Dr. Alfredo Morales González/ Ortodoncista
Todos tenemos un conocido, un jefe, un vecino, amigo que piensa todavía en que el mundo en que estamos gira únicamente de acuerdo a sus necesidades y creen que las cosas deben funcionar así. Son muy fáciles de identificar los rasgos del egocentrismo, independientemente de la responsabilidad o rango que desempeñe.
Este actor errático que se siente en un estado como superior siempre tendrá la mentalidad de que todo lo que hagan sus empleados con su vida se lo deben a él y peor aún, cuando ven a alguien sobresalir con dominio propio sobre su vida y franca realización en su ámbito personal, este tipo de personaje jamás lo felicitará y se pondrá celoso de su éxito personal. Digamos entonces que el egocentrismo es consecuencia o parte de no poder controlar nuestras emociones, ya que el área emocional de nuestro cerebro impide ver esta parte, dando como resultado soberbia- ego. Y agregaría una cosa más, que en la mayoría de las veces les encanta ser aludidos y buscan o pagan a gente para que les mantenga “informados” del acontecer. Nótese el grado de inseguridad de este tipo de personalidad.
Pues así actúan hoy en día muchos de nuestros gobernantes y lo peor de todo es que aun así toman decisiones para todo un pueblo, llevando el rumbo o destino de alguna nación.
Mal de la humanidad
Muchos problemas sociales, físicos y emocionales provienen del hecho de que las personas no se quieren a sí mismas. No les gusta su personalidad. Podemos estar tratando de ser lo que no somos y corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos.
En esta época no debemos resistirnos a los cambios; es necesario ser más analíticos con todo lo que nos rodea, ya que actualmente no basta con tener una sociedad de gente “buena”, hoy es necesario contar con gente despierta, comprometida con el presente.
La falta de atención al presente y el desconocimiento de uno mismo han sido el gran mal de la humanidad.
Nuestras palabras son fundamentales para lograr que nuestros sueños se materialicen. Nuestras palabras tienen un enorme poder creativo. En el momento en que decimos algo, lo estamos trayendo a la vida. Las Escrituras dicen: “Verbalmente te has comprometido, enredándote con tus propias palabras” (Pr.6:2)