audiencia para el Sermón de la Montaña: Jesús sube a la Montaña cuando ve las multitudes (5,1a); y al mismo tiempo se enfatiza la especial cercanía de los discípulos a Jesús, que se acercan a Jesús (5, 1b).
Mediante esta descripción de la escena parece surgir una ambigüedad respecto a los destinatarios del siguiente discurso. Se dice que Jesús les enseñó. ¿Se refiere a los discípulos recién nombrados o también a la multitud que motivó la subida a la montaña? Viendo el final del Sermón de la Montaña es claro que las multitudes están escuchando el sermón de Jesús y están asombradas (7, 28: Cuando Jesús acabó estos discursos, la gente se quedó asombrada de su doctrina). Sin embargo, son los discípulos quienes probablemente están en el centro de atención como los principales destinatarios. Como figuras literarias son claramente para los creyentes en la época del evangelista, y algunos pasajes del Sermón de la Montaña muestra claramente la relación especial con Jesús y la adhesión a él.
El hecho de que las Bienaventuranzas abran este discurso programático demuestra que el
evangelista quiere perfilar claramente la importancia particular de esta sección.
- a) A la versión de Mateo de las Bienaventuranzas se le atribuye a menudo una tendencia ética. No se trata principalmente de animar a las personas en una situación desesperada (pobre, llorando, hambrientas), sino de fomentar determinadas actitudes o acciones. La observación anterior ha demostrado que los macarismos en la tradición judía del AT a menudo tienen esta orientación. Sin embargo, si la interpretación ética es correcta, se habría producido un cambio considerable de Jesús a Mateo en el curso de la tradición.
En efecto, hay declaraciones en la serie de macarismos de Mateo en las que el estímulo está vinculado a una determinada acción. Para ser bendecido, se debe cumplir una condición: manso (5, 5), misericordioso (5, 7), puro de corazón (5, 8), pacificador (5, 9). Cuatro de los cinco “macarismos especiales” muestran esta característica. Por tanto, difícilmente se puede dudar de que el evangelista (y la tradición a la que está particularmente agradecido) pone un claro énfasis en el lado humano. Bendito es elogiado en las frases mencionadas, quien se caracteriza por las respectivas actitudes y acciones. Esta es una invitación indirecta a hacerlo.
- b) Este nuevo acento, sin embargo, no llevó a que el carácter de aliento desapareciera por completo de las Bienaventuranzas de Mateo y que éstas se convirtieran en un puro “catálogo de virtudes”.
La bienaventuranza de los dolientes (5, 4), el paralelo al del llanto en Lucas, no se puede clasificar en tal esquema.
El “duelo” como actitud religiosa solo necesita tal consuelo futuro en un grado muy limitado, si también se entiende metafóricamente como el cumplimiento del anhelo del hombre por Dios o algo por el estilo. Sin embargo, nada en la redacción de Mt 5, 4 sugiere que el duelo no significa eso realmente. Si ese es el caso, está más allá del control humano, por lo que la Beatitud es una promesa real.
Analizando una a una las bienaventuranzas, se puede ver que Mateo no renuncia fundamentalmente al carácter de las Bienaventuranzas como un estímulo para las personas en circunstancias desesperadas para convertirlo en un catálogo de virtudes (ver Bienaventuranzas del luto y de los perseguidos). Pero pone su propio acento enfatizando con más fuerza el momento de la actitud interior (pobre de espíritu, hambre y sed de justicia), sin por ello vincular la promesa de la acción futura de Dios a una acción específica. Tal tendencia ética no es reconocible consistentemente, pero es reconocible en cuatro de las nueve Bienaventuranzas como un rasgo especial del Evangelio de la Casa (Bienaventuranzas de los mansos, los misericordiosos, los de corazón puro, los pacificadores).