Pbro. Leonel Larios Medina/Rector de la Catedral de Parral
Disculpa si con frecuencia hago alusión a mi infancia, pero me gusta narrar cosas que me viví en el pasado para poder leer la diferente situación del presente. Recuerdo que con mucha frecuencia había apagones. La mayoría eran en la noche, principalmente en los días con tormentas eléctricas. En la cómoda de la entrada siempre tenía mi madre el cirio y el quinqué listo, para usarlos en estas oscuras situaciones. Si no llovía, y eran como las ocho, teníamos la oportunidad de salirnos a la banqueta y prolongar nuestras horas de juego o simplemente por lo poder ver televisión dentro, platicar historias, algunas de aparecidos o cosas algo macabras.
Ahora ya son menos frecuentes la falta de luz, aunque el recibo se eleve los meses de invierno, hacemos un esfuerzo para pagarlo, pero el suministro de energía ahí está. Hoy quiero referirme a tres situaciones donde parece que la luz no llega y la energía parece escaza. A los apagones de otro tipo en los ámbitos: creativo, cultural y político.
La necesidad de hace algunos años, nos hacía reinventar un coche partiendo de tablas y baleros. Hoy si no se compra o se pide por una plataforma digital, parece no ser posible tenerlo. La creatividad es algo que desde niños se nos debe fomentar. En México, el sistema de enseñanza muchas veces parece enfatizar la rápida lectura en los niños. En otros, como Finlandia, lo dejan como parte del proceso que llegará tarde o temprano. Los primeros años en el juego, la socialización y trabajo en equipo, los niños descubren su capacidad de crear nuevas circunstancias a su alrededor. Sé que esta apreciación del sistema educativo es muy reductiva, pero sintomática, respecto a qué le damos más importancia, si no de parte de los maestros, sí por muchos padres de familia.
Algo parecido pasa en lo cultural que es necesario fomentar desde la infancia y seguir cultivando toda la vida. Cantar, bailar y tocar un instrumento, son cosas que nos ayudarán en la peregrinación de la vida entera. Y como dicen algunos, “si no lo aprendes de niño, ya no lo harás”. En muchas familias percibo un cierto hastío, incluso en los niños que prefieren estar metidos en las pantallas de celulares y tabletas, que sonorizando el ambiente con el do, re, mi, fa, sol, la… Doy gracias a mi madre, que me insistió tanto aprender a tocar guitarra, pues en muchas partes me ha acompañado y ha provocado momentos muy alegres y de profunda espiritualidad. Se enfatiza el saber matemático para que sean ingenieros, y poco se impulsan las artes por ser tristemente mal pagadas.
Si la mente se opaca en la rutina sin creatividad, si a cada día le falta su melodía, eso se refleja en el ámbito social. Estamos en un ambiente tan individualista y pragmático, que el interés por lo político se le deja a unos cuantos. Nos movemos con nuestras linternas de orgullo en la oscuridad de lo incierto, sin ser capaces de colocar faros o lámparas públicas que iluminen el camino de muchos. Hay un apagón de interés por formarse y ocupar puestos públicos. El llegar a estos cargos de servicio parece ser dádiva de aduladores que saben a quién pegarse, y no el fruto de convicciones que te llevan a querer lograr una verdadera transformación de estructuras. Urge una luz que encienda nuestra creatividad, cultura y compromiso social. Quien conoce a Aquel, llamado “Luz de las gentes” por el viejo Simeón, buscará ya no vivir en el apagón.