Sobre el evangelio del XVIII Domingo Ordinario
Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo en este décimo octavo domingo del Tiempo Ordinario. Para empezar quiero compartirles que hemos vivido una vigilia de oración por la paz este pasado jueves con mucha alegría y mucho amor, desde la marcha, procesión y luego ya en El Punto, un rato de alabanza, escuchando testimonios vivos de gente que ha surgido del dolor de una pérdida y cómo ha sanado, y en sí misma la vigilia, con la presencia de muchos hermanos nuestros.
Hay que seguir haciendo oración y trabajando por la paz, no sólo estos días de julio, sino que sea algo permanente, que quede con nosotros esa misión y convicción de ser artesanos de paz.
Evitar la avaricia
El Evangelio de hoy, las tres lecturas de este domingo tocan un aspecto muy importante sobre los bienes materiales, del cielo, de aquí, ¿Qué buscamos, qué acumulamos, cuáles son nuestros intereses, por qué luchamos en nuestra vida? o ¿por qué trabajamos? Son realidades muy humanas que son parte de nuestra naturaleza: trabajar, tener algunos bienes, pero aquí lo importante es cuál es mi intención final, qué espiritualidad le doy a mi vida en cuanto a los bienes, qué sentido tienen para mí. El acumular por acumular, tener por tener, esa mentalidad definitivamente no va con el Evangelio, con el hombre de fe, no va con nosotros.
Por eso san Lucas en el evangelio nos plantea el hecho de acumular cosas materiales. Se acerca un hombre a Jesús y le dice: ‘maestro, dile a mi hermano que me comparta la herencia’ y Jesús se molesta y le pregunta: ¿Quién me ha puesto como juez para repartir herencias?
Cómo a veces el dinero o el poder nos desubica, si no estamos bien maduros, causamos envidias, rompimientos incluso familiares, enojos y hasta odio y separación entre las familias. ¿Quién me ha puesto como juez para repartir herencias? Y viene una frase fuerte para todos: “Eviten toda clase de avaricia”: en dinero, en herencias, en cosas materiales, eviten acumular. Si el Señor me regala bienes, ¡Qué bueno!, reparte y sé generoso con todos, pero si busco tener por tener, ¡Cuidado!, entonces hay que recordar la frase: “Eviten toda clase de avaricia”…
Ciertamente la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes. Tengo muchos bienes, ¿Me voy a salvar? No precisamente. Ni todo el dinero, ni todos los bienes me dan la felicidad plena, ni la salud pues está visto que hay gente con mucho dinero que se muere.
La vida del hombre no depende del dinero, de los bienes. Si los tengo, qué bueno, Dios los ha dado, pero te los da para administrarlos, para ayudar, para crear fuentes de trabajo, para compartir, para que seas santo, y que haya paz en tu vida. Los bienes son regalos de Dios, pero no hay que dejarnos atrapar por la avaricia o por la codicia y que eso nos aparte de Dios.
Buscar los bienes de arriba
Y viene una parábola muy sencilla y bonita: Un hombre dice: ‘Voy a construir un granero más grande para meter ahí todo mi grano’… y entonces viene otra frase fuerte del evangelio, que debemos aplicar a nuestra vida. Jesús dice: ‘¡Insensato!, esta misma noche vas a morir’. ¿Para qué te sirven todos tus bienes? ¡Insensato¡
A veces somos insensatos, acumulamos, tenemos, pero ¿Qué sentido tiene? Me voy a morir y ¿qué va a pasar? Repito, no es malo tener bienes, Dios nos los da, igual que los talentos y las capacidades que se multiplican, ¡Qué bueno!, pero sin perder el piso, sin llenarte de soberbia o de olvidarte de Dios y tus hermanos; que esos bienes te ayuden a santificarte y a ser plenamente feliz conforme al evangelio, que te ayuden a ayudar a los demás.
Por eso también san Pablo en la segunda lectura a los colosenses, nos dice, ‘Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba’. Ahí está lo importante, la clave que hoy nos da san Pablo: ‘Busquen los bienes de arriba, los bienes desde Cristo, desde el evangelio. Dios me los da, pero ¿Para qué me los da Dios?
Lo más importante no son los bienes, es Cristo que da sentido a tu vida y a los bienes. Y todo lo demás se les dará por añadidura.
Buscar a Dios, un corazón bueno, generoso, bondadoso, y dios te va a bendecir si eres fiuel a Dios buscando los fieles de arriba. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, ahio esta el peligro, donde esta mi corazón e En dios, en tu familia, en el projimo, o en el dinero en el poder y tener. Los bienes materiales.
Todo es vana ilusión, dice la primera lectura del Eclesiastés – lean con calma este trozo- y todas las cosas son vana ilusión, esto lo tengo hoy, mañana no lo tengo, pero lo que sí es fuerte y auténtico, es Dios, el amor, la paz, es Cristo que da sentido a tu vida y a los bienes que Él mismo nos da.
Pedir la ayuda de Dios
Dice también el Eclesiastés que hay quienes se agotan y ponen en ello toda su ciencia y talento, pero ‘todo es vana ilusión’. Pongamos nuestro corazón, talentos y cualidades en Dios para servicio de los demás, para compartir con los demás, para hacer el bien, nunca apartándome de Dios, nunca alejándome de Cristo.
Por eso decimos en la Oración Colecta: ‘Ayuda Señor a tus siervos que imploran tu benevolencia’. Implorar la benevolencia de Dios, decirle ‘Ayúdame, socórreme, dame salud’, y sigue diciendo la oración, renueva en mi tu obra creadora y consérvanos los dones de tu redención. Cristo Redentor es la roca, es la luz, la verdad, el camino y la fuente de la plena realización.
Por eso en otro pasaje dirá san Pablo: ‘Deja al hombre viejo y revístete del hombre nuevo’.
Y con la antífona de entrada decimos: ‘Dios mío, dame tu ayuda, date prisa en socorrerme, Señor, no tardes’ ¡Qué hermosa petición de la antífona de entrada!
Ando distraído, pensando y me alejo de ti, mi corazón esta frío, ¡Señor, ven en mi ayuda, date prisa en socorrerme! Siempre hagamos esta oración de súplica al Señor, y reflexionar dónde está tu corazón, si en los bienes del mundo o en el bien supremo, que es Dios.
Que el Señor te ayude y fortalezca a ti y a toda tu familia. La bendición de Dios Todopoderoso permanezca siempre con ustedes. Feliz domingo y buena semana.