Felipe Monroy/ Periodista católico
Este 15 de noviembre fue liberado el anuncio que desde hace algunos meses se venía dialogando en los Palacios Apostólicos: el nuncio en México, Franco Coppola, será trasladado a Bélgica para ser representante diplomático del pontífice en una oficina aparentemente menos desafiante y más cercana a su querida Provincia de Lecce del salentino de 64 años.
Sin embargo, la encomienda que el papa Francisco hace a Coppola no podría ser más delicada aunque las dimensiones de trabajo sí son menores: Bélgica, por ejemplo, tiene ocho diócesis y cuenta con una veintena de obispos que laboran en el territorio; mientras en México, el nuncio tuvo que atender a 98 diócesis y más de 150 obispos.
Coppola ahora deberá insertarse en un arduo trabajo de recuperación de confianza en la Iglesia belga luego de los escándalos de abuso sexual que alcanzaron al arzobispo de Bruselas y a sacerdotes cercanos a la Casa Real; así como en el fenómeno de católicos que renunciaron al Bautismo eclesiástico derivado de estos escándalos. Eso sin contar la convivencia obligada con los representantes vaticanos en las organizaciones internacionales con sede en Bélgica.
La primera vez que escribí sobre Franco Coppola no fue con su nombramiento como Nuncio en México, sino como anfitrión de la visita del papa Francisco a República Centroafricana. Desde aquel noviembre de 2015, Coppola se distinguió como un astuto operador diplomático pues, sin dejar de denunciar «la persecución y el terrorismo de grupos extremistas», «la proliferación de armas, la violencia» y «la corrupción del poder político centroafricano, el nulo interés de los representantes políticos por desarrollar la nación y la actitud de entreguismo de los líderes políticos» logró que uno de los más peligrosos viajes pontificios de la historia resultara seguro y provechoso.
En julio del 2016, Coppola fue nombrado nuncio para México en medio de un polarizado ambiente marcado por varios tópicos delicados que le fueron cuestionados en su primera conferencia de prensa: abusos sexuales, bodas gay, aborto y violencia. Con extrema cautela, Coppola prefirió tomar la real temperatura de México antes de opinar con asertividad. Dos años después de su desembarco en el país, el salentino seguía excusándose con timidez de opinar con crudeza debido a posibles mal comprensiones derivados del idioma.
No obstante, Coppola sí logró potenciar un cambio sustancial en la Iglesia mexicana: la apuesta por la apertura, por la transparencia. A diferencia de su predecesor, no consideró ‘peligroso’ que la comunicación eclesial abriera al público su discurso inaugural en las asambleas episcopales y tampoco condicionó sus entrevistas a los temas que le parecían ‘cómodos’. De hecho, este año, después de la visita del secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, el nuncio Coppola fue más audaz y directo en sus intervenciones ante la prensa, especialmente a lo referente a las investigaciones contra obispos y sacerdotes acusados de abuso sexual o de encubrimiento.
Coppola ahora recibe el profundo y real agradecimiento de buena parte de la Iglesia mexicana por estos cinco años de acompañamiento, lo mismo por su sensibilidad homilética que llevó a ojos cerrados a cada rincón del país como por su apoyo personal y apersonado ante los desafíos más apremiantes de cada región; ha sido por demás histórica su visita a Aguililla, Michoacán, en medio del torbellino de violencia, corrupción y crimen organizado.
En el terreno político, Coppola deja a la Iglesia en México una sensible enseñanza que expresó en Querétaro en octubre del 2017: «Si no se fortalece la conciencia cristiana de la población, no sirve de nada trabajar con los políticos, no se consigue nada. Se puede obtener una ley pero en seis meses será cancelada, no se llega a nada». Coppola ha sido un nuncio de ‘fuerzas débiles’; sin apelar a su representatividad pontificia, el arzobispo actuó con fuerza moral, espiritual y humana en favor del diálogo, el encuentro, la paz y la reconciliación.
Coppola anunció que antes de asumir su nombramiento como nuncio para Bélgica, permanecerá en México para las Fiestas Guadalupanas y celebrará su última misa en México el 1° de enero en la Basílica del Tepeyac. Tendrá poco más de un mes para despedirse de una patria que es ciertamente difícil de olvidar; desde aquí le deseamos buen camino y recordamos el refrán salentino ‘Či llassa la sṭṛada ecchia pe lla noa, sape čče llassa ma nu ssape čče ṭṭṛoa’ (Quien deja el camino viejo por el nuevo, sabe qué deja pero no sabe qué encuentra).