Regina Cuarón/Educadora
La última semana ha traído consigo una serie de malas noticias que nos han hecho reflexionar sobre la realidad que enfrentamos. Desde los repatriados de Estados Unidos a sus países de origen, hasta las decisiones sobre aranceles impuestos por Trump que afectarán significativamente nuestra economía. Además, la reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia para despenalizar el aborto en Chihuahua, incluso hasta el noveno mes, nos confronta con una realidad desafortunada que no podemos ignorar.
Mientras muchos se centran en el impacto económico de los aranceles, pocos parecen cuestionar el profundo efecto que tiene la despenalización del aborto en nuestra sociedad. Es alarmante pensar que nuestros valores pueden haber cambiado, priorizando el dinero por encima del cuidado y la preservación de la vida. Me estremece imaginar que una madre, tras sentir a su bebé en su interior, pueda tomar la decisión de poner fin a esa vida. La cita bíblica de Isaías «puede una madre olvidar al niño de su pecho sin compadecerse del hijo de sus entrañas” Isaías 49. Resuena con fuerza y nos invita a reflexionar sobre la esencia de la maternidad y la vida.
No podemos permanecer indiferentes ante este crimen. Es cierto que las situaciones que viven los inmigrantes son desgarradoras, pero aún más desgarrador es el hecho de que se acabe con la vida de un ser humano que no tiene la capacidad de defenderse. Un país que no protege a sus ciudadanos, que no valora la vida, está destinado a un futuro incierto, a la deriva, como tantos otros países que han sucumbido ante la falta de principios.
Es verdaderamente triste que se le otorgue más importancia a la economía que a la defensa de los derechos humanos. Debemos cuestionar nuestras prioridades y recordar que la vida es el pilar fundamental sobre el que se construye una sociedad justa y sólida. No podemos permitir que el dinero y los intereses materiales eclipsen el valor más sagrado que tenemos: la vida humana.